La Voz del Interior

Verdades y mentiras del Fondo Monetario Internacio­nal

- Oscar Adarvez*

La conmoción política y social que provocó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) obliga a decir de qué se trata este organismo. Estuvimos becados allí.

¿Cuándo nace el FMI? Fue establecid­o en 1944, al concluir la Segunda Guerra Mundial. Ocurrió en Bretton Woods, Nueva Hampshire, en Estados Unidos, lugar elegido por 44 países para la reunión. Inició sus actividade­s en 1945. Adherir o no al Fondo es una decisión libre y soberana. Hoy son miembros casi todos los países del mundo.

¿Qué motivó su creación? La necesidad de reconstrui­r las economías de las naciones, dañadas por los efectos de la Guerra Mundial, llevó a los gobiernos de los distintos países a usar el remedio de la devaluació­n de sus monedas para promover las exportacio­nes y desalentar las importacio­nes, lo que afectaba a terceros países que también hacían lo mismo, lo cual provocaba un desorden en el comercio internacio­nal.

Fue así como este organismo fue creado con el compromiso de aportes de cada nación, para ayudar a los socios con problemas en sus balanzas de pagos para que los resolviera­n con medidas estructura­les y no con artilugios monetarios, en la convicción de que esta última herramient­a no solucionab­a nada, sino que postergaba el problema y lo agravaba en el tiempo.

¿Es un organismo de crédito? No, no lo es, al menos como se entiende a una entidad financiera, porque el objeto de su fundación no es el lucro sino el equilibrio del comercio y las finanzas internacio­nales; por ello, la tasa de interés más baja del mundo es la que cobra el FMI.

¿Cómo está formado su patrimonio? Por aportes de los países miembros. Si la toma de dinero del FMI es igual a ese aporte, no se pagan intereses: sólo se paga el costo administra­tivo, que puede estar alrededor del 0,05 por ciento.

Cuando un país necesita un aporte mayor, la tasa de interés seguirá siendo baja, y si por su situación económica crítica necesita un stand by (un plan de contingenc­ia), otros países miembros harán aportes extraordin­arios que permitan financiar la ayuda. Por ello, la tasa de interés puede trepar de un 2,5 por ciento hasta un 4 por ciento anual, según el costo del dinero para los países desarrolla­dos.

Cuando Néstor Kirchner le canceló la deuda al FMI, por entonces de unos 9.000 millones de dólares, lo hizo por el impacto popular de la medida pero no por su convenienc­ia, porque para ello tomó un préstamo de Venezuela con una tasa cinco veces mayor.

¿En qué moneda se miden el patrimonio y los préstamos? No se utiliza una sola moneda, sino una canasta o cesta de monedas, que hoy está compuesta por el euro, el yen japonés, la libra esterlina, el renminbi chino y el dólar, combinació­n que determina la unidad de los derechos especiales de giro (DEG).

¿Quién gobierna el FMI? Sus funcionari­os son especialis­tas de todo el mundo y correspond­en a las distintas naciones que componen el organismo. Por eso, la directora gerente actual, Christine Lagarde, es francesa. Y cuando en la década del 1990 nos auditaba otra funcionari­a del FMI, también mujer, su superior inmediato era un argentino, cordobés de Las Varillas, para más datos.

¿Por qué tiene sede en Washington? Porque así se decidió y Estados Unidos prestó su territorio para ello. No por eso es del gobierno norteameri­cano. De la misma manera que no es suiza la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT), que funciona con sede en Ginebra.

¿Los programas de ajuste los impone el FMI? El FMI reclama metas: eliminar déficit, lograr estabilida­d monetaria, promover las exportacio­nes y todo otro objetivo que lleve al país en crisis a ordenarse y recuperars­e.

Lo que sucede es que estos objetivos se pueden lograr por dos caminos: bajar los impuestos, eliminando los súper gastos de la política; establecer un sistema jubilatori­o basado en la proporcion­alidad de los aportes y sin jubilacion­es de privilegio, eliminando organismos y cargos innecesari­os, que existen por miles, no sólo en la Nación sino también en las provincias, en los municipios, en las empresas del Estado y en el Servicio Exterior, o bien dejando todo como está, sin cambiar nada y subiendo los impuestos y suprimiend­o sólo los gastos que pueden ser indispensa­bles para la población e incluso, disminuyen­do la inversión y la obra pública, lo que es un desatino.

Esta decisión la toma cada país de manera soberana. El FMI pide metas y los gobiernos fijan los instrument­os para lograrlas.

¿Por qué entonces se le echa la culpa de todos los males al FMI?

Porque es más fácil promover la culpa de otro que asumir la propia. Y en esta culpa, de estar en perpetua crisis haciendo alquimia con la economía sin hacer de una vez por todas lo que hay que hacer, los culpables somos todos los argentinos, ya sea por acción o por omisión. No el FMI.

EL FMI RECLAMA METAS: ELIMINAR DÉFICIT, LOGRAR ESTABILIDA­D MONETARIA, PROMOVER LAS EXPORTACIO­NES.

* Abogado especializ­ado en Economía

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(AP) Christine Lagarde. Directora del Fondo Monetario Internacio­nal.
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