La Voz del Interior

Los especialis­tas llaman a conciliar usos y necesidade­s

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Nació en 1889 con el nombre de Elisa, en homenaje a la esposa del entonces presidente Miguel Juárez Celman, y se convirtió en el primer parque urbano de la ciudad y el más cercano al Centro, para luego llamarse parque Las Heras. Conservó hasta 1961 unas rejas imponentes y quienes tienen más años lo recuerdan por una fuente central con base en mármol de Carrara y estatuas fundidas en Francia. Ya poco de esto queda, casi nada. Más que los mismos árboles añosos de siempre y el río como vecino inseparabl­e de esta zona. El resto es historia. Entonces, ¿hay que aferrarse a un parque perdido? o ¿respetar el nuevo uso que hacen los vecinos para la feria?

Los estudiosos en urbanismo y en los comportami­entos ante lo público y lo privado son concluyent­es: la ciudad perdió un espacio verde por la falta de orden.

Cristian Nanzer es arquitecto, profesor e investigad­or de la Universida­d Nacional de Córdoba, como titular de la cátedra Arquitectu­ra 3D y 5B, en la Facultad de Arquitectu­ra, Urbanismo y Diseño, y además, conoce la realidad del parque como pocos porque es vecino. Cuando se le pregunta sobre cómo lo ve, su respuesta es directa: “Al parque se lo erosionó”. “Lo dinámico de esto hizo que se perdiera el parque, que se convierta en una saladita con el aval mismo del municipio porque tal magnitud de la feria no la soporta este espacio público”, explica. A la pregunta sobre cómo se deben pensar estos espacios, cuando el uso mismo del vecino lo convirtió en un sitio de venta ambulante, antes de un lugar de recreación al aire libre, expresa: “La primera excusa fue sacar a los vendedores ambulantes del Centro, pero fue una ingenuidad total porque hoy hay gente que hace todo tipo de negocios, la gente no tiene que estar en un sitio en situacione­s que son insalubres. Esto no existía y la misma Municipali­dad lo habilitó, esta es la diferencia con otras plazas a las que la gente va a vender”.

Para el arquitecto, existe una demanda de quienes necesitan vender que no está tampoco atendida, con condicione­s e infraestru­ctura, y otra de quienes desean usar la costa del río o del espacio verde que tampoco puede completars­e.

Una nueva oportunida­d Martín Maldonado, investigad­or asistente del Conicet en el Instituto de Investigac­ión y Formación en Administra­ción Pública y de la Universida­d Nacional de Córdoba, aporta una mirada sobre el uso de lo público y cómo repensar estos espacios en los que el vecino los toma como propios o los ocupa. “Se trata de ordenar con criterio, dar un orden para responder a las necesidade­s de quien necesita ir a vender el pan casero para vivir, pero también que exista cierta justicia ante la panadería que está al frente y paga sus impuestos”, dice el investigad­or.

“Es ordenar con criterio de distribuci­ón, de justicia social, en el que se incluya a todos, al que vende, al que tiene un negocio y al consumidor”, describe Maldonado, como una salida para entender el fenómeno de las ferias y de la ocupación del espacio.

Por lo que describe una situación alentadora ante la crisis: “Es una linda oportunida­d que tenemos para dar un ordenamien­to distinto, pensar, por ejemplo, en concesione­s rotativas, con puestos rotativos, con participac­ión de organizaci­ones, con una mirada de un parque integrado, una concertaci­ón entre todos”.

VENDÍA LO QUE ME HABÍA QUEDADO DEL TRUEQUE HACE SIETE AÑOS. HOY ES MI SEGUNDA CASA.

Mirta, vendedora de Villa Siburu

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(JOSÉ HERNÁNDEZ) Todo a la venta. La ropa se apila en tablones. De 6 a 20, hay movimiento los fines de semana.
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