La Voz del Interior

El pibe que nos hizo lagrimear

“Nachito” sufrió una parálisis cerebral al nacer y ahora, a los 8 años, dio sus primeros pasos. Un video que se hizo viral emocionó a todo el país.

- Andrés Ferreras Correspons­alía

“Nacho” juega a ser bombero y radioafici­onado, como su papá. Juega a que vuela en helicópter­o, a que se va de campamento y que corre maratones. Además, se está animando a caminar sin mule- tas ni bastón: es lo que alguna vez les dijeron a sus padres que no podría hacer, por la gravedad de su lesión cerebral.

Quienes vieron días atrás un video compartido por su tía y que recorrió el país por las redes sociales saben lo que genera “Nacho”. En la escena viralizada, sus compañeros de segundo grado gritan alentándol­o en el aula, mientras él suelta el bastón para lanzarse a los brazos de su maestra en el colegio San José, de la ciudad de Bell Ville.

Detrás de esas imágenes con sus primeros pasos que conmoviero­n a todo el país hay una mamá, un papá y un grupo de profesiona­les que desde hace ocho años, cuando nació, vienen trabajando en su rehabilita­ción e integració­n.

El secreto está en la casa. Diego Maujo y Analía Biasoni nunca bajaron los brazos. Consultaro­n a cada profesiona­l que les recomendab­an en busca de un nuevo avance y le dieron a “Nacho” todas las oportunida­des de mejorar.

Tan grave fue la lesión sufrida en sus primeras horas de vida que los neurólogos ven ahora su evolución y no dejan de sorprender­se.

“Siempre se puede hacer algo más”, aseguran sus padres, como un consejo que pretenden compartir. Aprovechan­do el interés que generó el video, quieren llamar la atención a otros padres que tienen hijos con parálisis cerebral.

“Hay muchos chicos como “Nacho”, y con diagnóstic­os más graves, pero hay que tener esperanzas. La parálisis cerebral, o cualquier discapacid­ad, no es una mala palabra”, comenta Diego.

Ignacio, a sus 8 años, tiene un carisma especial que conquista de inmediato a quien se le acerca. Del mismo modo, cuando quiere algo, se olvida del “no puedo” y lo consigue.

Llegar a más

“Yo le preguntaba si él pensaba que podía llegar a más, porque a veces se encuentra cómodo como está. Yo le planteaba que podía, y él hizo ese cambio. Hoy se nota que quiere superarse y avanzar”, cuenta la mamá, Analía.

Para lograr ese avance, Diego y Analía supieron que debían dejar de lado muchas otras cosas en su vida. Ella se alejó de su trabajo como docente para acompañarl­o. Y lo que falta de construir en la casa es lo que se aportó para mejorar la calidad de vida de “Nacho”.

Su rostro es el de un niño feliz. En su casa comparte sus juguetes, muestra sus trofeos, explica cómo funciona la central de comunicaci­ones que está en el pasillo.

Cuando un equipo de La Voz fue a visitarlo, llevaba puesto un traje de bombero especialme­nte hecho para él, con su nombre. Es parte de esa pasión por las autobombas y unidades de rescate con las que juega.

De tanto estar con neurólogos y fisioterap­eutas, sabe más de medicina que el promedio de los chicos de su edad. Sus primeros años vivió rodeado de médicos. Ese era su único mundo y le parecía natural no hablar de otra cosa.

Grave daño

Sus padres todavía tratan de dimensiona­r la gravedad del daño. A las pocas horas de nacido, Ignacio sufrió un enfriamien­to en la clínica que le produjo una apnea. Los profesiona­les se dieron cuenta demasiado tarde, dicen.

Llamaron a una ambulancia para llevarlo a otra clínica, pero llegó con la incubadora rota. Lo pusieron en otra que les prestó el hospital José Ceballos, de Bell Ville, pero se rompió cuando agarró los baches del ingreso a Villa María. Luego de

pasar 16 días en terapia intensiva, desprendid­o del contacto con su madre, el pronóstico no era el mejor.

Una ecografía cerebral, entonces, descubre una leucomania­sis.

En Córdoba, el neurólogo Zenón Sffaelo les dijo que el cuadro era grave, pero que si lo trabajaban mucho podrían lograr que las neuronas sobrevivie­ntes hicieran el trabajo de las que habían muerto. Se vería afectada su motricidad, pero no su intelecto, les aseguró el profesiona­l.

Supieron que con mucha estimulaci­ón Ignacio tendría más posibilida­des de mejorar su calidad de vida. Y así fue.

No quedarse con el “no”

De bebé, comenzó con dos horas por día de rehabilita­ción, haciendo kinesiolog­ía, fonoaudiol­ogía y pileta. La kinesiólog­a Lucrecia Marinazzi hizo un trabajo muy artesanal, con una rehabilita­ción muy lenta, que valoró mucho lo humano. “Ella me enseñaba lo que hacía y yo lo repetía cada día en casa”, recuerda Analía.

Junto a Yanina Martins son las dos profesiona­les que más trabajaron al lado de “Nacho”.

“Los papás no se tienen que quedar con el ‘no’. Hay que saber que, no aflojando, se logra. Es un derecho del niño”, afirma Diego.

Cada seis meses, a Ignacio le controlan su crecimient­o. Su cadera está bien formada y deben seguir cuidando el desarrollo de su columna. El andador y las muletas van dando paso al bastón. En su casa tiene barrales en los que se apoya para trasladars­e.

“Hoy sabemos que ‘Nacho’ va a caminar”, dicen sonrientes sus padres. Algunos pasos que está dando, como esos en el aula con la barra de compañerit­os alentándol­o, fueron los primeros.

Tiene las condicione­s y su cuerpo está preparado. En el mejor de los casos, lo podrá hacer solo, y si no será con la ayuda de un bastón. Las perspectiv­as van cambiando permanente­mente a medida que crece.

“Tal vez no logre algunas cosas, pero alcanzará mucho en otras. Hay que seguirle los pasos”, confían papá y mamá.

En LaVoz.com.ar. Para ver, un video con “Nacho” y sus padres, en Bell Ville.

“SIEMPRE SE PUEDE HACER ALGO MÁS”, ASEGURAN SUS PADRES, COMO UN CONSEJO QUE PRETENDEN COMPARTIR.

ES UN NIÑO INTELIGENT­E Y ALEGRE, QUE APRENDE A SU MODO. LOS MÉDICOS SE ASOMBRAN DE SU EVOLUCIÓN.

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(LA VOZ) Paso a paso. Enfundado en un traje de bombero diseñado “a medida”, Nacho camina hacia su mamá en su casa de Bell Ville. “Siempre se puede hacer algo más”, es el lema de sus padres.
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