“Venía pidiendo a gritos actuar”
Rincón asegura que dejar sus trabajos como vedete le significó un golpe difícil en lo económico, pero que es feliz en su rol de actriz, con el cual sigue en ascenso.
El trabajo en la tira La leona significó un antes y un después en la carrera de Andrea Rincón, hasta entonces dedicada a sus trabajos como vedete y con irrupciones mediáticas cada vez más espaciadas, pero no menos rutilantes.
El año pasado, fue una de las actrices de reparto en el gran unitario Un gallo para Esculapio ,y su papel de Vanesa no sólo que se mantiene en la segunda temporada, sino que gana protagonismo.
Ella se muestra “feliz y ansiosa” por este estreno, y le dice a VOS que cuando leyó el guion quiso ser todos los personajes, porque todos son desafiantes para trabajar. “Además, todos los actores estamos mucho más lindos que en la primera temporada, se ve que entrenamos más, nos preparamos mejor”, se divierte.
Y eso que la belleza no es un concepto al que apunte Un gallo para Esculapio, que promete ser más sombría en los seis episodios que ya se pueden ver completos por Cablevisión Flow desde hoy.
“Es lógico porque están todos medio a la deriva, ya que no está Chelo Esculapio (Luis Brandoni), y están tratando de buscar su lugarcito. Es en este tipo de momentos de crisis cuando todos sacan su verdadera esencia, y las verdaderas caras empiezan a mostrarse”, explica.
Rincón dice que se siente muy feliz no sólo por su papel, sino porque las mujeres tienen más protagonismo que en la primera. “En aquella, estaba la necesidad de presentar a los personajes y mostrar de qué se trataba la historia. Y ese mundo de piratas del asfalto y peleas de gallos era muy machista. Ahora que podés mostrar más, e ir más a fondo porque la gente ya conoce a los personajes, se puede jugar más”, describe.
–Pudiste sobrevivir. –Cuando agarré los libros, me enamoré de todos los personajes, los quería hacer a todos: a Nancy (Julieta Ortega), a “Yiyo” (Luis Luque), a Nelson (Peter Lanzani), Natalia (Carla Pandolfi), todos están a punto.
–¿Sentís que “La leona” fue un quiebre en tu carrera?
–Me dieron la gran posibilidad de mi vida, que venía pidiendo a gritos, esperando. Gracias a Dios, me la dieron. Estoy muy agradecida a Pablo Echarri, a Martín Seefeld, a Nancy Duplaá, lo estaré para toda la vida. Pudieron ver lo que yo estaba pidiendo a gritos.
–¿Creés que no se te había dado por prejuicios sobre vos?
–Hay mucho prejuicio, sí. Sentí un orgullo que no podía creer. Mucha alegría, además, porque fue el mejor grupo de trabajo de mi vida.
–¿Te sentías atrapada en lo mediático?
–Sí, pero decidí decir basta, pese a que tuve que perder dinero, trabajo... pero fue perder para ganar, y hoy estoy en el lugar adonde quiero estar. Como vedete estaba arriba, y empecé a laburar como actriz bien abajo, pero fue una decisión propia y para nada errónea. Soy feliz haciendo esto. Lo que pasa es que en algún momento de mi vida tuve mucha necesidad e hice otras cosas. Dormía en una plaza, vivía en una piecita de pensión de dos por dos, hasta que se me dio por entrar al reality. Me fue bien, pero lo único que me ofrecían era ese tipo de trabajos, y lo llevé como pude hasta que me di cuenta de que eso me estaba haciendo muy mal en la cabeza y que la única manera de poder salir era yéndome y poniendo huevo y haciendo lo que a mí me gustaba. Me la jugué. Esculapio 2, –Hace un año, cantaste “vamos a volver” en el programa de Andy Kusnetzoff (sobre el kirchnerismo). ¿Pensás en las consecuencias de esas cosas?
–Soy muy impulsiva. A veces pierdo bastante, pero tengo cero careta: mi bandera es la verdad. Creo que estuve mal porque fue sin sustento.
–Es más profundo el tema.
–El sistema está corrompido. No puedo entender, desde que era chica, cómo puede ser que un niño tenga que tener suerte al nacer: depende de dónde nacés, no tenés un plato de comida, no tenés herramientas para formarte. Acá se les da a los que tienen y a los que no tienen, se les saca. No puedo comprenderlo. Imaginate que nacés y no tenés un plato de comida, no tenés educación, querés estudiar y no podés, y mirás para el costado y ves que todos tienen menos que vos. Toda tu vida estás corriendo detrás de una zanahoria a la que nunca alcanzarás. ¿Cómo no te vas a llenar de odio, resentimiento, bronca? Hay que empezar a empatizar con el otro. Imaginate que tu hijo te mire a los ojos y te diga: “Papá, tengo hambre”, y no tener nada para darle. De esas cosas me arrepiento, de ir y cantar como una pelotuda “vamos a volver”, haciéndome la chistosa, porque realmente hay un dolor adentro que no empezó con el macrismo. Hay gente invisibilizada. No puedo creer cómo vivimos en un mundo tan individualista.