La Voz del Interior

Escuelita de fútbol.

Juan “Cocay” Salas es jugador de la cuarta de AFA de Belgrano. Armó una escuelita de fútbol en su barrio de Villa Allende para enseñar y ayudar a los chicos del sector.

- (F. LUQUE)

Juan “Cocay” Salas es jugador de la cuarta de AFA de Belgrano. Enseña y ayuda a los chicos en Villa Allende

“¡Cocay!, ¡Cocay!”.

Juan Carlos Salas cierra los ojos y sueña que está entrando al Gigante de Alberdi vestido de celeste, en la tarde de su debut en Primera. Y que la tribuna entera corea su apodo: “¡Cocay!, ¡Cocay!”.

Pero no, los abre y está acá. En la realidad. En la canchita de Las Moras, en el humilde barrio Español de Villa Allende.

Y son los chicos los que le gritan: “¡Cocay! ¡Cocay! ¿Hay práctica hoy?”.

De acá salió Juan. Acá esquivó las primeras patadas cuando era un niño. Y acá sigue estando, a sus 19 años.

“Cocay” Salas es aquí el ídolo de los niños, porque es el jugador del barrio que está allá, bien arriba, cerca de debutar en Primera.

Salas es jugador de Belgrano, actualment­e de la cuarta de la AFA y también ha jugado más de 10 partidos en la reserva celeste.

El gran sueño de ser futbolista profesiona­l se siente cerca, pero eso puede ser traicioner­o. Te puede llevar a olvidar tus raíces.

No es el caso de “Cocay”, que desde hace unos tres meses decidió darles una mano a los chicos del barrio.

Y empezó a entrenarlo­s dos veces a la semana (lunes y miércoles, por la tarde) para transmitir todo eso que el fútbol le ha dado a él. Pero principalm­ente esto: la chance de soñar.

“Yo tengo un hermano de 13 años que se llama Alan. También jugaba en Belgrano, pero por una cuestión económica no podíamos viajar los dos. Seguí viajando yo y empecé a entrenarlo a él y a los chicos del barrio. Un ‘profe’ de Belgrano me regaló unos conos que ya no usaba y conseguí unas pecheras. Y largamos...”, dice “Cocay”, un pibe alegre, soñador, comprometi­do.

En Belgrano juega de defensor o de lateral derecho. Arrancó en Quilmes de Villa Allende, luego pasó a Banco de Córdoba y, en 2011, desde Belgrano notaron su talento en un partido que lo tuvo en el equipo de enfrente. Lo invitaron a probarse y allá fue “Cocay”, que quedó selecciona­do y desde hace siete años es jugador del Pirata.

“Yo siento que el sueño está cerca. Sigo trabajando y peleando por tratar de cumplir ese objetivo, que es llegar a Primera. Desde que estoy en Belgrano siempre me tocó jugar en AFA y también jugué en reserva varios partidos; hice un gol. Una cosa hermosa que me pasó es viajar a Italia (a la Copa Vieraggio). Eso fue espectacul­ar. Viajar en avión, conocer esos lugares... Fue una locura”, agrega.

Juan para de hablar un segundo y vuelve con los chicos. Les da unos ejercicios para controlar la pelota y gambetear los conos.

Los chicos le obedecen, pero no son fáciles. “A veces me voy a mi casa con canas verdes... Son chicos criados acá, de andar mucho en la calle. Entonces, uno los quiere ayudar. Que me vean como un espejo, que se puede salir. Trato de que sean respetuoso­s, como me enseñaron a mí en el club. La calle tiene muchas cosas feas, hay mucha droga, delincuenc­ia. Entonces yo les quiero mostrar que se puede. Que si te calentás y esforzás, podés llegar a algo”, dice.

No todo es sonrisas

Para la familia Salas, la vida no ha sido sencilla, como para tantos que la luchan desde sectores marginales en el país.

Pero todo se complicó desde hace un año, cuando su papá Juan Carlos falleció por un ACV.

Era albañil y el sostén de una familia que componen, además, su mamá Silvina, que es cocinera en la Municipali­dad de Villa Allende, y sus tres hermanos, Sofía (juega en el femenino Belgrano), Alan y la mayor, Micaela.

“Desde que faltó mi papá fue todo muy cuesta arriba. Estuve dos semanas sin querer ir a entrenarme. Hasta que un día encontré en el celular un mensaje de él que decía que iba a ser feliz el día que me viera debutar en Primera. Ahí decidí volver y meterle con todo. Me puse las pilas. Mi viejo era todo, me apoyaba y me acompañaba siempre. Él me puso ‘Cocay’, porque de chico les decía así a los caballos. Y quedó para siempre”, cuenta el dueño del apodo y se emociona recordando a su papá.

Para ayudar a la familia, Juan además se transformó en el peluquero del barrio en los momentos más bravos. “Arranqué cortándole­s el pelo a unos amigos en la época esa en que empezó a faltar mi viejo. Hacía falta plata en casa. O al menos cubrirme mis gastos. Y, sin hacer curso ni nada, me animé. Ahora les corto a todos acá en el barrio y también a los compañeros del club”, se ríe.

En Belgrano es un pibe muy querido por su humildad y por su simpleza. Y todos le destacan sus ganas y su empuje.

“Me gusta mucho ayudar a los pibes del barrio. Acá empecé jugando yo. Estaba todo el día con la pelota. Se jugaban torneos barriales. Ahora armamos esta escuelita que todavía no tiene nombre, pero la idea es ir a jugar a otros barrios, llevar a los chicos a que vean otros clubes, otro mundo. Tenemos nada más que dos pelotas, pero vamos a tratar de conseguir más. Yo quería ayudar y dejar algo en el barrio. Transmitir lo que aprendí. Por ahí les sirve”, se sincera.

Se va haciendo de noche en el potrero de barrio Español, en Villa Allende, y un móvil policial pasa controland­o la zona.

Los chicos ya juegan el último picadito y “Cocay” los mira, se ríe de sus ocurrencia­s, les marca alguna cuestión futbolísti­ca. “Soltala antes, cabezón”, aconseja.

Por su viejo y por su familia, Juan sueña y pelea por ese mágico día que no sabe si llegará o no del debut en Belgrano.

Igual, los pibes del barrio ya lo saben. “Cocay” Salas es un chico de primera.

TENEMOS NADA MÁS QUE DOS PELOTAS. YO QUIERO AYUDAR Y DEJAR ALGO EN EL BARRIO. QUE VEAN QUE SE PUEDE SALIR Y SOÑAR.

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 ?? (FACUNDO LUQUE) ?? Los chicos lo siguen. “Cocay” es el ídolo de los pibes en barrio Español, de Villa Allende. Consiguió conos y pecheras para entrenarlo­s.
(FACUNDO LUQUE) Los chicos lo siguen. “Cocay” es el ídolo de los pibes en barrio Español, de Villa Allende. Consiguió conos y pecheras para entrenarlo­s.
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(FACUNDO LUQUE) Acá comenzó. Salas arrancó jugando en estos mismos potreros. Hace siete años llegó al Pirata.

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