A 23 años del día más negro de Río Tercero
La ciudad conmemora otro aniversario de las explosiones en la Fábrica Militar. Testimonios y recuerdos dolorosos del atentado que todos sufrieron en Río Tercero.
La ciudad de Río Tercero recuerda hoy la voladura intencional de la Fábrica Militar, que hace 23 años les costó la vida a siete vecinos. Se harán misas y homenajes a las víctimas, que serán recordadas por sus familiares. También habrá actos y una protesta.
RÍO TERCERO. Hace 23 años perdieron la vida los riotercerenses Aldo Aguirre, Romina Torres, Hodder Dalmasso, Elena de Quiroga, Laura Muñoz, Leonardo Solleveld y José Varela. Fue el peor día de la historia de Río Tercero.
La voladura intencional perpetrada desde el interior de la Fábrica Militar, que afectó a toda la población de la ciudad, el 3 de noviembre de 1995, se cobró siete vidas. Además, dejó heridos con secuelas imborrables y cuantiosos daños materiales.
El dolor permanece. Sigue quebrando a los familiares de las víctimas, quienes ahora lloran frente a una lápida.
Cecilia, la hija de Leonardo Solleveld, recordó aquella mañana y pronunció que “de milagro toda la familia estaba en la casa”, pero su papá ausente.
“Yo tenía 11 años, fue un hecho que marcó mi historia de vida para siempre, como familia nos cambió la vida”, describió Cecilia.
Con amargura, agregó: “Como no se puede vivir con odio, es mejor perdonar. Pero pasé varios años con mucha bronca y con un sentimiento de incertidumbre permanente”.
Pero definitivamente sostiene que considera que ha perdonado: “La verdad, que ya han pasado tantos años que he olvidado (ese sentimiento de enojo)”.
María Eugenia Dalmasso también es hija de un fallecido por causa del atentado. Perdió a su papá, Hodder. Años después falleció su mamá, Ana Gritti, quien desde las explosiones transitó una incansable lucha de varios años como querellante en la causa penal.
“Tenía siete años. Esa mañana estaba en la escuela, en primer grado. Mi hermana estaba en mi casa con la niñera, mi mamá en un viaje de trabajo y mi papá dando clases en la Enet. Nos despedimos los cuatro a las 8 de la mañana. A la noche, cuando nos volvimos a juntar, mi mamá nos contó sobre el fallecimiento de mi papá y de las circunstancias en que se produjo su muerte”, relató.
“Éramos muy pequeñas y tardamos meses en asumirlo. Nos robaron la familia en un acto de terrorismo de Estado en plena democracia. A 23 años de ese atentado, todavía es difícil conseguir un poco de justicia y seguimos viendo que se trata a los perpetradores con más compasión que a las víctimas. Tenemos que cerrar el duelo por nuestros dos padres y enfocarnos en nuestras familias. Ojalá algún día cambien de verdad las cosas en este país y nadie más tenga que morir en la injusticia del gobierno de turno”, indicó.
Sólo quedan cenizas
Totalmente quebrada en un solo llanto, Noemí Aguirre, hermana de Aldo, recordó que nadie se animaba a decirle aquel día de 1995 que su hermano había muerto: “Mi papá fue al hospital y no sé por qué nunca se lo pregunté, él no pudo reconocerlo. Después fui yo. Mi hermano estaba sin vida, reconocí sus pies, sus lunares, sus cicatrices y la camisa que llevaba puesta, porque yo se la había confeccionado. Ahora sus cenizas descansan en el patio de mi casa. Todos los días lo recuerdo a mi Aldito”.
Miguel Torres es el papá de Romina, una adolescente que murió en la escuela. Rememoró que su hija “iba con una amiga, para refugiarse, cuando cayó una esquirla que le pegó en la cabeza a mi hija”. Ella tenía 15 años y sueños que todavía no había descubierto. “Para calmar este dolor, es fundamental el apoyo de familiares y de amigos. Se la extraña siempre”, dice Miguel.
“HOY SEGUIMOS VIENDO QUE SE TRATA A LOS PERPETRADORES CON MÁS COMPASIÓN QUE A LAS VÍCTIMAS”, DICE EUGENIA DALMASSO.