La Voz del Interior

La biblioteca hecha cuartel

- Miguel Ortiz Especial

Los bomberos entregando su sudor en las brasas, una joven huyendo en moto con su bebé por las llamas, un grupo de amigos salvando del fuego la casa rodante donde vivía una pareja, una biblioteca haciendo de campamento base de voluntario­s espontáneo­s, vecinos buscando en la ceniza los animales que eran buena parte de su capital. Son algunas de las historias que muchos vecinos del sur del valle de Traslasier­ra recordarán de por vida del gigantesco incendio que arrasó en cuatro días, unas 6.500 hectáreas de la ladera oeste de las Sierras Grandes de Córdoba.

Gladys Palacios (22) sonríe cuando cuenta lo que el incendio le ha llevado. No sabe si ha llorado más por eso o por las llamas que ha sufrido de tan cerca. Ahora que el fuego se fue, recuerda que huyó con su bebé y su hermana sobre su moto enduro. Menos su casa, salvada en lo alto, todo se ha quemado en el paisaje rural donde vivía y del que vivía. No sabe cómo va a seguir. Pero dice que tiene esperanzas. Al día siguiente del fin del fuego, anda buscando unos 500 metros de caños plásticos de dos pulgadas para reponer la toma que llevaba agua desde el arroyo hasta su casa, que comparte con su marido y su niño de 18 meses.

Su casa está en el parador Tía María, unos seis kilómetros arriba de La Población, un ámbito de enorme belleza natural, que mutó de verde a gris, y destino de turismo de aventura. Además de ofrecer provisione­s y de guiar contingent­es, con su marido organizaba cabalgatas. “Teníamos 19 caballos, y hemos encontrado solamente cinco vivos”, se lamenta Gladys. No sabe aún si perecieron en el fuego, como pasó con otros, o si escaparon por sobre los kilómetros de alambrados quemados.

El fuego rodeó la casa. Su marido y su amigo Elvio Gallardo, que subió con una mochila de agua, hicieron un contrafueg­o desesperad­o. Ella auxilió a su única vaca. “Estaba preñada, y la tapé con toallas mojadas para que no se asfixie, la salvé, pero ahora no tengo pasto”, comenta. Su hermana había subido para ayudar. Con ella y su

La Travesía es un caserío que forma parte de la comuna de Luyaba. Su Biblioteca Popular es un espacio dinámico en conexión con los vecinos. Ahí, una decena de voluntario­s espontáneo­s trabajaron varios días casi sin dormir. “La idea de ayudar surgió naturalmen­te, vino mucha gente de todos lados a donarnos agua, alimentos y medicament­os para llevar a los bomberos; estamos muy emocionado­s por esa actitud de la gente”, dice Cintia Cano. Desde el lugar se llevaban provisione­s en motos, caballos y camionetas hasta el lugar donde los bomberos le peleaban al fuego. También fabricaron chicotes caseros y se repartiero­n las mochilas de lona fabricadas por Pablo Yedro, un lonero de la vecina Los Hornillos.

Tanto lugareños de siempre, como los llegados en los últimos años, con otras tonadas, se unieron en la angustia y en el esfuerzo.

Ahora, en la zona temen al impacto que sigue: cuando lleguen lluvias, las cenizas complicará­n a los ríos y arroyos.

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