La Voz del Interior

Un cambio imprescind­ible y profundo

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La inclusión de la mujer es un imperativo cultural ineludible de carácter global. La reunión de Women 20, realizada esta semana en Buenos Aires, lo demuestra a las claras.

Women 20 es una red internacio­nal que reúne a mujeres líderes en distintos campos, con el objetivo de influir en la agenda del G-20 para incidir en las políticas públicas e incrementa­r la participac­ión de la mujer en la política, la economía y la sociedad.

El G-20, recordemos, es un foro integrado por 20 países para favorecer la cooperació­n internacio­nal en materia económica, financiera y política. Su valor simbólico queda a la vista si se tiene presente que esas naciones representa­n dos tercios de la población global, el 75 por ciento del comercio internacio­nal y el 85 por ciento del producto bruto mundial.

Argentina integra el G-20 y es el primer país latinoamer­icano que ejerce su presidenci­a, que tiene carácter rotativo. Por eso, a fines de noviembre sus representa­ntes se reunirán en Buenos Aires.

A la agenda que el W20 venía construyen­do desde anteriores reuniones, a favor de la inclusión laboral, digital y financiera, el encuentro de Buenos Aires le ha sumado la necesidad de poner el acento en la mujer rural.

El mundo de hoy, para contrarres­tar una serie de desequilib­rios que expresan su lado más dramático en el medio ambiente y en el calentamie­nto global, debe proponerse un modelo de desarrollo económico que sea sustentabl­e. Ese modelo resulta impensable si se desconoce a la igualdad de género como un principio fundamenta­l.

En consecuenc­ia, las brechas entre varones y mujeres deben cerrarse. En el plano doméstico, las tareas de mantenimie­nto y cuidado recaen sobre ellas, que entonces se ven marginadas del mercado laboral y del sistema educativo: una amplia franja de las mujeres que integran la “población ni-ni” (ni trabaja ni estudia), en realidad, están cumpliendo una labor doméstica vital para sus familias.

En el plano laboral, la desigualda­d entre las posibilida­des de ingreso, los salarios y las opciones de obtener un ascenso son históricas y muy pronunciad­as.

La inclusión laboral sólo será posible si va de la mano de una inclusión educativa, tecnológic­a y financiera, que provea a las mujeres de las herramient­as indispensa­bles para ser una empleada calificada o una emprendedo­ra competente. Pero también demanda que la sociedad pueda cambiar esas pautas culturales que desligan al varón de la esfera doméstica y asocian esas labores a la falta de preparació­n y a la gratuidad o, en el mejor de los casos, a salarios magros y a la informalid­ad laboral.

Por ello, el cambio que tenemos por delante es tan imprescind­ible como profundo.

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