Qué fantásticas esas noches
Antes de convertirse en un polo del entretenimiento nocturno, la zona del ex Mercado de Abasto era un hit inmobiliario para quienes tenían planes de montar “bares con onda”. O de prestar el elemental servicio de coctelería más buena música, eventualmente abonado por un show en vivo.
Eso pasó de mediados de los ’90 a los primeros años del nuevo siglo, con El Mariscal como big bang de una nueva Córdoba permeable para desarrollar tanto números locales como metropolitanos. Y años más tarde con La Belle, con el fin de una alternativa “pistera”, ya sea puramente electrónica o rock & pop.
Por el impacto generado, y por desapariciones empujadas por la reconfiguración de consumos culturales, estos espacios se convirtieron en “de culto”, en objeto de una adoración que se intentará capitalizar con una fiesta por realizarse el viernes, en Studio Theater.
Conseguir satisfacción Cuando se le consulta a Diego Florio sobre el origen de El Mariscal, su más sagrada criatura, el también productor radiofónico cuenta que a comienzos del ’95 se juntó con su amigo Claudio Baravalle en un bar céntrico, y que salieron desilusionados por “el poco huevo” que sus dueños le pusieron a aspectos sagrados como la musicalización, la onda general. “Ese fue el disparador para plantearnos la posibilidad de poner un bar propio”, revela.
“Yo venía del palo de la noche desde los ’80, porque había sido dee jay de varias discotecas. Y Claudio, por su parte, tenía a su hermano con mucha experiencia en el rubro, ya Viernes a la medianoche en Studio Theater (Rosario de Santa Fe 272). Gratis hasta la 1.30. En la velada pincharán los responsables artísticos de El Mariscal y La Belle, entrevistados en la nota, más el vee jay Pablo Leites. que había sido propietario de Papatanasius y de Vangelis. Decidimos ver qué onda”, añade.
Florio cuenta que Pepeu Gómez, otro amigo, le avisó que en el ex-Abasto había un lugar interesante para alquilar, en absoluto desuso. “Pepeu supuso que a nosotros nos vendría al pelo. Y así fue: nos contactamos con los que alquilaban bajada Alvear y pasaje Agustín Pérez; sólo tenían deshabitada la parte de abajo. En la de arriba había ocupas”, revisa sobre la propiedad que en los tiempos de Abasto activo funcionaba como Viejo Hotel Colón.
“Arriba había siete habitaciones, y abajo funcionaba el viejo bar del hotel. Al entrar nos quedamos maravillados con el piso, las columnas... Lo alquilamos, pero no teníamos para poner todo a punto, así que a los arreglos y a las reformas las afrontamos a pulmón”, revela.
Ese trabajo artesanal entre amigos terminó en octubre de 1995, cuando Florio y su socio programaron al combo blusero local La Aceitosa Blues Band.
“Este mes se cumplen 23 años de la apertura. Que no fue fácil, porque la de El Mariscal era una zona olvidada, visiblemente de tránsito, con calles oscuras. No fue fácil llevar la gente. Al salto lo pegamos al año de haber abierto, cuando produjimos un show de Los Cafres junto a Carlos Rivarola de Rock & Pop. Fue nuestra primera banda grande. Abril del ’96, más o menos”, completa Florio.
Al segundo salto, El Mariscal lo pegó cuando firmó algo cercano a la exclusividad con uno de sus huéspedes más longevos: Willy Crook. “Lo contratamos por dos fechas y trajimos a la gente de Much Music para que retratara todo. La movida dio frutos, hubo rebote. Y así nos afianzamos para programar a Babasónicos, Mississipi, Las Pelotas... ¡Babasónicos presentó Jessico en El Mariscal! Y hubo shows antológicos de Gardelitos con Korneta, de Pappo, con quien nos convertimos en entrañables”, complementa Florio, quien cierra rescatando que Vampy Avallay, número uno de la producción electrónica en Córdoba y el país, empezó en El Mariscal con el ciclo “33 RPM”. Pista doble mano
La Belle también surgió por propietarios que sintieron que había una demanda desatendida. “Electrónica severa o cumbia. La gente iba y venía entre esos extremos, mientras nosotros creíamos que faltaba algo en el medio, la posibilidad de bailar sobre un tema de los Beatles, los Stones o de los Hollies”, revisa Marcos Algañaraz sobre el vacío que vino a llenar el local con entrada por bulevar Los Andes.
“El Morado, mi otro bar, arrancó con esa impronta y anduvo muy bien. Y con el tiempo compramos lo que era La Sala, el boliche que estaba a la vuelta. La Sala tenía electrónica al fondo y nada en el espacio de adelante. Así fue que planteamos la impronta de El Morado adelante y continuar con la electrónica al fondo. Fue una de las grandes pegadas. No dejamos la mística anterior, le agregamos un segmento”, suma Argañaraz antes de cerrar con la elección de “su” noche en La Belle. “Fue cuando atendí a Charly. Mientras sonaba With or without you de U2, me decía ‘escuchá el efecto del bajo, escuchá”’, cierra.