La inflación ya es una historia sin fin
La cobertura periodística de la inflación en un país como Argentina ofrece múltiples desafíos. A lo largo de los últimos años, hemos presentado todo tipo de notas (desde los años de la manipulación del Indec durante el kirchnerismo hasta aquella meta del 12 por ciento prometida a comienzos de este año por el macrismo). El tema ha sido abordado por todos los flancos. Y no sólo por nuestros periodistas, sino también por economistas y funcionarios que han transmitido su opinión sobre qué pasa y hasta cuándo viviremos corriendo detrás de los precios.
Claro que el problema no es sobre el tratamiento periodístico del tema, sino sobre los años que lleva golpeando los bolsillos argentinos y, sobre todo, el crecimiento que ha experimentado en los últimos meses.
Ayer, el Indec dio a conocer la cifra de septiembre a nivel nacional. El 6,5 por ciento es un golpe tremendo (uno más) para amplios sectores sociales que, aunque no cono- cían la cifra, ya sabían de sus efectos porque vienen gastando cada día más, con ingresos que no alcanzan a empatar la suba de los precios.
En nuestro Primer plano de hoy, abordamos la coyuntura económica para tratar de anticipar qué nos espera. Una de las conclusiones es que la inflación se acercará al 45 por ciento hacia final del año (debería frenarse abruptamente de acá en
PASAMOS DE LA MANIPULACIÓN DEL INDEC KIRCHNERISTA HASTA LA PROMESA DEL FIN DE LA INFLACIÓN DEL MACRISMO.
más para que ello no sucediera). Es decir que lo que nos espera todavía es muy duro.
El hábito, por la experiencia de vivir tantos años de la misma manera, ha despertado conductas que los cordobeses llevan adelante en momentos de agudización inflacionaria.
Es el caso del cambio de hábito a la hora de hacer las compras. Desde hace meses, los consumidores han decidido reemplazar las primeras marcas por segundas o terceras, que suelen presentar precios mucho más bajos que los productos estrella. También abordamos ese fenómeno en la edición de hoy.
La exigencia profesional vuelve a ponernos, otra vez, a analizar el problema. Lo sabemos (y lo tememos): ya es una historia sin fin.