La Voz del Interior

Trabaja 10 horas, suma deudas y reserva la carne para los chicos

- Matías Calderón mcalderon@lavozdelin­terior.com.ar

Son las 6 en barrio Santa Isabel Primera Sección. La mañana se apodera del día y se alcanzan a ver los primeros movimiento­s desde la ventana de la casa que habita Emanuel Minuti (32), un joven cordobés, trabajador y padre de dos hijos de 3 y 5 años.

Trabaja como preventist­a en la empresa Canna Mesil SRL, una de las importante­s distribuid­oras de la red oficial de la caramelera Arcor. Se mudó de firma hace poco tiempo persiguien­do una mejora salarial. Hace 10 años que se dedica a la misma actividad, luego de dejar comunicaci­ón social y el estudio de marketing en el Colegio Universita­rio IES.

“Tengo media hora hasta la planta, así que tomo estos mates y salgo con tiempo para organizar el día”, cuenta Minuti antes de subir a su moto. Su ritmo es acelerado a pesar de que no debe marcar tarjeta. Lo que lo tiene apurado son las visitas a los almacenes y los negocios: mientras más sean, crecen las posibilida­des de venta, y mayor será la comisión con la que hace la diferencia mes a mes.

Cambió de distribuid­ora porque empezó a notar que el sueldo le quedaba corto. Lo primero que hizo fue suspender el pago del cable, pero de inmediato tuvo que hacer otros recortes de gastos.

“De repente, no me alcanzaba para pagar la cuota de fútbol de mi hijo y quedé debiendo dos meses”, relató con resignació­n. En los últimos meses, todo se agudizó.

Cambio con privacione­s

Emanuel vive con su esposa y sus hijos en la casa de su madre, una jubilada provincial que actualment­e asume los gastos más importante­s de la vivienda. Su hermano menor completa el grupo de habitantes.

En el último año, la nafta y la comida –incluida la que tiene que comprar durante las horas de tra- bajo– se consumen la cuota de dinero que le sobra una vez que aporta al fondo de impuestos y servicios de la casa. “Si tuviera que alquilar, no podría hacerlo”, dice.

Para él, se acabaron las salidas familiares, sólo cuando es de suma necesidad, se permite comprar ropa, dejó de ir al súper para llenar el carro y empezó a vivir “al día”. Comen arroz o fideos cinco veces a la semana y, de vez en cuando, un poco de carne, que reserva para los niños. Abandonaro­n las actividade­s sociales como el fútbol, los asados y las juntadas con amigos.

“Tengo materiales de construcci­ón parados desde abril porque no podemos pagarle al albañil. Uno espera el aguinaldo, pero se va en deudas, ropa, zapatillas y cosas para la vida diaria”, se lamenta Minuti, que en la actualidad se baña con agua fría porque hace un par de semanas su calefón se descompuso.

Hace tres años sus objetivos de trabajo se medían en dinero. Actualment­e, a raíz de la inflación, su producción se mide en kilogramos vendidos.

Cobra un sueldo de 18.500 que a veces se incrementa con las comisiones por ventas. Por eso, hay días en que la jornada se alarga demasiado: la lista de deudas lo empieza a preocupar.

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