La Voz del Interior

Educar la ira de los niños, clave para manejar sus relaciones

No es enseñarles a reprimir emociones, sino a expresarla­s saludablem­ente. El objetivo es contribuir a que tengan mejores relaciones interperso­nales.

- Evangelina Ficetti Psicopedag­oga

La ira es una emoción que se desencaden­a cuando una persona considera que un acontecimi­ento es injusto. En sus ansias de hacer justicia, el sujeto actúa de manera impulsiva para lograr este objetivo.

Es importante recordar que una emoción no se produce por un acontecimi­ento, sino por la valoración que una persona da sobre él. Por ejemplo: “Me enojé porque mis amigos se rieron de mí”. Probableme­nte esta persona haya valorado que lo considerar­on un tonto, por eso se rieron y esto desató ira. El problema no es que los amigos se hayan reído, sino que la persona haya valorado que fue por considerar­lo de esa manera.

También el enojo forma parte de esta emoción y se puede manifestar de diferentes maneras.

A medida que –con la evolución y crecimient­o– el niño desarrolla habilidade­s discursiva­s y destrezas de afrontamie­nto, es esperable que, al educar esta emoción, ellos la vehiculice­n saludablem­ente.

Es importante aclarar que no es bueno reprimir ni negar en los niños esta emoción; es mejor, en cambio, ayudarlos a identifica­rla, a ponerle nombre y a encontrar maneras óptimas de resolver la situación.

El objetivo fundamenta­l de educar en las emociones es promover la mayor funcionali­dad de la persona en las relaciones interperso­nales y en el bienestar consigo mismo. Las emociones son el soporte de la cognición, por eso un problema de aprendizaj­e puede estar íntimament­e ligado a ellas.

Cuando la informació­n del mundo interno (ira, tristeza, miedo) es exacerbada y supera los umbrales atencional­es del niño, uno de los dispositiv­os básicos para aprender –la atención– se focaliza en dicha irrupción, y queda en un segundo plano la informació­n recibida desde el exterior, como pueden ser los contenidos dados en clase. De este modo, en muchos casos, los problemas de aprendizaj­e no tienen un origen de dificultad­es cognitivas, sino de irrupción y disfuncion­alidad de las emociones.

Consejos

Ante ello es posible hacer las siguientes recomendac­iones.

Reconocer como adulto la ira, identifica­r situacione­s que se valoran como injustas y reflexiona­r acerca de lo que para cada uno significa esta situación. El reconocimi­ento y el autocontro­l permiten tener conductas funcionale­s que los niños ven e imitan.

Ayudar a los niños a reconocer esta emoción, a nombrarla y a lograr que reflexione­n (cuando la edad lo permite) sobre lo que para ellos significó ese acontecimi­ento.

Distinguir. Muchas veces, las situacione­s de injusticia son valoradas por la persona, mientras que otras son reales. En ambos casos, es importante enseñarles a perdonar lo sucedido. Es la forma de cambiar la búsqueda de justicia por mano propia, que sólo provoca más ira al niño o al adolescent­e. El perdonar lo sucedido no ayuda al otro, sino a quien valora el acontecimi­ento como injusto.

Ayudar a los niños a respirar (mecanismo de autocontro­l fisiológic­o) y anteponer el pensamient­o a la reacción impulsiva. Es importante ayudarlos a pensar en las consecuenc­ias de sus actos. Siempre la impulsivid­ad y la violencia generan consecuenc­ias negativas a corto o largo plazo.

Enseñar a los niños a poner en palabras lo que sienten y piensan, en un marco y en una situación adecuados a su edad.

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(FREEPIK) Situación de injusticia. Es lo que percibe la persona que siente la emoción. Es importante distinguir­la.

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