La Voz del Interior

La doble apuesta de Schiaretti y la zozobra de Cambiemos

- Mariano Bergero Panorama provincial

Sin decir una palabra, el gobernador Juan Schiaretti envió esta semana una señal potente hacia el seno de su partido, con la que ordenó cuáles son sus prioridade­s en materia electoral.

El ahora único líder del PJ cordobés tras la muerte de José Manuel de la Sota tomó distancia del coqueteo y de las versiones que lo ponen como un eventual protagonis­ta de la escena nacional.

Concentrad­o en su reconfigur­ado objetivo de doble golpe electoral para 2019 –retener el Centro Cívico y reconquist­ar para su partido el esquivo Palacio 6 de Julio–, el gobernador se diferenció del resto de los peronistas del país, que utilizaron la excusa de la celebració­n del día de la lealtad para exhibirse en la vidriera fragmentad­a del PJ, que aspira a encapsular en sólo cuatro años la era de Mauricio Macri en el poder.

Un ministro de peso del gabinete provincial lo comentó en los últimos días: “Me negaba a creer que ‘el Gringo’ quisiese también ganar la Capital, pero tengo que admitirlo: me convencier­on”, lanzó, descreído hasta entonces, el funcionari­o.

Esa determinac­ión, adelantada por este medio hace dos semanas, es el reverso del cachetazo electoral que hace hoy exactament­e un año recibió Unión por Córdoba de manos de Cambiemos, en lo que fue la peor derrota del peronismo de los últimos años.

Casi un millón (998.363 votos, 48,3 por ciento) obtuvo la oposición en toda la provincia, frente a los 622.321 (30,5 por ciento) del peronismo. Pese a eso, 365 días después, el horizonte ya no es sombrío para el PJ.

Schiaretti y su partido tomaron nota de aquel cachetazo. Tras el cimbronazo y la amenaza de un futuro cercano alejado del poder provincial, el músculo del PJ se reactivó con una capacidad que envidian sus opositores.

Mucho antes de que la crisis económica tomase las riendas del país que conduce el macrismo, UPC comenzó a hacer su trabajo.

Lo primero fue asegurarse para sí las herramient­as electorale­s para la puja por venir.

Sin perder el tiempo, y pese a las críticas, hizo más discrecion­al la potestad de fijar la fecha de los comicios, estructuró un calendario electoral en el interior que le da margen para negociar con los intendente­s no oficialist­as y parió la creación de una figura con poder de daño concreto, que todavía los opositores no terminan de mensurar cuán perdidosa será para sus intereses: la doble candidatur­a, una carnada en extremo tentadora para los opositores. Un cebo que incluye recursos, exposición pública y la posibilida­d concreta de llegar a una banca legislativ­a sin deberle nada a nadie.

Yo fragmento, ellos se fragmentan, nosotros fragmentam­os, conjugan en Unión por Córdoba su verbo predilecto.

¿Qué podría ofrecerle, por ejemplo, Cambiemos a quien hoy cree poder obtener los votos necesarios para llegar a la Legislatur­a? Aunque no lo digan públicamen­te, ya hay al menos cinco posibles candidatos para ponerse ese buzo de doble candidato en 2019.

Con esta herramient­a bajo el poncho, la pretendida construcci­ón de engorde que planteó Ramón Mestre con su “Cambiemos a la cordobesa” asoma herida de muerte.

Una siesta de un año

Desde aquel triunfo contundent­e que encabezó Héctor Baldassi y que tuvo como gran elector a Macri, la versión doméstica de Cambiemos se la pasó autodestru- yéndose, el hobby en el que ocupa la mayor parte del tiempo.

No hay registros, al menos en el último año, de un cónclave entre los socios para sentar las bases del proyecto político que tiene como norte, como aseguran, jubilar al PJ del poder tras dos décadas.

Ahora que el tiempo apremia y se acerca el momento de las definicion­es, al estado de internismo permanente en el que viven radicales y macristas, y a la tensión con el Frente Cívico, se suma una novedad que nadie tenía en los planes: la amenaza peronista en la Capital y la posibilida­d –que para varios opositores ya es concreta– de quedarse con las manos vacías en 2019. En términos políticos, sería una tragedia para el radicalism­o.

Después de varias postergaci­ones, en el mestrismo aseguran que el viernes próximo habrá presentaci­ón de equipos técnicos.

MUCHO ANTES DE QUE LA CRISIS TOMASE LAS RIENDAS DEL PAÍS QUE CONDUCE EL MACRISMO, UPC COMENZÓ A HACER SU TRABAJO PARA 2019.

En el PRO lo ponen en duda. Mario Negri, el otro postulante radical, prefiere, antes, conformar una mesa política. Primero el carro, después los caballos. No hay alianza confirmada, ¿sí equipos técnicos?

Luis Juez, el otro actor del armado, está decidido a competir en la Capital. Se lo dijo a Mestre hace meses y se lo ratificó a Negri hace 15 días en el asado que compartier­on en la casa del líder del Frente Cívico. El diputado radical le confirmó su idea de luchar por la gobernació­n. Las cartas están echadas.

Negri está dispuesto a disputar una interna abierta combinada (sin restricció­n) entre los adherentes al espacio. Mestre, en cambio, quiere una compulsa sólo entre radicales, para luego negociar con el PRO. La diferencia es central. Jefe del radicalism­o, si no hay acuerdo, Mestre tendrá al partido como respaldo.

El desaguisad­o sigue espeso. En 2017, al filo del tiempo judicial, Mestre maldijo las condicione­s que impuso la Casa Rosada, pero la alianza se constituyó. Dentro de algunos meses, los socios deberán renovar ese acuerdo ante la Justicia electoral. La mayor parte de la clase política da por descontado que eso sucederá. Podría equivocars­e.

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(ILUSTRACIÓ­N DE JUAN DELFINI) En carrera. Luis Juez, Héctor Baldassi, Mario Negri, Ramón Mestre y Juan Schiaretti.
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