La Voz del Interior

Los chicos quieren volver al campito

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Un grupo de pequeños de Cooperativ­a Los Paraísos contó cómo las montañas de basura que tira la gente los dejó sin la posibilida­d de jugar al fútbol.

“Miren lo que pasó, no podemos jugar más”, dice Maximilian­o (11), quien vive en Cooperativ­a Los Paraísos, frente al basural de Miserere y Tancacha. “Yo juego de ‘9’”, insiste y señala la montaña de basura que ocupa el terreno que terminó con la cancha de fútbol inaugurada en 2015, cuando el intendente Ramón Mestre lanzó un programa para erradicar los basurales y reconverti­rlos en potreros deportivos.

“Acá vino Mestre, yo jugué con él. Ahora lo vi en las noticias, salió con el Schiaretti”, agrega este morocho, de no más de 1,20 metros de alto, que espera recuperar la cancha.

“Se ratearon todo, al otro día no quedó nada: los juegos, los bancos. Por eso, agarramos los arcos y los corrimos; está lleno de basura para jugar”, señala Gastón (14), que se suma a la charla para recordar que ellos mismos rescataron lo que pudieron antes de que terminara en medio de los restos de escombros y de poda.

Como el predio está repleto de basura, pese a que una vez a la semana ingresan las máquinas de la Municipali­dad y retiran las pilas de desechos, los chicos mudaron los arcos a unos 50 metros, aunque el lugar tampoco es el adecuado. Los colocaron al costado de un canal cargado de mugre y de restos de basura nauseabund­a. Para llegar, tienen que cruzar por un tablón que improvisar­on.

“Y bueno, si se nos cae la pelota al agua, fuimos. No podemos sacarla”, dice Gastón para afirmar que así, por lo menos, se quedaron con un pedazo de tierra.

“Esperen, no se vayan. Allá vienen los futboleros que están todo el día”, se mete en la charla Zacarías (12), quien está contento porque, ese día, en el basural encontró un poco de cobre. “Lo pagan 100 pesos el kilo. Es un pedazo de un nebulizado­r”, dice y lo atesora en su campera.

En menos de dos minutos, lo que fue un comentario de unos pocos se transformó en un pedido del equipo. Julio (13), Santiago (12) y Agustín (10) apareciero­n por detrás de la montaña de basura.

“Llevamos los arcos para poder jugar. Acá no se puede con esa basura. Vienen camionetas y chatas, y tiran de todo. Un día dijimos que íbamos a a decirles que no tiraran, fuimos al CPC (Empalme), pero nos cansamos”, dice Zacarías, que, aunque no jugó al fútbol ese día, está contento por su cosecha en la basura. “Al cartón lo pagan 10 pesos; al aluminio, 16. Pero nosotros queremos jugar al fútbol”, repite.

“Les queremos pedir que nos saquen la basura”, toma la posta Agustín, quien, pese a ser el más chico de la banda, oficia de vocero. “No, no se puede jugar más ahí, vengan a ver”, repite, y se esperanza para que con una nueva limpieza se acuerden de ellos.

 ?? (JOSÉ HERNÁNDEZ) ?? Cooperativ­a Los Paraísos. Sobre calle Miserere al 4200, los animales se alimentan de la basura que se amontona al costado de las vías.
(JOSÉ HERNÁNDEZ) Cooperativ­a Los Paraísos. Sobre calle Miserere al 4200, los animales se alimentan de la basura que se amontona al costado de las vías.
 ?? (PEDRO CASTILLO) ?? Circunvala­ción. La salida sudeste, camino a Buenos Aires, es otro espacio de basurales junto a los ranchitos donde vive la gente.
(PEDRO CASTILLO) Circunvala­ción. La salida sudeste, camino a Buenos Aires, es otro espacio de basurales junto a los ranchitos donde vive la gente.
 ?? (JOSÉ HERNÁNDEZ) ?? La Cañada, a la altura de barrio Suárez. La variedad de lo amontonado no deja de sorprender: hay hasta paragolpes de autos.
(JOSÉ HERNÁNDEZ) La Cañada, a la altura de barrio Suárez. La variedad de lo amontonado no deja de sorprender: hay hasta paragolpes de autos.

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