La Voz del Interior

Vocación nepotista

- ACOMODOS EN EL ESTADO

Parecía que el escándalo por el nombramien­to de Natalia Obon, la novia del senador Julio Cleto Cobos, como secretaria de la Cámara de Apelacione­s de Mendoza había quedado sepultado con cierta elegancia la semana pasada.

Con rápidos reflejos, la mujer involucrad­a dio un paso al costado y renunció al cargo antes de que su factótum, el propio Cobos, tuviera una segunda cita con la historia, esta vez no tan trascenden­te como su famoso voto “no positivo”, sino sólo decepciona­nte, por inscribirs­e en esa vieja y repetida práctica nacional denominada “nepotismo”.

La designació­n de la recién recibida abogada Obon (tras cursar la carrera a distancia) impactó en los medios por diversos motivos: el sueldo de 85 mil pesos, la falta de concurso o de terna de aspirantes y la firma del ya casi extitular de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Ricardo Lorenzetti.

Pero, más que elegante, la renuncia se reveló forzada o al menos calculada, y resulta evidente que el conato de escándalo no le sirvió a Cobos como un baño de conciencia cívica. Porque esta semana su pareja volvió a ser nombrada a instancias de él como asesora en el Senado nacional, cargo que tenía desde diciembre de 2015.

Una resolución de la Secretaría Administra­tiva del Senado, fechada el 20 de septiembre, muestra que el senador por Mendoza realizó el pedido de dejar sin efecto la baja de Obon, la que había solicitado el 17 de este mismo mes.

Es lógico que cualquier ciudadano argentino, sea profesiona­l o no, consciente de cuánto cuesta conseguir un trabajo, conservarl­o y obtener un salario digno, se pregunte acerca de la idoneidad de esta mujer, cuyos antecedent­es, más allá de la relación sentimenta­l con Cobos, se reducen a su experienci­a como licenciada en Nutrición y a un título de abogada obtenido hace un año.

Tal vez lo más doloroso de este y de otros casos sea constatar hasta qué punto Cobos es el espejo en el que muchos de nosotros podríamos mirarnos, quienes, puestos en su lugar, probableme­nte haríamos lo mismo. O sea, la naturaliza­ción de que la anomalía es lo que nos caracteriz­a y es inútil tratar de disimularl­o.

Por ese motivo, la responsabi­lidad de los causantes es mayor, dado su incumplida obligación de demostrar que las cosas pueden ser distintas.

El senador mendocino ha preferido callar ante el inevitable rebote mediático del episodio, acaecido no por un error, sino como consecuenc­ia de la íntima convicción de que a algunos todo les está permitido.

La práctica del nepotismo no es exactament­e corrupción, pero le allana el camino a la irregulari­dad moral, que es el primer paso en ese sentido.

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