La Voz del Interior

Pros y contras de los subsidios al transporte

- Juan José Pompilio Sartori Doctor en Economía

Según la teoría económica, el otorgamien­to de subsidios es una forma de intervenci­ón, y su aplicación se justifica si permite maximizar el bienestar dada la existencia de alguna falla en el mercado y si los beneficios sociales obtenidos más que compensan algunos efectos no deseados.

Existen argumentos a favor y en contra de la aplicación de subsidios al transporte urbano de pasajeros.

Pros: si ayudan a mejorar la calidad de los servicios, esto provoca un mayor uso y una disminució­n de costos de prestación por usuario (economías de escala); el efecto sobre las externalid­ades que provoca el transporte privado (por ejemplo, la reducción de la congestión vehicular, la disminució­n de accidentes y de la polución ambiental).

Contras: mayor presión tributaria; externalid­ades negativas impuestas por unos usuarios del sistema de transporte masivo a otros; un sistema subsidiado puede incrementa­r la demanda de viajes al hacer que aumenten los tiempos de espera de otros usuarios; y no incentiva a las empresas a minimizar costos.

Ante la situación actual, la eliminació­n de los subsidios y el consecuent­e aumento de las tarifas podrán generar un aumento de la congestión del tránsito urbano, dado que desincenti­vará el uso del transporte público e incentivar­á el uso del transporte privado (autos y motos); incluso incentivar­á el uso de automóvile­s en mal estado.

Además, al disminuir la demanda de uso del transporte público masivo, la presión por aumentos de tarifas se retroalime­ntará.

Mantener los niveles de subsidios o una gran parte de ellos, al menos en el corto plazo, prevendría de peores situacione­s en el tránsito urbano.

Dado que la situación fiscal de algunas provincias y municipios puede no ser tan holgada como lo indica el ministro de Economía de la Nación, los subsidios se podrían financiar, por ejemplo, con aportes de los propietari­os y usuarios de automóvile­s utilizando la contribuci­ón sobre automotore­s o, como lo hacen ciudades de otros países (Londres, Singapur, Oslo o Estocolmo, por ejemplo), cobrando tarifas de congestión al ingresar con el vehículo a zonas urbanas específica­s.

De esta manera, los usuarios de vehículos privados estarían contribuye­ndo a sostener el sistema de transporte público masivo y, a la vez, beneficián­dose de un tránsito menos congestion­ado o, por lo menos, previniend­o un tránsito más congestion­ado.

Habrá que determinar qué aporte estarían dispuestos a realizar los conductore­s de vehículos privados para obtener estos beneficios “para todos”, y evaluar si con esos aportes alcanza para mantener las tarifas del transporte masivo en términos reales.

Sería necesario que se aplicara esta política en todas las ciudades de una provincia o de la Nación, de manera de prevenir el cambio de domicilio del propietari­o del automóvil y el cambio de radicación del automóvil hacia ciudades que no lo apliquen.

Siempre es buen momento para que, como ciudadanos responsabl­es, pensemos en el bienestar de todos y estemos dispuestos a realizar aportes que generarán beneficios sociales de los que podremos disfrutar. ÁJ IGHHKJFN ÉF LFNKNM

“AL DISMINUIR LA DEMANDA DE USO DEL TRANSPORTE, LA PRESIÓN POR AUMENTOS DE TARIFAS SE RETROALIME­NTARÁ”.

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(PEDRO CASTILLO / ARCHIVO) Boleto. Sin los subsidios, pagan los usuarios.
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