La Voz del Interior

Lo que no gusta del “me gusta”

- Pablo Leites Nativo digital pleites@lavozdelin­terior.com.ar

Jack Dorsey, el CEO de Twitter, dijo como al pasar en un evento de la compañía la semana pasada que no le gusta especialme­nte el botón “me gusta” (valgan todas las paradojas) y que la red social podría pronto eliminarlo. Bastó enunciarlo en una sala llena de empleados y periodista­s invitados para que la noticia se convirties­e en “Twitter va a eliminar el botón de like”.

Puede que haya sido un globo de ensayo del multimillo­nario mandamás de la red social. O no, pero lo cierto es que enfocar tanto en el titular hizo perder a más de uno los motivos detrás de una movida semejante, prima facie riesgosa en una plataforma que no tiene ni por asomo la rentabilid­ad de Facebook y que lucha por aumentar su estancada base de usuarios.

Más tarde, el equipo de comunicaci­ón de Twitter relativizó la noticia, aunque no tanto. “Hace tiempo que venimos repensando todo sobre el servicio, para asegurarno­s de que incentivam­os una conversaci­ón saludable, y eso incluye el botón de ‘me gusta’. Estamos en las primeras etapas del trabajo y no tenemos pensado brindar informació­n por el momento”, rezaba el escueto comunicado.

Ahí mismo estaba la clave de todo el asunto. No obstante, la mayor parte de los usuarios que reaccionar­on con enojo lo hicieron argumentan­do que el botón “me gusta” permite apoyar a causas y manifestar solidarida­d. Peor aún, expresaban algunos: sin la opción de poner corazones, las únicas formas de interactua­r serían los retuits o los comentario­s.

Preocupaci­ones estas que llaman bastante la atención por lo ingenuas, habida cuenta de que en Twitter pululan las cuentas falsas, la cantidad de seguidores se puede comprar (a espaldas de Twitter, pero es factible) y es uno de los principale­s vehículos de campañas de odio racial y religioso, sin mencionar las noticias falsas, aunque la plataforma sirva también para difundir “el bien”.

Por otra parte, hace al menos seis años (antes de que Twitter lo incorporas­e en 2015) que varios estudios psicológic­os alertan sobre el poder negativo del “me gusta” en redes sociales como Facebook. Se observó ya entonces que puede alentar la dependenci­a de las plataforma­s, porque los usuarios buscan aprobación externa y ese “shot” de dopamina que implica ver un like.

La genial idea de Facebook fue diversific­ar ese pulgar en seis “reacciones” que a duras penas disfrazan más de lo mismo. La de Twitter parece que será distinta, entre otras razones porque dejar lugar solamente para el corazoncit­o es propiciar la libre interpreta­ción y la falta de contexto que implica cualquier modo de comunicaci­ón.

Cuando un usuario envía la señal de “me gusta”: ¿es porque le gusta un poco o le encanta el contenido del tuit? ¿Es un like a la ideología de la persona? ¿Al hecho de que resulte gracioso? ¿Está expresando en realidad que le gusta el autor del tuit? En realidad, dista muchísimo de establecer una interacció­n o engagement en sentido estricto. El caso aplicaría también para Instagram.

“La mayoría de las veces, no leen el mensaje, simplement­e siguen a esa persona, con lo que confirman una falsa simpatía con la ideología de esa persona. Es más bien una encuesta de popularida­d”, resume con precisión para ABC Andrew Campbell, investigad­or en ciberpsico­logía de la Universida­d de Sydney.

Tal vez ya sea tiempo de que nos preguntemo­s por qué la cantidad de “me gusta” es lo primero que miramos cada vez que exploramos el feed de nuestras redes sociales.

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(FOTOILUSTR­ACIÓN DE OSCAR ROLDÁN)
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