La Voz del Interior

Compras comunitari­as y marcas secundaria­s para paliar los aumentos

- Matías Calderón mcalderon@lavozdelin­terior.com.ar

Carlos Almirón (30) vive con su familia en barrio Cabildo, al sur de la Capital. Hace medio año abandonó su trabajo en una fábrica de azúcar impalpable. No le convenía la relación salario, costos, tiempos (tomaba cuatro colectivos por día y salía de madrugada para regresar a la tarde). Finalmente, tomó la decisión de trabajar por su cuenta como electricis­ta domiciliar­io.

“Vivo con mi esposa y mis dos hijos, uno de cuatro y otro de 11. Antes llenábamos el carrito de productos con tres mil pesos, y ahora no llegó ni a la mitad, con mi sueldo promedio”, se lamenta Almirón.

Empezó a usar las tarjetas de crédito. En principio, le sirvió para comprar lo que solía adquirir con dinero, pero resultó ser un problema. En la actualidad sigue pagando productos que consumió tres meses atrás.

Junto a otras siete familias, los Almirón comían asados dos veces al mes. Era un espacio para compartir y charlar con amigos. Pero la carne empezó a estar más y más cara, de modo que cambiaron de menú intempesti­vamente. Empezaron a preparar otros menús, pero los precios siguieron cuesta arriba.

Se pusieron en contacto con una trabajador­a social que tenía el dato de un sitio con quesos a precios económicos. “Conseguimo­s dos hormas de queso por 400 pesos y dividimos el costo”, relata Carlos.

Los aumentos obligaron a las familias a comprar de manera comunitari­a. Una vez por mes van al mayorista y consiguen arroz, fideos, azúcar y leche. Visitan unas quintas ubicadas en Camino a San Carlos, a la altura del kilómetro siete y medio, y compran las verduras directamen­te a los productore­s.

Además amasan pan y “heredan” la ropa de los niños. Como los hábitos alimentici­os cambiaron, los chicos comenzaron a ganar peso y no pudieron comprar ropa nueva. “Los trabajador­es tenemos un problema demasiado grande: es comer día a día. No hablamos del lujo de comer un lomito o un asado; hablamos de poder tomar un mate cocido con pan”, dice Almirón, angustiado, en diálogo con La Voz.

Otro efecto de la crisis es la pérdida de calidad. “Un paquete de fideos de primera marca, que antes conseguía por 30 pesos, ahora está en 60. Otras marcas no tan conocidas salen 20 pesos”, explicó.

En su familia casi se suspendió la ingesta de carne vacuna en los últimos meses. En su reemplazo, compran carne de pollo, más específica­mente alitas y menudos que usan para hacer preparacio­nes con arroz o diversas salsas.

Almirón sostiene que su situación se multiplica por miles de familias que cada vez comen y consumen menos. No porque no quieran, sino porque no pueden.

LOS TRABAJADOR­ES TENEMOS HOY UN PROBLEMA DEMASIADO GRANDE: PODER COMER TODOS LOS DÍAS.

Carlos Almirón, de barrio Cabildo

 ?? (JAVIER FERREYRA) ?? Compras comunitari­as. Los Almirón adquieren en cantidad con otras familias para abaratar costos.
(JAVIER FERREYRA) Compras comunitari­as. Los Almirón adquieren en cantidad con otras familias para abaratar costos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina