La Voz del Interior

Interpreta­ciones vanas

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El asunto tendría su gracia si no nos mostrara perdiendo el tiempo en nimiedades a espaldas de nuestras urgencias, que no son pocas, práctica habitual de las sociedades que eligen agrandar lo pequeño para no ocuparse de lo importante.

Nos sucede toda vez que nos ocupamos en decodifica­r los supuestos mensajes que cada gesto del papa Francisco implica para el Gobierno nacional.

Como en el caso de la foto que esta semana lo mostró firmando una remera para los responsabl­es de la controvert­ida misa oficiada el 20 de octubre pasado en la basílica de Luján, por pedido del gremialist­a Hugo Moyano.

Hay un momento en que los notables no saben con quién departen o comparten imágenes, aun cuando podría aportarse que cada quien debe ser más cuidadoso a la hora de las fotos y los gestos.

Pero sucede que todos van al Vaticano en busca de ese contacto con Francisco que los legitime, y ni el más empecinado protocolo puede impedir que al fin se salgan con la suya.

Una lectura posible es que hay demasiados prontuaria­dos, indeseable­s e investigad­os en esas fotos. Y quizá sea una lectura justa, aunque el jefe de la Iglesia Católica también sale en otras fotos y con otras personas.

Pero aun así, no hay que darle al tema más importanci­a y tiempo. Quienes tienen la responsabi­lidad de gestionar la Nación deben estar más atentos a los problemas reales.

Y ello incluye la certeza de que todas las respuestas y las acciones posibles pasan por atinar con el rumbo en un proceso plagado de errores propios más que de factores externos.

Tales distraccio­nes no dejan de ser un lujo ante otras urgencias, tanto como el sinsentido de correspond­er a esos supuestos gestos o avisos con intentos de apaciguami­ento que en el día a día de los ciudadanos nada aportan.

En otras palabras, que las malas interpreta­ciones se correspond­en con innecesari­as respuestas.

Vale consignar que rara vez el Episcopado argentino ha tenido un accionar político tan público y notorio, y que los prelados deberían juntarse con los mejores del grado, a menos que esté en marcha un operativo para redimir al pertinaz Hugo Moyano (desde ya, destinado al fracaso).

Pero, sin dudas, son tiempos excepciona­les en una región del mundo acostumbra­da a darles a sus problemas un tratamient­o tribunero.

Bueno sería no caer en esa dicotómica manía de pensarlo todo en blanco y negro. Y no menos bueno sería que quienes gobiernan entiendan que hay cosas que importan y otras que no, y correspond­e ocuparse más de lo primero que de lo segundo.

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