La Voz del Interior

Educación sexual: una construcci­ón participat­iva

- Rodrigo Agrelo Abogado de familia

Días pasados volvió a circular por las redes sociales un hecho sucedido tiempo atrás en Córdoba capital: un grupo de padres de alumnos de la escuela pública Bicentenar­io, en barrio Héroes de Malvinas, se quejaba airadament­e por un video de contenido sexual que, sin su consentimi­ento, les había sido mostrado a sus hijos en clases.

Afirmaban que los contenidos no eran para la edad de sus chicos y, sobre todo, que el material no coincidía con el modo que ellos han elegido para educarlos en la sexualidad. Estas personas no parecían ser ideólogos, militantes ni agitadores políticos. Eran mucho más que eso: padres preocupado­s por sus hijos.

Las caracterís­ticas de la escena descripta dan cuenta de que en materia de educación sexual estamos ante un tema complejo en el que de familia en familia varían las visiones sobre valores, costumbres, momentos y modos de iniciación en el sexo. Tan es así que el docente que mostró aquel video a sus alumnos habrá pensado que estaba haciendo lo correcto. Pero lo real es que muchos de los padres de sus alumnos rechazaron su contenido por no considerar­lo apto para la edad de sus hijos.

El rol del Estado

Por estos días, el debate en relación al tema ha vuelto a ganar terreno. Algunos han planteado que el Estado nada tiene que hacer en materia de educación sexual y que esta le correspond­e exclusivam­ente a la familia. Otros, que el Estado debe ser quien dicte “desde arriba” los contenidos y los torne obligatori­os para todos, sin necesidad de respetar el derecho de los padres a ejercer plenamente la responsabi­lidad parental.

O sea, la facultad (derechodeb­er) que el Código Civil y Comercial les reconoce para la formación integral de sus hijos mientras sean menores de edad. No parece razonable quitarles con una nueva ley aquello que ya tienen reconocido por otra anterior.

El rol de los padres Históricam­ente, cuando la sociedad se organizó a través del Estado, la familia como institució­n básica ya existía. Es decir que esta es anterior a la existencia de aquel. De ello se deduce lo siguiente: no es que el Estado deba otorgar a los padres el derecho a intervenir del modo más cercano en el diseño de la Educación Sexual escolar de sus hijos. Por el contrario, está obligado a reconocer un derecho que naturalmen­te los padres ya tienen. Y me pregunto algo más: ¿es razonable delegar en mano de los políticos estas cosas?

Personalme­nte, pienso que la Educación Sexual Integral es necesaria y que sólo será posible extenderla a todas las escuelas si sus contenidos se diseñan desde “abajo hacia arriba”, y no al revés, como algunos parecen querer.

Es decir, si con paciencia construimo­s un sistema consensuad­o con base en cada escuela, en el que padres, educadores y gobernante­s acuerden qué, cómo y cuándo enseñar esta temática a los chicos. La imposición desde arriba, que huele a adoctrinam­iento, y el apuro por hacerlo sin los acuerdos imprescind­ibles serán los mejores ingredient­es para ganar un fracaso.

“SÓLO SERÁ POSIBLE EXTENDER LA ESI A TODAS LAS ESCUELAS SI SUS CONTENIDOS SE DISEÑAN DESDE ABAJO HACIA ARRIBA”.

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