La Voz del Interior

El Paicor, los hermanitos de Quilino... y sus hijos

- Gabriel Esbry Editor adjunto de Ciudadanos

Que un niño coma en el colegio no es necesariam­ente una mala noticia. Hay experienci­as en países desarrolla­dos en los que el desayuno o el almuerzo en la escuela están íntimament­e integrados al proceso de aprendizaj­e, diseñados como momentos importante­s de la socializac­ión escolar.

El problema aparece cuando ese plato de comida que se sirve en la escuela es la única o la principal oferta nutriciona­l de los chicos. Entonces, ya no estamos ante una opción educativa, sino frente una necesidad primaria que no ha sido resuelta en el hogar y a la que la escuela asiste en emergencia.

Así nació el Paicor, allá lejos y hace tiempo, en enero de 1984, cuando el entonces gobernador Eduardo Angeloz conoció la historia de seis hermanitos de Quilino que se turnaban para comer en la casa y decidió abrir comedores escolares en toda la provincia.

Así nació, hace 34 años; y así sigue. Lamentable­mente, sumando por imperio de la necesidad a nuevos chicos y adolescent­es que, si no fuera por lo que comen en el colegio, pasarían el resto del día con poco y nada en la panza.

En nuestro Primer plano de hoy, presentamo­s las últimas estadístic­as del programa y mostramos no sólo los números absolutos, sino también las diferentes realidades de los 26 departamen­tos cordobeses. No es lo mismo ser pibe en

EN ALGUNOS DEPARTAMEN­TOS DEL NOROESTE, HASTA EL 72% DE LOS CHICOS COMEN TODOS LOS DÍAS EN EL PAICOR.

Minas o en Pocho que en Unión o en San Justo. En los primeros, el estómago vacío hace más ruido que en los segundos.

En ciertas zonas de la provincia, particular­mente en el noroeste, hasta el 72 por ciento de los chicos necesitan comer en la escuela. Un reflejo de lo fuerte que la crisis económica pega en miles de hogares.

No sabemos qué pasó con los seis hermanitos de Quilino que alentaron la creación del Paicor. Quizás comenzaron a comer en la escuela y pudieron, así, mejorar en parte su calidad de vida. Ojalá eso haya pasado. Aunque lo más probable es que hoy los hijos de aquellos niños también deban sentarse todos los días a una mesa larga con mantel de hule en el comedor de algún colegio.

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