Córdoba, siempre de temporada... para austríacos
Ala hora de confeccionar su viaje por Argentina, Mathias Wehinger se informó sobre los principales atractivos turísticos del país. En su Austria natal, el joven estudiante planificó la travesía que por estos días lo tiene como visitante en estas tierras. Se informó, consultó y empezó a familiarizarse con nombres hasta entonces desconocidos: Iguazú, Rosario, Tierra del Fuego... Pero cuando pronunció la palabra Córdoba, su padre reaccionó al instante: “Tienes que ir allí. Es el sitio donde vencimos a los alemanes en 1978”.
Mathias nació en 1998, 20 años después de que aquellos muchachos encabezados por Hans Krankl derrotaron a Alemania 3-2 en el Chateau. Ese día, 21 de junio de 1978, Córdoba se despidió del Mundial y Austria ganó mucho más que un partido de fútbol. Porque la fecha quedó grabada para siempre en las efemérides del pequeño país centroeuropeo y excediendo ampliamente el ámbito estrictamente deportivo.
“¡Quería tener una foto en esta cancha!”, dijo el joven vienés este miércoles en el Kempes, tras cumplir el rito de los numerosos austríacos que, periódicamente, visitan el coliseo mayor cordobés atraídos por el imán de conocer el Spielplatz der Helden (el Parque de los Héroes), como lo llaman al estadio de la Docta. Es que el nombre de esta ciudad aparece con frecuencia en Austria como sinónimo de superación, sin necesidad de referirse al fútbol.
Un triunfo, una historia. En 1938, el seleccionado de Austria era conocido como el Wunderteam (equipo maravilla) y era liderado por Mathias Sindelar, una suerte de Messi de la época. Había clasificado al Mundial de Francia y para muchos era el principal candidato a quedarse con el título. Sin embargo, ese sueño se hizo añicos fuera de la cancha: el 12 de marzo de ese año, la Alemania de Hitler anexó a su vecino como un nuevo estado del Tercer Reich yel Wunderteam desapareció. El Mundial se disputó con un equipo menos.
En 1978, Austria regresó a los mundiales después de larga ausencia (sólo había participado en 1954 y 1958). Lo hizo con buen fútbol y logró el pase a segunda ronda tras igualar el primer puesto de su grupo con Brasil y superar a España y Suecia. Pero en la siguiente instancia, el equipo se derrumbó. Fue goleado 5-1 por Holanda e Italia selló su eliminación tras vencerlo 1-0. El choque ante su vecino Alemania, por la última fecha, lo encontró golpeado y sin chances, ante un equipo germano que era el campeón vigente y se jugaba nada menos que su pase a la final.
Los germanos eran claros favoritos y ganaban 1-0 al cabo del primer tiempo. Pero en el complemento, Austria sacó fuerzas de la adversidad y dio vuelta el marcador para imponerse 3-2 y derrotarlo por primera vez en una prueba oficial. Para los vencedores, ese episodio es conocido aún hoy como “El milagro de Córdoba”. Para los perdedores, en cambio, el resultado fue calificado como “la vergüenza de Córdoba”.
Al día siguiente, el diario alemán Bild informó que un hombre se había arrojado por la ventana en Berlín al no soportar la humillación, mientras que otro se abrió las venas. ¿Algo más? Sí, un periódico germano, el Süddeutsche Zeitung inventó un verbo: Cordobaverhindern (algo así como “evitar Córdoba”).
El publicista y pensador austríaco Hubertus Godeysen no tuvo empacho en señalar que Córdoba representó para su país “una venganza” de lo sucedido en 1866, cuando el ejército prusiano derrotó a los austriacos en la llamada Guerra Alemana que derivó en la fundación del Imperio Alemán.
La narración enloquecida del relator austríaco Edi Finger, quien abandonó todo formalismo al momento del agónico gol de Krankl, a un minuto del final, es hoy en ese país un clásico tan conocido como la 40ª sinfonía de Wolfgang Amadeus Mozart. Tal vez por ello, desde 2009 una calle vienesa lleva su nombre y un corredor del extremo noreste, lindante a la anterior, rinde homenaje a aquella gesta con la sugestiva denominación de Cordobaplatz, el lugar donde el orgullo austríaco cotiza en alza.