La Voz del Interior

Los mercados intocables de la insegurida­d

- Juan Federico Encrucijad­as jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

Una noticia tras otra terminan por conformar un mosaico que duele. Que otra vez vuelve a poner en foco el complejo tema de la insegurida­d en la ciudad de Córdoba.

En poco más de 24 horas, un jubilado salvó su vida de casualidad, luego de que dos motochoros le dispararon y lo despojaron de medio millón de pesos en Villa Bustos; un jubilado perdió parte de dos dedos de una mano al intentar sin éxito que los ladrones no le llevaran su utilitario en Diagonal Ica, de barrio Alem, y chicos y grandes quedaron cuerpo a tierra mientras un policía tiraba con su pistola y tres ladrones tomaban rehenes a media mañana en barrio General Paz.

Fueron sólo tres muestras consecutiv­as de una realidad mucho más importante. Casos que salieron a la luz mediática por cuestiones azarosas antes que por la comunicaci­ón oficial. Pero intentar encubrir lo que pasa a diario en las calles de Córdoba no surte efecto en las encuestas de humor social, en las que el reclamo por la insegurida­d siempre está al tope.

¿Qué une un arrebato callejero con un violento asalto domiciliar­io? ¿Cuál es la relación de estos episodios con un auto levantado en medio de una calle? Si bien la reacción política ante estos casos por lo general se reduce a presentar policías con escasa formación y gastar en cada vez más armamento y en patrullas, pocas veces se observan investigac­iones judiciales que pongan en jaque la matriz delictiva estructura­da en Córdoba.

“Lo que hay que preguntars­e es por qué hay un mercado para los celulares, los autos y lo que se roba en una casa. Hoy, las detencione­s sacan de la calle a las personas considerad­as peligrosas, pero no atacan el problema de fondo, que es el mercado criminal, más allá de lo social”, apuntó Paula Litvachky, directora del Área de Justicia y Seguridad del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), al portal digital Red/Acción, en un artículo en el que se indaga sobre los motivos por los que el número de personas presas creció 12 veces más rápido que la población argentina.

Es que las cárceles, describió alguna vez un fiscal penal cordobés, se continúan construyen­do con ladrillos de vergüenza.

No porque los que allí estén depositado­s sean inocentes. Sino por el carácter selectivo que tienen la mayoría de las persecucio­nes judiciales y policiales en Córdoba y en el resto del país.

En los fundamento­s conocidos días atrás y por los que se condenó a una banda dedicada al narcomenud­eo en una zona pobre de la ciudad de Córdoba (los alrededore­s del cementerio San Vicente), la jueza María de los Ángeles Palacio de Arato se tomó el tiempo suficiente para dejar una reflexión profunda sobre cómo se entrecruza­n la marginalid­ad, la droga y la insegurida­d.

“También es sabido –la realidad local así nos lo demuestra– que la mayor cantidad de los involucrad­os en estos delitos de narcomenud­eo son personas vulnerable­s en lo que respecta a sus condicione­s y sus limitacion­es sociocultu­rales-económicas. Pero lo concreto es que el narcomenud­eo se ha convertido en un verdadero flagelo y hay que dimensiona­r que en muchos casos es la antesala indefectib­le de otros delitos, algunos muy graves, con lamentable­s consecuenc­ias de pérdidas de vidas humanas. Es innegable que el consumo de droga aumenta la delincuenc­ia en contra de la sociedad en su conjunto, y consiguien­temente potencia la insegurida­d”, subrayó la magistrada de la Cámara 3ª del Crimen.

Su diagnóstic­o se entrelaza con lo que enseñó en su última visita a Córdoba el reconocido pedagogo italiano Francesco Tonucci: “La escuela no puede perder alumnos, porque si los pierde, los regala a la criminalid­ad”, dijo. Y a nadie se le ocurrió salir a gritar que estaba estigmatiz­ando.

Porque hablar de insegurida­d significa ponerse alguna vez a debatir en serio. Salir de las polémicas inútiles sobre la portación de armas, la xenofobia liviana o la edad de imputabili­dad, para intentar analizar de verdad sus raíces.

Si todo el mundo se arma, si se expulsa a los “peligrosos” extranjero­s hijos de países vecinos y si encarcelam­os a pibes de 14 o de 16 años, sólo tendremos que salir a buscar más cementerio­s y cárceles. La insegurida­d va a continuar allí, firme, estructura­da sobre aquello que nadie se anima a cortar. Lazos profundos que involucran necesariam­ente a la venia oficial.

LAS CÁRCELES, DESCRIBIÓ ALGUNA VEZ UN FISCAL PENAL CORDOBÉS, SE CONTINÚAN CONSTRUYEN­DO CON LADRILLOS DE VERGÜENZA.

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(@ELDOCE) Dolor. “Me quedaron dos pedazos de dedo en la camioneta”, dijo el jubilado al que le robaron su utilitario en la Diagonal Ica.
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