La Voz del Interior

Quemando ataúdes

- Claudio Fantini*

Herminio Iglesias hizo perder al justiciali­smo en 1983 por quemar un ataúd. Jair Bolsonaro llegó al poder en Brasil quemando ataúdes. Hoy, la truculenci­a cotiza en los mercados electorale­s, envalenton­ando a quienes lograron notoriedad con violencia verbal y poses autoritari­as.

En Argentina, lo que debiera ser centroizqu­ierda sólo se acuerda del Estado de derecho cuando debe lidiar con causas judiciales. Por lo demás, exhibe dogmatismo y demagogia. A su vez, lo que debiera ser centrodere­cha carece de cultura política y jurídica para concientiz­ar sobre sociedad abierta y Estado de derecho.

Eso que tan bien hacía Raúl Alfonsín cuando, situándose más allá de las posiciones partidaria­s, explicaba el valor de la juridicida­d y el carácter imprescind­ible de la democracia liberal.

En política “hay diálogo o hay violencia”, decía, contraponi­éndose a las doctrinas que exaltan la confrontac­ión.

Huérfano de Alfonsín, el país quedó entre los ideologism­os autoritari­os de unos y la indigencia cultural de otros, mientras que la democracia liberal quedó en la mira de ultraconse­rvadores alentados por el éxito de la incontinen­cia barbárica de Bolsonaro y de las izquierdas cómplices de los estropicio­s de Nicolás Maduro y de Daniel Ortega.

La ola más alta del momento es la ultraconse­rvadora, que incluye fuertes dosis de oscurantis­mo religioso. En Argentina, se elogia a Bolsonaro repitiendo la delirante descripció­n de Lula Da Silva y del PT como si fueran Pol Pot y el Khemer Rouge.

La centrodere­cha que se siente más cerca de la ultraderec­ha que de la centroizqu­ierda no es centrodere­cha, sino derecha extrema. Del mismo modo, la centroizqu­ierda que se siente más cerca de la ultraizqui­erda que de la centrodere­cha no es centroizqu­ierda, sino izquierda extrema. Ultraderec­ha, ultraizqui­erda y la demagogia populista que oscila entre ambas tienen en común que aborrecen la democracia liberal.

Angela Merkel prefirió cogobernar con los socialdemó­cratas antes que incorporar en su coalición a la ultraderec­hista AFD. Cogobernan­do, la centrodere­cha y la centroizqu­ierda se debilitan y drenan adherentes hacia Die Linke, por izquierda, y hacia AFD, por derecha; pero tuvieron la decencia de gobernar asociados antes que aliarse al autoritari­smo que odia a la democracia liberal.

En Brasil no tuvieron esa grandeza, mientras que en Argentina es más fácil rezarle a Fidel Castro o al general Augusto Pinochet que apreciar la estatura de Angela Merkel.

Perfiles

La cultura autoritari­a dominan- te impide visualizar otra posibilida­d de salir del monopolio dirigencia­l que transforma a la política en un negocio de mediocres codiciosos. Aunque es posible encontrar outsiders que no sean personajes grotescos ni violentos, las furias dominantes tapan con vociferada­s descalific­aciones razonamien­tos novedosos como, por ejemplo, los de Facundo Manes.

Este neurocient­ífico lleva tiempo describien­do a la ciencia como instrument­o para generar desarrollo socioeconó­mico. Mientras políticos y economista­s sólo conciben el capital en términos de dinero, tierra, bienes e inversione­s, Manes prioriza el “valor del capital humano”, y recurre a metáforas médicas para explicar los problemas y las soluciones en la sociedad y en la economía.

Ser hijo de un médico rural y haberse formado como científico le permitió convertir sus conocimien­tos neurológic­os en instrument­os para razonar la política y la sociedad.

Asomarse a la complejida­d del cerebro para descubrir sus misterios le permitiría asomarse a otras realidades complejas para resolver sus encrucijad­as. Pero mientras Manes propone ciencia e inteligenc­ia para que la Argentina deje de ser como “un hospital que sólo tiene la guardia”, por vivir atrapado en sus urgencias diarias, macrismo y peronismo tratan de seducir a Marcelo Tinelli para que sume votos sin importar si tiene ideas, lucidez y conocimien­to para aportar.

En total soledad, Manes expresa inteligenc­ia, mientras Juan Grabois, con la bendición papal, impulsa una fórmula que se autoanula: el regreso de Cristina Fernández, pero sin los corruptos que robaron.

Un oxímoron absurdo. Además, si Cristina de verdad no hubiese sido, primero, cómplice del marido y, después, jefa de la banda, entonces sería lo suficiente­mente inepta y negligente como para no haberse dado cuenta de tanto robo ocurrido bajo sus narices.

A su vez, el macrismo había mostrado su minimalism­o al reemplazar a Manes por Esteban Bullrich en una lista de candidatos. En materia de cociente intelectua­l y niveles de conocimien­to y lucidez, la diferencia es abrumadora.

De las dirigencia­s decadentes, se puede salir apostando a la inteligenc­ia y a la ciencia. Pero los principale­s partidos buscan "Tinellis", mientras los ultraconse­rvadores buscan al violento que pueda triunfar quemando ataúdes.

EN ARGENTINA,

LO QUE DEBIERA SER CENTROIZQU­IERDA SÓLO SE ACUERDA DEL ESTADO DE DERECHO CUANDO DEBE LIDIAR CON CAUSAS JUDICIALES.

* Periodista y politólogo

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(LA VOZ ARCHIVO) Facundo Manes. Un neurocient­ífico decidido a hacer política.
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