La Voz del Interior

Las dos incertidum­bres de la recesión

- Edgardo Moreno Doble tilde emoreno@lavozdelin­terior.com.ar

El nuevo acuerdo que firmó la Argentina con el Fondo Monetario Internacio­nal estuvo precedido por la suba sostenida de la cotización del dólar. Por eso, todas las miradas posteriore­s al acuerdo hicieron foco en el funcionami­ento de las bandas de flotación previstas para el dólar.

Esa expectativ­a tenía, además, un contenido político. Todavía hay dudas sobre el grado de resistenci­a de la nueva gestión del Banco Central ante los desafíos del mercado. En especial ahora, que está alineada con el Ministerio de Hacienda y se ató las manos admitiendo límites estrictos para intervenir.

Aunque en las primeras jornadas Guido Sandleris consiguió que la fiebre del dólar baje un poco –subiendo aún más las tasas de rendimient­o en pesos de cortísimo plazo para el sistema bancario–, las mismas autoridade­s del Central advierten que la volatilida­d cambiaria persistirá un tiempo más.

La expectativ­a por el funcionami­ento de la nueva política monetaria está justificad­a por la lógica de los antecedent­es, pero omitió algunos aspectos de la letra chica del acuerdo con el Fondo. Como la actualizac­ión pautada de los márgenes de las bandas de flotación.

De a poco, la obsesión por las oscilacion­es del tipo de cambio comienza a ceder ante otros aspectos no menos relevantes, como la rígida ortodoxia convenida para el comportami­ento de la base monetaria.

En ese punto, la Argentina firmó un compromiso de crecimient­o nominal del cero por ciento. A la vuelta de un año, la base monetaria se contraerá un 35 por ciento.

Con esa astringenc­ia de pesos, el objetivo de equilibrio fiscal será más accesible. El déficit cero es el segundo cero comprometi­do con el Fondo.

Pero lo que venía siendo una economía con índices tenues de reactivaci­ón perforará el piso del crecimient­o económico. De eso se trata la recesión.

Como el aumento de los precios estimado en los papeles reservados del oficialism­o tiende a superar el 40 por ciento para este año y más de la mitad de ese índice para el año que viene, el ajuste habrá sido otra vez a través del impuesto inflaciona­rio.

La reapertura de paritarias será de ahora en más el escenario de la puja para atenuar ese impacto en el salario. Con la amenaza del desempleo, ni las organizaci­ones gremiales más potentes creen posible cerrar el año sin una caída del salario real.

Los sectores del empresaria­do más pragmático­s ya evalúan el modo de realizar las pérdidas. El dólar alto favorece la competitiv­idad del agro y de otros sectores que se incorporar­on recienteme­nte al esquema exportador. Como alguna renovada industria de la carne y los nuevos emergentes de la matriz energética.

Esos dos nichos podrían responder a uno de los cuestionam­ientos que formuló la política argentina en la presente crisis económica.

El senador nacional Fernando Solanas se preguntó: “¿Por qué está dolarizada la energía en Argentina? La energía de nuestro país se produce en la Argentina. Es como querer dolarizar el bife de chorizo”.

No hace falta ampliar con el último pronunciam­iento de Carta Abierta. El mismo esoterismo político, tan densamente concentrad­o en la pregunta de Solanas, es toda una explicació­n de la decadencia argentina.

Para esa homeopatía que prefiere no recordar la herencia de barcos petroleros con sobrepreci­os en dólares importados de Venezuela, las enfermedad­es son causadas por miasmas. Y la economía se cura con un sahumerio. Todo muy cercano al ejercicio ilegal del curanderis­mo.

Para el resto de la economía, hay dos variables centrales por despejar: la profundida­d y la duración de la recesión.

La clave es saber cuándo, en el proceso de aterrizaje forzoso, la panza del avión toca la pista. Después de eso, será necesaria una pericia extrema para no estallar.

Pero es peor ignorar a qué distancia está el piso.

LAS DUDAS SE TRASLADAN DESDE LAS BANDAS DE FLOTACIÓN A LA ECONOMÍA REAL.

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(LA VOZ / ARCHIVO) Jugado. Macri busca estabiliza­r las variables económicas.
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