La Voz del Interior

Los abuelos y un vínculo irreemplaz­able

- Héctor Pedicino Pediatra

“Beto: estamos en comunicaci­ón con Julio, un abuelo que se presentó ante la Justicia para pedir que le dejen ver a su nieta”. Ese mensaje escucho, preocupado, en la radio mientras conduzco ya casi llegando al hospital.

La noticia me deja pensando en que la realidad es, en verdad, muchas realidades.

Los abuelos son también, muchas veces, protagonis­tas de las visitas al pediatra.

Es de mañana mañana y llega al consultori­o Francisco, de dos años, quien es traído por su abuela, a la cual ya conozco de anteriores visitas.

– “¡Hola, Fran!”, lo saludo. –”¡Abu!”, le dice él a su acompañant­e mientras la señala con su dedo y le regala una mirada tierna que vale mil palabras.

Apurada, y antes de despedirse, otra paciente, Rocío, me cuenta: “Me voy a comer milanesas a la casa de mi abuela”.

Juancito, en tanto, cuenta:

“A la bici la arregló mi abuelo”.

Y mil escenas y comentario­s así pasan por el consultori­o. Los abuelos dan y reciben afecto y suelen ser el refugio preferido en medio de los dolores y los retos.

Me pregunto: ¿Cómo alejar a los niños del relato emocionado del pueblito de calles estrechas del sur de Italia? ¿De las leyendas mágicas que significan las anécdotas de cuando ellos eran niños? ¿De las historias de la radio, cuando no había tele; de la tele, cuando no había ‘compu’?

Los abuelos son historiado­res que transitaro­n por la vida en aquellas épocas que hoy parecen lejanas, pero que para los niños son fascinante­s.

Cómo apartar a los niños de esos momentos privilegia­dos, si yo aún los disfruto. Medio siglo después, sobrevuela­n las palabras, los gestos y muchos momentos compartido­s con esas figuras familiares. Las tostadas con pan casero y manteca de los desayunos cuando me quedada a dormir en sus casas.

Los abuelos cuidan cuando hace falta, son como padres con mucho tiempo disponible.

Los abuelos son imprescind­ibles, nos dan una mirada experta de la vida.

Espero que Don Julio pueda reencontra­rse en un abrazo con su nieta. Y no sólo por usted, Julio, sino por la felicidad de ella y por los recuerdos que debe comenzar a guardar.

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