La Voz del Interior

San Francisco tiene visitas a su cementerio

Una ONG organiza recorridos para escuelas y vecinos. El paseo se nutre de historias y de leyendas de la necrópolis.

- María Laura Ferrero Correspons­alía

La ciudad de San Francisco lleva adelante un programa de visitas guiadas a su cementerio, para que todos los vecinos puedan conocer ese pedazo de la historia. Ofrece el circuito la ONG Archivo Gráfico y el Museo de San Francisco y la Región.

SAN FRANCISCO. Sabido es que el Cementerio de La Recoleta, en Buenos Aires, recibe a miles de visitantes por mes, del país y del exterior, que lo recorren como sitio de interés turístico, arquitectó­nico e histórico. Pero mucho menos conocido es que en algunas ciudades cordobesas se hacen visitas guiadas para reconocer el valor patrimonia­l que esconden sus propios cementerio­s.

San Francisco es un caso. No se trata de turistas, sino de un recorrido preparado para sus propios vecinos.

El Archivo Gráfico y Museo de San Francisco y la Región (AGM) ofrece ese circuito como “otro camino” para conocer la historia local y brindar desde otra perspectiv­a cómo se fue moldeando a través del tiempo.

Arturo Bienedell, presidente de AMG, cuenta que estas visitas guiadas surgieron tras un pedido de un docente de un colegio secundario. Hecha una, decidieron que valía ampliarlas para el público en general. La experienci­a lleva varios años ya.

“El recorrido abarca el antiguo cementerio municipal y el de la comunidad hebrea sanfrancis­queña, que data de 1929. En las visitas se ve desde lo patrimonia­l hasta el valor arquitectó­nico y social”, explica Bienedell.

Como sucede en el Cementerio de La Recoleta, el paseo por el lugar sagrado sanfrancis­queño comprende, a otra escala, a panteones, mausoleos y tumbas pertenecie­ntes a personalid­ades destacadas de esta comunidad. “Son unos 1.200 metros en el sector más histórico, en el cual se visitan los lugares de las familias más tradiciona- les hasta tumbas de los vecinos más destacados o conocidos de diferentes épocas”, detalla.

Bienedell menciona una particular­idad: la familia Tampieri fue una de las pioneras más ricas y poderosas que tuvo la ciudad. Uno de sus sellos distintivo­s fue el diseño y construcci­ón de sus propias viviendas y fábricas, muy ostentosas, cuidando cada detalle arquitectó­nicos y con los mejores materiales traídos de diferentes partes del mundo. Ricardo Tampieri, por caso, construyó para vivir con su familia un palacio, que terminó siendo con el paso del tiempo la sede del Gobierno municipal y que ahora es preservado para la creación de un museo.

Pero respecto a su última morada, el empresario no tuvo previsto ningún lugar en el cual depositar sus restos. “Ricardo y su esposa fueron sepultados en dos nichos prestados. Años más tarde, sus hijos construyer­on un panteón familiar, pero muy sencillo y lejos del lujo que sobresalía en las otras construcci­ones de esta familia”, marca Bienedell.

Cambios de hábitos

El titular de AMG relata que descubrier­on con esta experienci­a que muchos jóvenes nunca habían visitado un cementerio y que sus familias casi no practicaba­n los rituales fúnebres que en otras épocas eran omnipresen­tes y significat­ivos.

Para explicar estos cambios de hábitos, los integrante­s del AGM hacen referencia en el recorrido a cómo se realizaban los velatorios en las casas familiares antes de que se abrieran –en la década de los ’70– las salas velatorias, así como los ritos familiares para homenajear al difunto y cómo lo fúnebre incidía en la soltería de muchas mujeres, que no podían salir de sus hogares ni socializar hasta que se “levantara el duelo”.

Para las nuevas generacion­es, es como si se les hablara de otro mundo, muy ajeno.

Otro capítulo está dedicado a contar cómo eran los festejos del Día de los Muertos. “Ese día nadie trabajaba y todos iban al cementerio. Se trataba de una conmemorac­ión familiar y social importante. Chicos y grandes se pasaban la jornada completa compartien­do hasta el almuerzo con familiares que, posiblemen­te, no veían muchas veces en el año. Iban visitando las diferentes tumbas y socializab­an con personas con las cuales pocas veces tenían la oportunida­d de encontrars­e”, acota Bienedell.

El gran misterio

En el recorrido, unos minutos toma contar la historia de Antonia Montanari, la “santita laica”, asumido como uno de los grandes misterios de San Francisco.

Esta joven italiana de 19 años había llegado a esta ciudad junto a su padre y a su hermano, y murió tras enfermarse en 1900. El poco registro que queda de su corta vida fue que habría trabajado como personal doméstico en una familia relacionad­a con los Tampieri y después de su fallecimie­nto no se tuvieron noticias de sus familiares.

Su cuerpo fue depositado en un panteón y cuando se cumplieron 25 años de su muerte se habría querido reducir sus restos para colocarlos en el glosario, porque ningún familiar se hacía cargo de los gastos. “La sorpresa que se llevó el personal del cementerio porque, a pesar de los años, el cuerpo estaba intacto”, aseguró Bienedell.

Esa novedad comenzó a correr y pronto se transformó en una leyenda popular que aseguraba que ella concedía milagros.

Su tumba se trasformó en una especie de santuario y está, aún hoy, forrada de placas, en las cuales se leen agradecimi­entos por “las gracias recibidas”. Antonia se convirtió en una “santita popular”. A pesar de su lejana muerte, todavía quedan algunos que se acercan a su tumba con alguna petición.

Resguardar el patrimonio Desde AGM, una ONG con fines culturales, se señala que no existe ninguna ordenanza local que resguarde y proteja el patrimonio arquitectó­nico que representa el cementerio. Algunas construcci­ones tienen más de 100 años y representa­n no sólo hitos del pasado, sino que además ostentan valor arquitectó­nico y cultural.

“EN EL PASADO, EN EL DÍA DE LOS MUERTOS, CHICOS Y GRANDES SE PASABAN LA JORNADA COMPLETA YENDO DE TUMBA EN TUMBA”.

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(LA VOZ) Visita guiada. El recorrido por el cementerio de San Francisco congrega cada vez más visitantes.

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