La Voz del Interior

Google y el riesgo de jugar con dragones

- Pablo Leites Nativo digital pleites@lavozdelin­terior.com.ar

Google no está en China, por ahora. Lo que en el resto del mundo occidental es hoy una práctica incorporad­a casi como acto reflejo (basta no saber algo para necesitar googlearlo), en una de las dos mayores economías del planeta es imposible.

El dato es una minúscula muestra del sistema político que impera en el gigante asiático y del férreo control que el gobierno ejerce sobre los ciudadanos, al punto de contar con uno de los sistemas de reconocimi­ento facial masivos más eficientes o arrogarse el derecho a examinar el smartphone de un ciudadano en cualquier momento. Por propiedad transitiva, también ofrece pistas sobre lo que es Google. En gran medida, China no quiere al buscador más usado porque no tiene interés en ganarse un competidor al que no pueda controlar.

Por acostumbra­dos que estemos a creer que Google es sólo un buscador, no deberíamos olvidar que es de hecho una impresiona­nte máquina de espiar. No a la manera de una agencia de espionaje, claro. Pero le basta con las sucesivas búsquedas de cada usuario para saber de su vida. Así, lo que China quiere usar para mantener un régimen, a Google le sirve para alimentar ingresos por miles de millones de dólares en concepto de publicidad (dejando de lado si proporcion­a o no datos a la NSA).

Como sea, que Google no esté en China parece una cuestión de tiempo. Esta semana, después de meses de rumores y desmentida­s, el CEO de Alphabet, casa matriz del motor de búsqueda, reconoció que tienen listo Dragonfly, su proyecto de buscador que cumple en un “99 por ciento” con los requerimie­ntos del gobierno chino.

¿Cuáles son esos requerimie­ntos? Explicado en términos sencillos, cada vez que alguien introduce un término de búsqueda en Dragonfly, la inteligenc­ia artificial y los algoritmos de Google lo comparan con los que la censura china establece como prohibidos y devuelve resultados censurados, adecuados a lo que las autoridade­s consideran “apto”.

Sundar Pichai, el CEO de Alphabet, aclaró que Dragonfly no fue pensado para ser desplegado efectivame­nte en China, sino como un ejercicio para desarrolla­r un buscador que “hipotética­mente” pudiese ser aceptado por los organismos de control de ese país.

“En Google estamos constantem­ente equilibran­do nuestro conjunto de valores para proporcion­ar a los usuarios acceso a la informació­n, libertad de expresión, privacidad y, al mismo tiempo, cumplir con la ley en todos los países. China ha sido un desafío particular”, dijo. “Esa es la razón por la que hicimos el proyecto interno. Queríamos saber cómo sería si Google estuviera en China”, agregó el ejecutivo.

A esta altura, es posible que más de uno se esté preguntand­o “¿y cuál es el problema si Google quiere entrar a China y se adecua a sus normas?”. Para la compañía, puede significar la ruptura definitiva de un contrato ético, incluso con sus propios empleados.

Hacia afuera, reforzaría la visión crítica que la mayoría de las organizaci­ones que velan por los derechos digitales tiene del motor de búsqueda, sin contar con el hecho de que sentaría un precedente para otros gobiernos totalitari­os y con prácticas persecutor­ias.

“Se supone que Google es una puerta de entrada a la informació­n libre, no un guardián”, dijo Silkie Carlo, directora de Big Brother Watch. “Ver a un gigante de la tecnología y al gobierno de un país conspirar para oprimir a una población –agregó– es un momento decisivo para la era digital. La alarmante voluntad de Google de plegarse a la voluntad del gobierno más censor del mundo sirve como una llamada de atención para todos nosotros”.

Indudablem­ente, entrar a un mercado de 1.400 millones de personas le reportaría mucho más dinero y capitaliza­ción bursátil del que Alphabet ya tiene. Al módico precio de entregar reportes de usuarios al gobierno de China. Nada menos.

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(ILUSTRACIÓ­N DE OSCAR ROLDÁN)
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