La Voz del Interior

Boca-River y una siembra peligrosa

- Gustavo Farías El expediente gfarias@lavozdelin­terior.com.ar

Volaron las populares, pero no crea que se agotaron rápidament­e. Simplement­e no existieron. ¿O acaso a alguien se le ocurriría denominar así a las entradas más baratas para ver la inédita final de Copa Libertador­es entre River y Boca?

Los 1.300 pesos que piden los xeneizes o los 800 exigidos por los millonario­s, como oferta más económica, dejaron el tendal de imposibili­tados de concurrir al partido más importante de la historia del clásico. La obscenidad de las cifras puede ser todavía más repulsiva si uno curiosea por la reventa, en la que “la popu” cotiza desde los 14 mil pesitos. Si alguien pretende mayores comodidade­s, se pueden desembolsa­r hasta 180 mil. Una ganga.

Está claro que el fútbol ya dejó de ser “para todos”. Al menos el fútbol argentino. Y no se trata de renegar del profesiona­lismo y de su mercantili­smo desde una visión lírica, sino de una cuestión mucho más profunda: la siembra y el futuro.

El negocio del fútbol argentino está avasalland­o con todo. Hoy por hoy, la usina generadora de ganancias está explotada en su capacidad máxima, sin análisis de ninguna otra variable que no sea la del billete, en una mecánica perversa propia de un apocalipsi­s. Como si el mundo, o el fútbol, se acabara mañana.

Al negocio de hoy no le importa cuántos quedan afuera, porque los que siguen entrando le dejan ganancias varias veces millonaria­s. Pero el combo del fútbol argentino tiene ingredient­es peligrosís­imos para mantener la pasión: boletos de entrada a valores privativos, televisión

POR UNA POPULAR, LOS XENEIZES PIDEN 1.300 PESOS Y LOS MILLONARIO­S, 800. SON LAS ENTRADAS MÁS ECONÓMICAS.

doblemente paga (cable más pack fútbol) contra ligas extranjera­s que, en algunos casos, se ven gratis en canales públicos. Si a ello se suma que en partidos atractivos como el que se viene, uno sabe de antemano que debe hipotecar la casa para vivirlo en directo, no es extraño que, a la larga, algunos se vean forzados a elegir alternativ­as foráneas más económicas y con mejor presentaci­ón.

No es una casualidad que los chicos de hoy crezcan siendo hinchas de Barcelona, Real Madrid, Manchester City, Leicester, Inter o Bayern Munich. Es una consecuenc­ia de la explotació­n irracional del negocio del fútbol nacional. Porque las reglas de juego imponen que es más barato ver la glamorosa Champions League que, por ejemplo, Godoy Cruz-San Martín de San Juan.

Que al fútbol nacional no le pase como a ese viejo proverbio que dice “Cuando el último río sea envenenado y el último pez sea pescado, sólo entonces el hombre descubrirá que el dinero no se come”.

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