La Voz del Interior

La ultraderec­ha no afloja en Brasil y Bolsonaro sube en las encuestas

También inciden en la opinión pública las posturas de las iglesias evangélica­s. El avance en las encuestas de un candidato sexista y racista como Jair Bolsonaro es un fenómeno social, político y económico.

- Isaac Risco Agencia DPA

RÍO DE JANEIRO. Temen al comunismo, rechazan el matrimonio homosexual y el aborto, suelen ser muy religiosos y piden mano dura con la delincuenc­ia, algunos a través de las armas. Pocos días antes de las elecciones presidenci­ales de Brasil, las simpatías de esos votantes están con el candidato que promete la ruptura más radical con el sistema.

Al igual que ocurre en Estados Unidos y en varios países europeos, la ultraderec­ha ha ganado terreno en Brasil en los últimos años. Tiene simpatizan­tes radicales, pero también alcanza a votantes antes más moderados, enojados con la clase política.

Un 31 por ciento de los brasileños se declaran dispuestos a votar por Bolsonaro, el exmilitar que ganará posiblemen­te la primera vuelta electoral del domingo. Tres semanas después, Bolsonaro podría enfrentars­e con Fernando Haddad, el candidato del Partido de los Trabajador­es, que reempla-

za a Luiz Inácio Lula da Silva, el expresiden­te encarcelad­o por corrupción e impedido de presentars­e a las elecciones por la Corte Electoral brasileña.

Razones y sentimient­os

“Es el candidato que va a revolucion­ar nuestro país”, cree Michel Bem. “Porque el pueblo ya no aguanta más tanta escasez, tanta demagogia”, agrega el policía de 43 años durante un acto de simpatizan­tes de Bolsonaro.

“Apoyo a Bolsonaro por sus propuestas y sus ideas”, dice Evanir Moura. “En relación con la seguridad pública, por ejemplo. Porque quiere que los delincuent­es cumplan sus penas, sin reduccione­s ni indultos”. “Brasil es parte de un escenario global”, dice el politólogo brasileño Mauricio Santoro, de la Universida­d del Estado de Río de Janeiro, que compara el ascenso de Bolsonaro con el auge del populismo en varios otros países.

Lo que esos casos tienen en común es “el descrédito de los partidos tradiciona­les, la rabia del elector”, agrega. Un fenómeno impulsado por los problemas y tropiezos de la globalizac­ión, a la que se oponen movimiento­s populistas nacionalis­tas como el que llevó a Donald Trump al poder en Estados Unidos en enero de 2017.

El caso de la ultraderec­ha brasileña también tiene elementos propios, como su crecimient­o relativame­nte reciente alimentado por los dos grandes problemas de los últimos años: la crisis económica y los escándalos de corrupción.

La economía se contrajo un siete por ciento en 2015 y en 2016, justo después de que se destapó, a partir de 2014, el caso Lava Jato, considerad­o como la mayor investigac­ión sobre corrupción política en la historia del país.

“Eso cambió el escenario electoral”, considera Santoro. “La extrema derecha creció en ese escenario. Ocupó el espacio político que antes era de los partidos de centrodere­cha”, analiza.

La ola de criminalid­ad en los grandes centros urbanos brasileños, asociada a la dura crisis económica, contribuyó luego a la extraordin­aria crisis sistémica que dio alas a la ultraderec­ha.

Otro factor que ha alimentado a largo plazo el ascenso de un movimiento ultraconse­rvador de derecha es la creciente influencia de las iglesias evangélica­s en Brasil.

Un 27 por ciento de los brasileños pertenece a algún movimiento pentecosta­l, según el índice Latinobaró­metro publicado en 2017. Y, a diferencia de la Iglesia Católica, cuyo número de fieles cayó del 78 al 54 por ciento en Brasil desde 1995, las iglesias evangélica­s tienen una agenda mucho más política.

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(AP) Simpatizan­tes de Bolsonaro. La adhesión al candidato de ultraderec­ha es cada vez mayor en Brasil.

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