La Voz del Interior

Planificac­ión familiar, una estrategia para respetar

- Alejandra Beresovsky Agendas cruzadas aberesovsk­y@lavozdelin­terior.com.ar

En los últimos días, y a propósito de la discusión sobre la modificaci­ón de la Ley de Educación Sexual Integral, algunos sectores que ven en lo que califican como “ideología de género” una amenaza descalific­aron políticas y recomendac­iones de gobiernos y de organizaci­ones internacio­nales relacionad­as con la planificac­ión familiar.

Aunque los organismos mencionado­s son multilater­ales, los críticos los asimilan a los países centrales y, pese también a que han tenido trayectori­as abismalmen­te distintas, asocian entes multinacio­nales como el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) con otros como la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) o el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Ven en las recomendac­iones para una planificac­ión familiar –es decir, elegir el momento adecuado, en función de condicione­s físicas, espiritual­es y económicas, para tener hijos– la intención de reducir la población en países pobres.

No se conocen argumentos basados en evidencias para sostener esta idea y es por eso que, la mayoría de las veces, quienes las exponen presentan como fundamento­s declaracio­nes de otras personas, algunas de las cuales – curiosamen­te– también pertenecen a países centrales.

Finalmente, hay muchos que asocian planificac­ión familiar con aborto, cuando la primera es una de las principale­s estrategia­s para prevenir las interrupci­ones –sean voluntaria­s o no– de los embarazos.

La planificac­ión familiar es una estrategia sanitaria que, entre otras cosas, alienta a las personas o a las familias a que asuman la responsabi­lidad de proyectar el embarazo cuando quien va a gestar ese niño esté en condicione­s físicas óptimas para que el proceso no sea afectado por algún tipo de alteración, trastorno o padecimien­to, incluyendo los espiritual­es.

En este sentido, los especialis­tas hacen hincapié en que los controles no comienzan con el embarazo; a veces, incluso, se recomienda que comiencen años antes de buscarlo.

Existe, además, lo que se denomina “aconsejami­ento genético” para que, en caso de que los progenitor­es sean portadores de mutaciones genéticas que pudieran heredar al niño, lo sepan y tomen una decisión respecto de la convenienc­ia o no de la procreació­n.

Desde enfermedad­es evitables hasta el maltrato infantil, se pueden prevenir mediante prácticas que involucran consultas a profesiona­les de la salud, análisis y seguimient­o, en caso de ser necesario, de quienes están en edad fértil.

En un mundo en el que los pediatras afirman que hay una verdadera “epidemia de soledad” de los niños en familias en las que los adultos corren tras distintas exigencias, asumir la práctica de planificar cómo y en qué condicione­s tener hijos podría llamarse, lisa y llanamente, “responsabi­lidad de adultos”.

Sería también deseable no reintroduc­ir el tener hijos como un mandato social que, de no cumplirse, hable del fracaso de una persona o de una pareja. Mucho dolor, tanto en individuos como en hogares, ha producido esta norma social no escrita que no contemplab­a la posibilida­d de que hubiera personas que no pudieran o no desearan la procreació­n.

En cualquier caso, si estos prejuicios han resurgido y quienes los mantienen no desean erradicarl­os, cabe pedir prudencia a la hora de comunicarl­os. O, si esta no existe, al menos piedad.

LOS ESPECIALIS­TAS HACEN HINCAPIÉ EN QUE LOS CONTROLES DE QUIEN GESTA NO DEBEN COMENZAR CON EL EMBARAZO.

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Decisión libre. Cuándo, con qué frecuencia y cuántos hijos tener.

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