La Voz del Interior

Los puesteros ya ocupan todo el parque Las Heras

Los fines de semana, más de cuatro mil vendedores colman las cuatro hectáreas. No hay controles municipale­s ni policiales. Estudian otros predios para situar los puestos.

- Verónica Suppo ciudadanos@lavozdelin­terior.com.ar

Nació a fines de 2011 cuando la Municipali­dad erradicó la venta ambulante de la peatonal. Desde entonces, creció sin control, y los fines de semana ya ocupa la totalidad de la extensión de un parque que ha dejado de ser tal.

La feria americana del parque Las Heras sumó en el último año más de 700 puestos, para sobrepasar los cuatro mil, con el consiguien­te colapso de toda la zona.

Los vendedores están organiza- dos y todos, desde los más humildes hasta algunos casi “potentados”, trabajan en cierta concordia. Entre ellos priman los que “tocaron fondo” en algún momento de los últimos años y que, por eso, se recostaron en esta actividad informal.

Desde la Municipali­dad, el secretario de Modernizac­ión y Desarrollo municipal, Marcelo Cossar, indicó que apuntan a refunciona­lizar el parque y señaló que no quedará como está en la actualidad. Estudian alternativ­as para radicar en otro espacio a los puesteros.

cá viene una familia en una camioneta y otra en un carro, y ambas venden lo que tienen”. Es la frase que usa Cristian, uno de los cuatro primeros puesteros de la feria americana del parque Las Heras, que a fines de 2011 llegó con sus mantas después de que la Municipali­dad de Córdoba decidió erradicar la venta ambulante de la Peatonal. Hoy, suman 4.168 puestos en un espacio público totalmente colapsado, ya que los vendedores ocupan las cuatro hectáreas cada fin de semana.

Desde el puente Centenario hasta el Antártida, el espacio está abarrotado de tablones, carpas, mantas y mesas repletas de ropa usada, indumentar­ia de segundas marcas, herramient­as, calzados, puestos de comida y elementos de coci- na. Todo producto, aunque esté en su etapa final de uso o a punto de extinguirs­e, está en la feria. Desde las 6 de la mañana, cada sábado y domingo, ya hay un puestero listo para empezar el armado. No hay un director ni un líder que los pueda organizar, y mucho menos presencia policial o de la Municipali­dad. El espacio se lo gana el puestero a medida que va llegando.

Cristian, junto con Juan, son dos de los vendedores con más tiempo en la feria. Ambos llegaron expulsados del mercado laboral. El primero se quedó sin empleo, trabajaba como encargado de Logística en Volkswagen; y el segundo, perdió su puesto de años en un banco. Se conocieron hace siete años y ambos empezaron vendiendo ropa usada con puestos próximos al puente Centenario, donde nació la feria. El tiempo en este lugar los

reconvirti­ó. Cristian fue viendo el negocio. “Acá todos los que llegan pasaron por la misma. Todos saben lo que es tocar fondo y empezar de cero. Y se trata de usar la cabeza un poco”, dice Cristian, quien pasó de mantero a ser uno de los hombres clave de este lugar, ya que alquila más de 100 tablones por día, a unos 50 pesos cada uno. Juan hace lo mismo porque tiene tablas y colocó baños químicos, que ofrece a 10 pesos por persona. Hoy es la fuente principal de ingresos para su familia porque, además, uno de sus hijos vende tablas para el asado y su hija, accesorios para celulares.

Si bien no hay reglas escritas, se debe respetar el espacio del vecino y recibir hasta el último feriante porque todos “tienen derecho a estar”. “Acá vemos gente bajar de unas camionetas gigantes, traen mercadería, venden a otros puestos; y al lado hay una familia que viene con una mochila para vender lo que tiene. No tienen las mismas necesidade­s, pero esto es para todos, quiénes somos nosotros para decir quién puede estar o no”, dice Cristian. “Sí, tratamos de que quede todo limpio, de pedir luminarias, de que haya cestos de basura, pero la gente cuida su lugar porque acá viene a trabajar con los chicos, y cada vez más”, agrega.

Por lo general, los últimos en sumarse a la feria se ubican en el extremo más cercano del puente Antártida y están menos armados: tienen una mochila con unas pocas prendas que se mezclan con productos en desuso. En este punto, hay ropa desde 10 pesos, con precios que van en aumento hasta llegar al otro extremo, en el puente Centenario.

Una soga con perchas abre este espacio: es el primer puesto con

jeans a 30 pesos, vestidos de novia a 100, un saco a 30, un peluche de sapo a 30 y una pava a 300. Todo junto en una marea de pasillos con mercadería que llevan vecinos con diferentes necesidade­s.

Como Carina, que vive en el Cerro de las Rosas, y su amiga Belén, del Centro. Ellas llevan cuatro fines de semana como puesteras y la estrategia que usaron fue juntar prendas de segundas marcas de sus casas o de amigos para ponerlas a la venta por 50 pesos. Ambas trabajan en relación de dependenci­a y son parte de los feriantes que se sumaron en los últimos tiempos. “Nos dimos cuenta de que teníamos ropa nueva, que no usan nuestros hijos, que se ponen las cosas pocas veces y ya la quieren cambiar, y empezamos a juntar. Y la verdad es que nos va muy bien. Vendemos siempre que venimos, aunque la clave fue poner todo a 50 pesos. Salvo cosas muy lindas, como una campera de mi viejo, que la pusimos a 250 pesos, nueva”, cuenta Carina.

Casi pegada a ellas, hay un puesto de otra mujer con una realidad distinta. “Trabajo en la semana por hora, como empleada doméstica, y la feria me ayuda porque no llego a fin de mes. Y hay que decir la verdad: voy a las iglesias a pedir ropa, la lavo, la plancho bien y la traigo para vender”, explica.

LA FERIA LLEGA A TENER HASTA 10 CORREDORES CON TABLONES, CARPAS Y MANTAS EN LAS QUE SE EXHIBE ROPA USADA DESDE 10 PESOS.

Por lo general, quienes tienen un puesto trabajan durante la semana para juntar la mercadería que ofrecerán. La selecciona­n y la arreglan, por esa razón hay manteros más organizado­s que se dedican a la venta por rubro. “Yo soy la señora de las perchas, así me conocen acá en la feria, porque soy una de las primeras”, se presenta Mirta Arce, de barrio Villa Siburu. “Empecé, como muchas, a venir sola. De la época del trueque, cuando arranqué con lo que me había quedado y no paré porque esto es mi segunda casa. De acá, sacamos para comer, hacemos amigos, cuidamos a los hijos”, dice y se emociona. Ella siempre tiene una conservado­ra con comida y bebida para darles a los más pequeños, mientras sus madres trabajan. “Esto es una gran familia, todos saben lo que es pasarla mal”, asegura.

Unos metros más adelante, están en un puesto Estela y María Elena. Son de las primeras que llegaron, hace más de siete años. “Empezamos con unas blusas y con el tiempo fuimos haciendo los soportes, armamos percheros. Es un lugar para todos, venden perros, gatitos, comida. Al lado puedo tener un puesto de empanadas, y todos lo necesitamo­s”, dice la mujer de barrio Pueyrredón, quien frente a ella tiene a Beli, un turco que lleva un año y medio en Córdoba. Junto con su esposa trabaja en un restaurant­e de comida turca en la semana, y los sábados y los domingos hacen empanadas árabes, baklava y shawarma. “Vendemos muy bien, y la gente es muy amable”, asegura Beli, quien tiene de vecina a una verdulera boliviana.

“Acá no hay un jefe, todos tienen lugar, aprendimos de cada cosa que pasa, a tener los pasillos despejados, por si pasa algo. No hay Policía. ¿Para qué? Nos cuidamos”, dice otra mujer que vende ropa de bebé. Y tiene cierta razón: las reglas las imponen ellos.

“Acá todos saben lo que es tocar fondo, tratamos de tenerlo limpio, de cuidar. Esto está abierto”, insiste Cristian, quien recorre la feria de punta a punta para repartir los tablones. “Ven esa familia con una valijita. Seguro que están empezando, y así cada fin de semana”, insiste.

LOS QUE TIENEN MÁS POSIBILIDA­DES ALQUILAN A LOS PUESTEROS MÁS VIEJOS TABLONES A 50 PESOS CADA UNO PARA EXHIBIR LA MERCADERÍA.

“ACÁ NO HAY UN JEFE, TODOS TIENEN LUGAR. NO HAY POLICÍA, ¿PARA QUÉ? NOS CUIDAMOS ENTRE TODOS”, DICE UNA DE LAS VENDEDORAS.

 ?? (JOSÉ HERNÁNDEZ) ?? Todo usado. Estela y su prima, María Elena, son de Pueyrredón. Fueron de las primeras en llegar a la feria hace siete años. “Cada vez llega más gente con su manta”, contaron.
(JOSÉ HERNÁNDEZ) Todo usado. Estela y su prima, María Elena, son de Pueyrredón. Fueron de las primeras en llegar a la feria hace siete años. “Cada vez llega más gente con su manta”, contaron.
 ?? (JOSÉ HERNÁNDEZ) ?? Toldos. Los que llevan más tiempo en el parque montan carpas y gazebos con ropa y comida.
(JOSÉ HERNÁNDEZ) Toldos. Los que llevan más tiempo en el parque montan carpas y gazebos con ropa y comida.
 ?? (JOSÉ HERNÁNDEZ) ?? Variedad. Hay vendedores turcos, bolivianos y haitianos, entre cordobeses de todas las barriadas.
(JOSÉ HERNÁNDEZ) Variedad. Hay vendedores turcos, bolivianos y haitianos, entre cordobeses de todas las barriadas.

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