La Voz del Interior

Tras la huella de La Cañada, de La Lagunilla al Suquía

- Juan Pablo Martínez jmartinez@lavozdelin­terior.com.ar

Entre las bocinas y los motores del tránsito del centro de Córdoba, un arroyo susurra tímido. Es La Cañada la que quiebra la vorágine diaria local. Su sistematiz­ación, el cauce vistoso y blanco que conocemos cumple 70 años y nos propusimos contar de dónde viene el curso de agua y qué lugares atraviesa antes de llegar a la ciudad.

La Cañada nace a más de 30 kilómetros al sudoeste de Córdoba y hasta allá fue un equipo de La Voz. Nuestra misión era registrar el arroyo desde su nacimiento en un espejo de agua llamado La Lagunilla hasta su llegada al río Suquía. Para eso armamos un plan de rodaje en Google Maps.

La Lagunilla se encuentra en Malagueño, detrás de la zona de canteras, entre las rutas 5 y C45. Es un paisaje hermoso, como un oasis en un mar de campos marrones recién cosechados.

Con las primeras luces del día comienza un desfile de aves sobre el agua. Se puede ver también cómo el ganado de las estancias cercanas se acerca a la costa, y divisamos algunas nutrias.

Llevamos un dron y llega el momento de levantar vuelo, entonces recorremos la laguna desde el aire. De punta a punta, tiene poco más de un kilómetro y medio de largo. El más ancho, 500 metros.

Nos quedamos más de la cuenta en el lugar y, como las aguas de La Cañada, tenemos que seguir nuestro viaje a la ciudad.

Hacemos unos kilómetros por un camino de tierra que corre paralelo a la autovía Córdoba-Carlos Paz y el arroyo. Frenamos en un vado. Descubrimo­s que el lecho de La Cañada no tiene más de un metro de ancho y decidimos que mejor es ir a hacer un registro de imágenes a un sector donde, desde el satélite, todo se ve cubierto por una tupida vegetación.

Nos quedamos mirándonos asombrados: no hay Cañada. La buscamos por todos lados. El mapa la muestra, la realidad la esconde. Desandamos nuestros pasos para encontrar el arroyo perdido. Desde el aire, con el dron, no vemos el agua. Encontramo­s un pequeño claro en un denso matorral de siempre verdes, telas de araña y barro. Queríamos cruzar ese bosque para llegar del otro lado, pero no pudimos. Allí apareció de nuevo La Cañada, un poco más ancha, pero menos profunda.

Hacemos un par de tomas de ese entorno más salvaje y menos habitual de esa Cañada citadina que estamos acostumbra­dos a ver y continuamo­s. Nos acercamos a la entrada de la ciudad. Nadie nos va a ver llegar, estamos entrando por el sudoeste, donde no existen las cabinas de peaje y reina el polvo.

Frenamos en otro punto por el que debería pasar La Cañada. Está su lecho, pero no hay agua. El arroyo se pierde canalizado por los nuevos desarrollo­s inmobiliar­ios de la zona. A lo lejos, se ve la torre de la planta de Renault en barrio Santa Isabel y arriba nuestro revolotean los aviones de entrenamie­nto de la Fuerza Aérea. Estamos detrás de la pista de la Escuela de Aviación.

Nos topamos con la obra del cierre del anillo de Circunvala­ción. Buscamos una salida para escaparles a las retroexcav­adoras, salimos a Sachi, cruzamos la avenida y ya estamos en Córdoba.

Paramos en el barrio Manantiale­s. La Cañada vuelve a asomar a la superficie. La grabamos en la zona de las Siete Alcantaril­las y pasamos al Parque de la Vida. El arroyo corre casi inadvertid­o al lado de la ciclovía, tapado en árboles, hasta que finalmente llega a los barrios Colinas de Bella Vista y Villa Achával. En la calle Venus, comienza a dibujarse ese paisaje que conocemos todos: los puentes empedrados, el cauce de hormigón, las farolas, la calle Marcelo Torcuato de Alvear.

De ahora en más, cada vez que frenemos para volar el dron algún curioso nos preguntará qué estamos haciendo. “La Cañada cumple 70 años y estamos grabando para La Voz”, les contamos. “Mortal, ¿puedo volarlo un ratito?”, nos pregunta un pibe.

Entre edificios, pasamos por Güemes y llegamos al Centro. Caminamos debajo de los puentes de Humberto Primero y La Rioja.

Para muchos, este arroyo es una cicatriz en la ciudad, como si fuera una marca involuntar­ia, una herida en el entramado urbano. Pero este paisaje de piedras blancas y tipas de copas verdes fue elegido y diseñado. Por eso, más que cicatriz, elegimos pensar a La Cañada como un tatuaje, un dibujo sobre la piel de Córdoba. AUSPICIA

La publicació­n de los contenidos periodísti­cos sobre los 70 años de La Cañada cuenta con el valioso auspicio de las empresas CET, Edisur y Fernet 1882, además de la Municipali­dad de Córdoba.

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(RAMIRO PEREYRA) El origen. La Lagunilla, en Malagueño, el hermoso paisaje que da nacimiento al arroyo La Cañada.

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