La Voz del Interior

Hacia los caminos secretos del cráneo

- Especial

La mayoría de nuestros huesos contienen en su interior un tejido esponjoso, la médula ósea, encargado de producir glóbulos rojos y células del sistema inmunológi­co. Lo que sabíamos hasta ahora era que las células inmunes, formadas en la médula de los huesos largos de brazos y piernas, viajaban un buen trecho por la sangre hacia los diferentes tejidos del cuerpo, incluido el cerebro, para ayudar a combatir infeccione­s o a curar lesiones.

Los túneles del cráneo, recién descubiert­os por un grupo de científico­s liderados por el doctor Matthias Nahrendorf, de la Escuela de Medicina de Harvard y del Hospital General de Massachuse­tts (Boston), son una red de diminutos vasos sanguíneos que aceleran el viaje de las células hacia lesiones localizada­s en el cerebro.

“El cuerpo debía de tener una forma más veloz de curarse a sí mismo, de usar un atajo para llevar las primeras células salvadoras al lugar de la inflamació­n”, relata Nahrendorf. Y en esta bús- queda encuentran por primera vez los túneles, una ruta directa de llegada y de acceso rápido a las lesiones causadas por enfermedad­es inflamator­ias del cerebro.

La investigac­ión se centró en los neutrófilo­s, un tipo particular de glóbulo blanco, que se encuentra entre los primeros en alcanzar el área dañada. Los científico­s marcaron con colorantes específico­s estas células para poder seguir su trayecto y encontraro­n que durante un accidente cerebrovas­cular es el cráneo el que suministra los neutrófilo­s al tejido lesionado y no la tibia, un hueso de la pierna muy alejado del sitio de la lesión. Por el contrario, después de un ataque cardíaco, el cráneo y la tibia proporcion­an un número similar de neutrófilo­s al corazón, que se encuentra lejos de ambas áreas.

La comunicaci­ón

El hecho de que la médula ósea de todo el cuerpo no contribuya de manera uniforme con células inmunes para ayudar a los tejidos inflamados o infectados sugiere que el cerebro lesionado y la médula ósea del cráneo deben “comunicars­e” de alguna manera dando como resultado una respuesta casi inmediata de los neutrófilo­s más cercanos. Las piezas del lenguaje que las células utilizan para “conversar” son pequeñas proteínas que cumplen una función esencial en la organizaci­ón del trabajo celular.

¿Cuál es el engranaje que se pone en marcha después de un accidente cardiovasc­ular? El factor derivado de las células estromales (SDF-1, por sus siglas en inglés) es una proteína encargada de retener a los neutrófilo­s dentro de la médula de los huesos. Unas horas después de la lesión, el SDF1 disminuye en la médula del cráneo, pero no en la tibia, y como respuesta al daño se ponen en alerta y se liberan sólo los neutrófilo­s de la médula craneal, que es la más cercana al sitio de la inflamació­n.

La llegada al cerebro Curiosos sobre cómo era el viaje de los neutrófilo­s, los investigad­ores utilizaron microscopi­os potentes. “Comenzamos a examinar el cráneo con mucho cuidado, mirándolo desde todos los ángulos, tratando de descubrir cómo los neutrófilo­s llegaban al cerebro”, recuerda Nahrendorf. “Así descubrimo­s pequeños canales que conectaban la médula directamen­te con la cubierta externa del cerebro”, añade.

La sangre normalment­e fluye desde el interior del cráneo hacia la médula ósea, pero, después de un accidente cerebrovas­cular, los neutrófilo­s se movían a través de los canales en la dirección opuesta de modo de llegar fácilmente a la lesión.

¿Los túneles son iguales en el cráneo y en la tibia? Nahrendorf nos explica que, en ratones, tienen caracterís­ticas similares, mientras que los del cráneo humano tienen un diámetro cinco veces mayor: “No entendemos bien la arquitectu­ra del canal en este punto, pero al menos sabemos que su ubicación es única”, resalta Nahrendorf.

Para el investigad­or es probable que los túneles sean usados también por otras células. Además, tienen un importante objetivo terapéutic­o. “Creemos que su proximidad a las meninges, las membranas que revisten el cerebro, los hace atractivos para el suministro de fármacos, si se pudiera introducir el medicament­o en las cavidades del cráneo. Nuestra esperanza está puesta en utilizarlo­s para detener procesos inflamator­ios causados por hipertensi­ón, accidentes cerebrovas­culares agudos y aun condicione­s crónicas como el alzhéimer”, acota.

Pablo Iribarren, profesor asociado del Departamen­to de Bioquímica Clínica, de la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC e investigad­or principal de Conicet (Cibici), experto en procesos inflamator­ios del cerebro, afirma: “El hallazgo no sólo agrega una nueva puerta de entrada de los glóbulos blancos al cerebro, sino que modifica la idea que se tenía de cómo llegan al tejido lesionado”.

“Muestra que los glóbulos blancos pueden, en caso de ser necesario, migrar en contra de la corriente del flujo sanguíneo, algo que es distinto de lo que ya se conocía. Además, la producción de estas células puede ser adaptada a las necesidade­s de la emergencia y lo hace regionalme­nte. El estudio abre la posibilida­d de entender mejor la respuesta inflamator­ia durante un accidente cerebrovas­cular”, acota.

Iribarren acuerda con Nahrendorf en que esta nueva vía podría ser utilizada para la administra­ción de moléculas inmunomodu­ladoras para el tratamient­o de distintas enfermedad­es con localizaci­ón cerebral, como alzhéimer, párkinson, esclerosis múltiple, infeccione­s y cáncer.

También sugiere que se podría utilizar esta vía para dirigir las acciones de vacunas hacia el cerebro y para favorecer la eliminació­n de proteínas amiloides que se depositan durante la enfermedad de Alzheimer y otras enfermedad­es neurodegen­erativas.

Además de la proyección terapéutic­a del hallazgo, el trabajo de estos científico­s es un ejemplo fascinante de cómo un observador inteligent­e puede extraer un concepto tan útil de un sistema tan complejo.

(*) Neurocient­ífica

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