Para Silvia, enseñar es un placer
Convirtió una escuela rural en un ejemplo de espacio educativo abierto.
Diseñó proyectos innovadores de ecología y astronomía, trabaja con las familias y transformó el centro en un espacio comunitario.
a mayoría dice que el rol de los maestros ha cambiado, que es sólo un guía porque con internet el niño se convierte en autodidacta. ¡Pero hay que formarlo para que sea autodidacta! En mi escuela, ninguno de los niños tiene televisor en su casa porque ninguno tiene luz eléctrica. Todos tenemos luz solar. Son niños un poco más parecidos a los de antes, los modos de aprender no son los mismos que los de un niño hiperestimulado con los medios informáticos. A la vez, están muy abiertos a absorber todo lo que se les ofrece; entonces, hay que aprovechar”.
Así opina Silvia Alcalde (56) sobre cuál es el papel del maestro en los tiempos que corren. Tiene 27 años de experiencia en escuelas públicas (“Son las que garantizan la formación de ciudadanos con un pensamiento democrático”, afirma) y es la directora –y personal único– de la escuela rural “25 de Mayo” del Paraje Pintos, en Punilla. Alcalde recibirá hoy, junto a otros tres docentes, la distinción de Maestra Ilustre Provincial, que otorga el Ministerio de Educación de Córdoba.
La escuela está rodeada de cerros, bajando por Cuchi Corral, a 18 kilómetros de La Cumbre y a un kilómetro del río Pintos. En medio de un paisaje bucólico con noches estrelladas y la paz de la naturaleza, estudian 19 niños de 11 familias. 10 nenas, nueve varones. 12 viven en la escuela de lunes a viernes, junto con la preceptora Roxana Lescano y a Silvia que, pese a no tener la obligación de quedarse a dormir, se queda.
La “25 de Mayo” es una escuela albergue que también acoge a pequeños de la comuna Las Cañadas, Agua de los molles y de otros poblados que llegan en burro, caballo, bicicleta, en un Rastrojero viejo o caminando tres kilómetros.
Todas las familias se dedican a la producción agropecuaria. Unos, a mayor escala y otros son pequeños productores de cabras y de alimentos orgánicos: harinas de algarrobas, café de mistol, verduras y frutas.
“La tarea es mucha. No tenemos personal de limpieza ni mantenimiento, sólo cocinera y un ayudante en el día; en la noche, nadie. Doy clase a todos los niños. Tres de jardín de infantes y los otros 16, de primero a sexto grado”, cuenta Silvia. Asegura que vienen de realidades culturales y sociales muy diferentes.
La llegada de Alcalde a la institución, en febrero de 2017, revolucionó a la escuela. Comenzó organizando la biblioteca para incentivar la lectura y la escritura, ideó “mesas de juegos matemáticos” para desarrollar entretenimientos cognitivos e incorporó la enseñanza del ajedrez. Diseñó proyectos de forestación y huerta, astronomía y ecología mientras le sacaba provecho a recursos de internet y a la televisión satelital. Desempolvó un telescopio electrónico con el que observan las estrellas con la ayuda de profesionales de la Facultad de Matemática, Astronomía, Física y Computación (Famaf), de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), que se acercan a dar charlas sobre astronomía.
La transformación de la institución acercó a los vecinos y, en poco tiempo, se convirtió en un espacio comunitario. Allí se gestionan trámites, se recibe a los médicos porque no hay dispensario en la zona y se concentra la vida de los pobladores rurales. “Las familias toman la escuela como lugar de reunión porque no hay otro. Cualquier necesidad que la gente tiene, viene a plantearla a la escuela, como si fuera una comuna o una intendencia”, enumera.
“La escuela se hizo más visible en la comunidad, se abrió a la par- ticipación de los padres. Todas las escuelas, cuando la directora se jubila, pasan por un período de transición. Estaba un poco abandonada”, refiere Alcalde, en relación a los primeros tiempos.
“Los baños no funcionaban, las puertas estaban trancadas, la biblioteca estaba guardada en cajas, había un telescopio electrónico de última generación que no se usaba. Lo que hice es lo que hubiera hecho cualquiera: utilizar todos los recursos que estaban al alcance”, subraya.
Silvia gestionó con insistencia la apertura de la jornada extendida para sumar saberes y ampliar horizontes. Tres de los docentes de ese espacio son de la comunidad, con título universitario. “Eso fue un golazo porque ningún docente de jornada extendida quiere viajar mucha distancia por malísimos caminos”, cuenta.
El docente de Ciencias Naturales es un rol que comparte un papá de la escuela –que sabe de huerta, jardinería y forestación– con una doctora en Biología. El hombre también enseña ajedrez.
El proyecto de inglés lo lleva adelante una norteamericana, que reside en la Argentina desde hace años y es mamá de alumnos de la escuela.
Literatura y Tics (Tecnologías de la información y comunicación) están a cargo de Alcalde. Es un espacio abierto donde invita a personalidades: una difusora de Jorge Luis Borges en las escuelas viaja de manera periódica desde La Cumbre.
La biblioteca tiene la colección completa del Plan Nacional de Lectura. Casi 400 libros. Y hay propuestas de folklore, astronomía y ecología.
Cuando la jornada escolar concluye, alrededor de las 17, los chicos quedan en manos de Roxana, la preceptora. Meriendan, tejen en telar, trabajan en la huerta, pintan y hacen pequeños manjares en el marco del proyecto de “Cocineritos”. A las 21, van a dormir y a las 7 de la mañana, todos los niños están de pie.
“Funciona como una familia y son niños muy tranquilos, no hay conflictos. Lo digo con orgullo, son muy buenos, se cuidan unos a otros. Los que están en sexto hace siete años que viven en el albergue. Es su casa. De las 11 familias, sólo tres tienen baños instalados en su casa. La ducha, el baño, la calefacción es algo que pueden gozar en la escuela”, cuenta la directora.
El sueño del secundario
El próximo desafío es conseguir que el Ministerio abra un secundario en el mismo edificio. La escuela más cercana está a 40 kilómetros, en Pampa de Olaen. “Algunos chicos que egresaron están yendo, pero son menores de edad que viajan en moto todos los días. Ese secundario no tiene Paicor. Es un sacrificio grande y riesgoso”, sostiene.
El año que viene habrá 10 niños en condiciones de cursar el secundario. Cuatro que egresan en el Paraje Pintos y otros seis que terminaron la primaria el año pasado y no están asistiendo a la escuela.
“Están fuera del sistema porque sus padres no se animan a enviarlos a estos lugares tan lejanos debido a que no hay ningún tipo de transporte. Sólo una familia tiene buen nivel económico y su hijo estudia a distancia. Las otras 10 familias no tienen recursos para mandar a los chicos a la escuela”, remarca.
El placer de enseñar
Silvia cuenta que educar a niños en zonas rurales es muy gratificante. Lejos de la sociedad hipercomunicada, los chicos que viven en ámbitos rurales son como una esponja: absorben todo lo que se les ofrece.
“Lo que trato de hacer es dotarlos de herramientas básicas. La lectoescritura es fundamental, la comprensión, el gusto por la literatura. Le dedicamos mucho tiempo a eso. Hay proyectos de poesía, de susurradores. Teatro, títeres. Si ellos pueden comprender textos, después van a tener todo un mundo”, asegura la docente en diálogo con este medio. “El fracaso actual en la educación es que no comprenden lo que leen, son muy visuales”, añade.
Si tuviera que volver a elegir, Silvia sería maestra. “Lo principal que me ha dado la docencia es trabajar con niños. Es fabuloso ver cómo un niño aprende a leer y escribir, cómo descubre el placer con un libro de cuentos, cómo resuelve una situación problemática, verlos jugar. Para mí, eso no tiene precio y siempre digo que al ver lo que son los otros trabajos, no dudaría en volver a ser maestra”, concluye.