La Voz del Interior

Entre Enzo y Federico, el mismo desprecio

- Juan Federico Encrucijad­as jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

Eran compañeros de colegio y amigos. Más de una vez, Enzo Basualdo se había quedado a dormir en la casa de la familia de Federico Agüero, en barrio Ampliación Vicor, al sur de la ciudad de Córdoba.

Enzo fue asesinado el 13 de enero de 2007, al quedar en medio de una balacera de la que era ajeno en Villa El Libertador, donde vivía. Tenía 16 años cuando lo mataron.

Su padre, Juan, convirtió aquel dolor en testimonio. Indignado, recorrió redaccione­s periodísti­cas y rogó para que tacharan el cruel estigma con el que se había informado sobre el crimen de su hijo: “ajuste de cuentas”. Morir en un barrio populoso no es sinónimo de venganza, enseñó el hombre en medio del dolor.

“Si mi hijo hubiera sido rubio y de ojos celestes, o si hubiera vivido en otro barrio, la Policía y los medios no hubieran hablado de un ajuste de cuentas, sino que todos se hubieran preocupado por la insegurida­d que hay en la ciudad, y los asesinos ya hubieran caído”, supo decir Juan a menos de un mes del crimen de su hijo.

En aquel tiempo, la provincia de Córdoba aún estaba tapada por noticias sobre el asesinato de Nora Dalmasso, la mujer de Río Cuarto que en noviembre de 2006 había sido encontrada estrangula­da y semidesnud­a en una habitación de su casa en un barrio cerrado de Río Cuarto.

Ese verano, mientras Juan buscaba desmanchar el nombre de su hijo, se anunciaba que un equipo especial de tres fiscales iba a investigar el crimen de Dalmasso y que las pruebas se estaban por cotejar en Estados Unidos.

Aunque el tiempo terminó por demostrar que todo había sido un gran circo alrededor de la causa de Río Cuarto, que hasta hoy no se ha logrado resolver, en ese momento Juan no dejaba de advertir de que, al menos desde lo simbólico, en Córdoba a nivel judicial había ciudadanos de primera y de segunda (pese a que el crimen de Enzo terminó con condenas).

El martes último, casi 11 años después, Juan regresó a la casa de aquel compañero y amigo de Enzo en Ampliación Vicor. Pero Federico Agüero ya tampoco estaba.

A los 27 años, este joven murguero, diseñador, tatuador y soñador fue asesinado el domingo pasado a la madrugada, apenas se bajó del ómnibus, a unas cuatro cuadras de su domicilio.

Al menos dos adolescent­es consumidos por la droga le asestaron un golpazo en la cabeza, con un palo o una piedra, para robarle la billetera. Le arrebataro­n la vida.

Sergio y Norma cuentan que su hijo Federico agonizó varios minutos sin que la ambulancia del 107 llegara. Que los vecinos llamaron varias veces, pero que los médicos nunca encontraro­n la dirección.

A estos padres jamás nadie les podrá borrar una duda cruel e innecesari­a: ¿qué hubiera pasado si la ambulancia aparecía a tiempo?

El cadáver de Federico quedó tendido durante casi cinco horas en medio de una vereda, hasta que arribó la camioneta de la Policía Judicial.

Antes, fue una vecina la que debió despertar a los papás para avisarles del espanto: los policías no se animaban a llamar a la puerta.

Y otra vez, como hacía casi 11 años le había tocado a Juan, en esas horas de conmoción Sergio y Norma tuvieron que leer en algunos portales digitales que a Federico lo habían matado en un “ajuste de cuentas”, según dejaban entrever las primeras hipótesis oficiales. Nada más alejado de la realidad que hoy se investiga a nivel judicial: un asalto al voleo.

Más de una década. Demasiado tiempo para continuar repitiendo el mismo desprecio.

DOS JÓVENES ASESINADOS; UNO HACE MÁS DE UNA DÉCADA, OTRO AHORA. SUS CASOS DESNUDAN LA MISMA TRAMA OFICIAL.

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Enzo Basualdo. Tenía 16 años.

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