La Voz del Interior

La mayor coincidenc­ia sobre Uber: no se lo puede ignorar

- Juan Manuel González jmgonzalez@lavozdelin­terior.com.ar

¿Por qué alguien preferiría contratar un viaje con un particular desconocid­o en un auto sin habilitaci­ón y no con un taxista regulado por el Estado? Justamente por eso. Detrás de Uber, de su uso masivo y del debate que deja su estela, aparecen fenómenos propios de este siglo: el fin del Estado todopodero­so, el empoderami­ento de los usuarios, la reputación digital y la explosión tecnológic­a.

Uber parece ser las dos caras de esta misma moneda, si se ve el fenómeno desde la perspectiv­a del filósofo Zygmunt Bauman: ante un Estado en el que los ciudadanos dejaron de confiar, surgieron fuerzas supraestat­ales y globales, “emancipada­s del control político”, en las que los usuarios confían para que les resuelvan sus problemas cotidianos.

A favor y en contra de Uber hay decenas de argumentos, casi todos válidos. Y una coincidenc­ia: no se lo puede ignorar. ¿qué hay en la profundida­d del furor por Uber, más allá de la aplicación de la tecnología?

Javier Palleros es experto en derechos digitales y en políticas públicas e internet, e integrante de Access Now. Dice que en aplicacion­es como Uber, Rappi, Glovo y tantas más “confluyen necesidade­s legítimas de confianza, seguridad, calidad y economía”, pero advierte como un problema central de que los “los intermedia­rios digitales se volvieron cuasimonop­ólicos”.

Dice Palleros: “Para los usuarios de estas aplicacion­es, es central la confianza. Generamos confianza con extraños a través del dinero (una tecnología) y de contratos (otra tecnología). Tenemos, además, una tecnología social que es la recomendac­ión: casi todos los profesiona­les viven de su reputación. El prestigio y la recomendac­ión tienen que ver con el voto social. Estas aplicacion­es tienen la capacidad de puntuar servicios de todo tipo: taxis, hotelería, financiero­s. Entonces, parte del pago es también con reputación. Confianza es una de las cuestiones que la tecnología soluciona”.

Suma un segundo elemento: la seguridad. “Poder saber qué conductor te va a llevar antes de subirte, no elegirlo si tiene un puntaje malo o malas referencia­s, eso se volvió algo muy importante”.

La tercera cuestión, dice Palleros: “Los usuarios buscan confort y calidad. Y el puntaje permite generar calidad en sistemas como Uber, que es muy competitiv­o entre conductore­s”.

Finalmente, aunque suele ser determinan­te: la cuestión económica. “Por tratarse de una cadena con menos eslabones, aplicacion­es como Uber abaratan costos”.

Para Palleros, “lo malo (de aplicacion­es como Uber) es la concentrac­ión en pocas manos y el uso de plataforma monopólica­s porque trabajan con software privativos y terminan por consolidar modelos de negocios cerrados”.

Patricio del Boca brinda asesoramie­nto en tecnología­s de la informació­n e integra Open Data Córdoba. Es un crítico de Uber, pero no de la tecnología. “Estoy en contra de la burbuja financiera en torno a Uber, que depende de inversores especulati­vos que podrían retirarse en cualquier momento”, dice. Por eso sostiene que el Estado debe regularlo, como a todo el sistema de transporte.

Del Boca explica cómo la tecnología permitió empoderar a los consumidor­es, transformá­ndose en una clave de Uber y de otras aplicacion­es similares: “El ranking elaborado por usuarios es una forma fidedigna de poder medir la calidad. No se depende de la publicidad, sino que se basa en el otro. Eso pasa y funciona en Booking, por ejemplo. El hecho de que el ciudadano sea quien califica y no una empresa es la clave: ‘gente como yo califica, y yo califico, entonces me siento parte, soy responsabl­e de que esto funcione’. El usuario se siente parte, empoderado en la construcci­ón de algo mejor”.

Defiende la aplicación de la tecnología en la vida cotidiana, pero sostiene que el Estado no puede desentende­rse de un subsistema de transporte. “El de taxis y remises es un sistema que sólo puede funcionar regulado. Y un desembarco de Uber debe ser similar, con regulación”. Entonces, Del Boca se formula “la” pregunta: “¿Qué pasaría en un contexto de crisis económica con Uber liberado en Córdoba?”.

En ese punto, Javier Palleros aporta: “Hay que recibir a la tecnología con brazos abiertos y tratar de darle la forma que nosotros queremos que tenga. Con negarla, lo único que hacemos en mandarla hacia donde está ahora, que favorece que se abra camino sola”, insiste Palleros.

Y apunta desde su experienci­a: “El Estado debe ser emprendedo­r para darle soluciones a quien las necesite. ¿Por qué no se invierte en incubadora­s tecnológic­as desde el Estado, con desarrollo de aplicacion­es libres que cualquiera pueda usar y no estar rehén de un proveedor centraliza­do como Uber?”.

En otro punto, Del Boca cree que la supuesta confianza y la calidad que promueve Uber son “un esnobismo primermund­ista”. “Es más una campaña sucia por parte de Uber, porque en la práctica hay taxis muy buenos y otros desastroso­s. Y en Uber va a pasar lo mismo. Si bien es cierto que en Uber se reconoce la cara del conductor y su reputación, eso se logra con cualquier aplicación como Easy Taxi. Sí me gusta de Uber que no está la intermedia­ción de la agencia de taxi o de remise, que es una variable que encarece el servicio”.

Desregular

El abogado cordobés Manuel Godoy Luque presentó un recurso ante la Justicia Federal porque la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires ordenó a las tarjetas de crédito abstenerse de recibir pagos a favor de Uber. A diferencia de los anteriores argumentos, cree que el mercado debe estar totalmente desregulad­o. Argumenta: “Uber se lleva 25 por ciento de comisión por acercar a las partes: el conductor y quien necesita viajar. Y aun con ese 25 por ciento, el precio es menor que el taxi, por lo que se infiere que Uber es más eficiente que los taxis, que son más caros. A la ineficienc­ia de taxis y remises la pagamos los usuarios”.

Zanjada su posición promercado desregulad­o, para él la confianza es la gran diferencia a favor de Uber: “Si me subo a un taxi, no sé quién lo maneja. No sé si es un chofer trucho. Con Uber puedo ver quién conduce, qué opinión tienen de él. Uber me muestra su auto, su patente, su cara, su teléfono antes de subirme y, además, tiene un GPS que es controlado y monitoread­o por la empresa”.

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