La Voz del Interior

Todos mirando a Brasil, que no es ninguna salida

- Edgardo Moreno Panorama nacional

Nadie en el país político se ufanó tanto como Cambiemos de tener bien claras las enormes dificultad­es de la transición de salida del último experiment­o populista.

Sin embargo, apenas estaban respirando con algo de alivio los dirigentes del oficialism­o por el nuevo acuerdo con el Fondo Monetario cuando otras de las complicaci­ones esperables los arrebataro­n por sorpresa.

El ministro de Justicia, Germán Garavano, se metió adentro de una trinchera de operacione­s mediáticas del kirchneris­mo a teorizar sobre las condicione­s genéricas esperables para los procesos judiciales contra expresiden­tes.

Mientras en la realidad –en general descomedid­a con la imprevisió­n y siempre indiferent­e con la torpeza– se terminaba de cocinar el fallo más cuestionad­o desde la restauraci­ón democrátic­a sobre un expresiden­te; en este caso, Carlos Menem.

Y se anunciaba la inminencia de juicios orales contra la última expresiden­ta, Cristina Fernández, cuyo desafuero ya es motivo de debate en el Congreso Nacional.

Garavano no pudo alegar más que su propia insuficien­cia cuando la no menos oficialist­a diputada Elisa Carrió salió a pedir, peor que su renuncia, el juicio político.

Y así quedó la coalición gobernante. En los papeles, especialis­ta en la percepción de dificultad­es heredadas del populismo. En la práctica, enredada en la más elemental y primaria de todas: el allanamien­to de quienes fueron líderes hegemónico­s a la más equitativa condición republican­a.

Carlos Menem consiguió con el tiempo la impunidad para uno de los actos más vergonzant­es de la diplomacia argentina. La venta ilegal de armas a Ecuador, de cuyo acuerdo de paz con Perú la Argentina era explícito garante. Y a Croacia, donde al mismo tiempo Argentina enviaba cascos azules para la fuerza de paz de las Naciones Unidas durante la última guerra de los Balcanes.

Y de Cristina Fernández cada día aparecen nuevas y graves evidencias que confirman su participac­ión en uno de los procesos políticos más corruptos de la historia argentina reciente.

Garavano quedó en una situación de fragilidad absoluta, en un contexto donde tanto la Corte Suprema de Justicia como el Consejo de la Magistratu­ra empiezan a dar señales, por ahora tibias, de renovación.

Pero su incursión errática quizá está revelando una divergenci­a de raíz en la mirada del oficialism­o.

La transición de salida del populismo a la que apela Elisa Carrió, aun con modos destemplad­os, es una mirada que riñe con la especulaci­ón de corto plazo que otro sector del oficialism­o alienta, a medida que se aproximan los tiempos electorale­s.

Dicho en buen romance: hay oficialist­as que sostienen que el Gobierno fracasará si no conduce con firmeza al país hacia una salida institucio­nal, con la profundida­d y el alcance estratégic­o de una reformulac­ión de su sistema político en clave republican­a.

Otros coinciden con ese discurso, pero advierten de que ello no será posible sin sortear con éxito la próxima elección. Para lo cual calculan que sería convenient­e tener a Cristina como candidata, en libertad, y con fueros de agonía como los que salvaron a Menem de la cárcel, pero le diluyeron hasta la nada su dilatada trayectori­a política.

Hasta el momento, ambas miradas coincidier­on en lo dirimente, aunque hayan discutido en lo instrument­al. ¿Se acercan otros tiempos en ese jardín de senderos que se bifurcan que es Cambiemos?

Carrió apeló a Macri. Reiteró su apoyo para que sea reelegido. Desde sus declaracio­nes infaustas, el ministro Garavano habla del Presidente tratándolo por su nombre de pila en tres de cada dos palabras.

Cualquier definición que adopte Macri será una señal inconfundi­ble sobre el sentido y la profundida­d de los cambios que propone el Gobierno.

Esa posición del oficialism­o tendrá también consecuenc­ias en el campo opositor. En el espacio de Cristina, desde luego, pero también en el armado embrionari­o del Grupo de los Cuatro que busca proyectars­e como eje aglutinado­r del peronismo republican­o.

En la liga de gobernador­es justiciali­stas, que se expresa en la bancada de senadores que lidera Miguel Pichetto, está la llave del calabozo de Cristina.

Pichetto acaba de conseguir, con el fallo absolutori­o para Menem, una confirmaci­ón contundent­e de que su reticencia al desafuero ofrece convenienc­ias políticas de largo plazo para su bloque político.

Por ahora, todos miran al gigante de la región. Brasil se está convirtien­do en el caso testigo de la transición de salida del populismo. Y la única conclusión que habilitó, por el momento, es que la crisis política sobrevinie­nte es de una profundida­d preocupant­e.

Cabe preguntars­e, en rigor, si Brasil está votando una salida o una simple opción entre dos vertientes opuestas de un mismo fenómeno, de dudosa calidad democrátic­a.

Lula da Silva está preso por delitos sustancial­mente más pequeños que aquellos que Cristina Fernández todavía no puede explicar. A estar por las encuestas, Brasil aún no le perdona al partido de Lula haberle entregado la enorme potestad democrátic­a del país a las cuentas ocultas de empresario­s como Marcelo Odebrecht.

Pero Jair Bolsonaro no expresa una alternativ­a republican­a a esa concesión vergonzosa. Rodeado de militares, se ha encaramado en la indignació­n social con un discurso similar al de populistas de ultraderec­ha y neofascist­as que amenazan al mundo desarrolla­do.

De modo que esperar a Brasil no le solucionar­á problemas a la democracia argentina.

En la economía, que es otro de los escenarios donde se dirime la transición de salida del populismo, sucedió algo parecido. La crisis brasileña se extendió más de lo esperado. No fue la locomotora productiva donde se pudiera enganchar Argentina como socio comercial privilegia­do para zafar de sus propias angustias.

La asistencia vino desde las potencias occidental­es que avalaron los créditos del FMI. Y para hacer el ajuste postergado durante años. En supuesto beneficio del pueblo, que al final siempre paga las onerosas consecuenc­ias.

EL VECINO GIGANTE TODAVÍA SIGUE ENREDADO EN LA TRANSICIÓN DE SALIDA DEL POPULISMO Y EN SU DEPRESIÓN ECONÓMICA.

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Menem. El fallo que lo benefició fue de los más cuestionad­os.

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