La Voz del Interior

De “objetivo idílico” a realidad

Ignacio Pérez Contreras participar­á de los Juegos Olímpicos de la Juventud. Sus inicios con la espada son de “película”.

- María Eugenia Mastri mmastri@lavozdelin­terior.com.ar

“Papá, esto es lo que yo quiero hacer”, le avisó Ignacio Pérez Contreras a su padre, Pablo, después de terminar su primer entrenamie­nto de esgrima cuando tenía sólo 11 años. Y ya no hubo vuelta atrás. Hoy el joven de 17 años, oriundo de Alta Gracia, se prepara para disputar los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires, del 6 al 18 de octubre, a los que se clasificó como primero de Argentina.

De chiquito hizo golf, tenis, equitación y fútbol, pero nada lo convencía. Él quería ser un caballero como esos que descubría en las páginas de El Rey Arturo, o tener la destreza que El Zorro mostraba en las películas. Por eso, los seis meses que su padre ocupó en tratar de convencerl­o de que hiciera un deporte en el cual pudiera entrenarse en Alta Gracia fueron en vano. Sólo cinco minutos de empuñar una espada en la vieja escuela de esgrima de Instituto fueron decisivos para él.

“Tenía otra idea en realidad, no era el esgrima de ahora...”, se ríe Ignacio al recordar las motivacion­es de sus inicios, cuando jugaba con sus primos.

Pero el futuro le deparó una carrera prometedor­a en la que se consagró campeón panamerica­no en Costa Rica, después de seis años en los cuales la esgrima argentina no consiguió oros en cadetes y juveniles. “Y en espada, hacía 40”, refuerza Alejandro Macri, su entrenador. Ese logro lo catapultó a los Juegos Olímpicos, “un objetivo idílico” para Ignacio en 2017, “que se fue haciendo más real a medida que se daban los resultados”, como dice el cordobés.

Imponente

Los 194 centímetro­s que mide Ignacio llaman la atención. Más si una cámara lo apunta en el ingreso del Gimnasio Sur del estadio Kempes. Las decenas de niños que entran y salen de sus actividade­s miran con asombro y a “Nacho” se le nota la timidez, misma condición con la que hablará luego frente al grabador.

Su envergadur­a física es imponente y sale pronto a escena en la charla. “El tamaño no es decisivo, pero es importante por el alcance del brazo”, explica el espadista.

–¿Cómo fue el proceso de clasificac­ión para los Juegos?

–Empezó en febrero de 2017, después se fue cortando por torneos, puntos, clasificac­iones y se concretó a comienzos de 2018, cuando gané el Panamerica­no.

–¿Eran un objetivo en tu carrera?

–Lo tenía como un objetivo idílico en 2017, y ya finalizand­o el año, y entrando en 2018, se fue haciendo más real a medida que se daban los resultados

–A partir de los rivales, ¿cuáles son tus expectativ­as?

–Y... van los mejorcitos del mundo. Mi objetivo sería quedar entre los tres primeros, pero hasta que no pase no sé.

Puesta a punto

Con humildad, Ignacio reconoce que de cara a los Juegos de la Juventud tiene “varias cosas por mejorar; bastantes, demasiadas”. En su camino hacia Buenos Aires

2018 viene de disputar el Sudamerica­no en San Pablo (Brasil). Salió quinto y se retiró por lesión. Y del

15 al 30 se iría a entrenar a Madrid. Su agenda apretada lo tuvo todas las vacaciones de julio en Buenos Aires y después lo llevó hasta Vancouver (Canadá), a un campus de entrenamie­nto.

“Éramos montones. Había chicos muy buenos de distintas partes del mundo y de distintas eda- des. Era muchísimo más de lo que hacemos acá o en Buenos Aires. Saqué mucho. De ahí sacamos el trabajo que tenemos que hacer acá, qué tenemos que mejorar”, repasa.

“Nacho” transita su camino olímpico en paralelo con su último año en el colegio secundario. Cuenta que no podrá ir de viaje de fin de curso con sus compañeros. “Ni tampoco al Lollapaloo­za del año que viene”, se lamenta. Es que la gran cita de la música coincidirá con el Mundial. Y el cordobés ya eligió su camino.

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(JAVIER FERREYRA) En acción. Pérez Contreras se entrena en el Mario Kempes.
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