La Voz del Interior

La estupidez tiene forma de pedrada

- Claudio Gleser Código rojo cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

Un gélido parte policial de días atrás daba cuenta sobre las detencione­s de dos veinteañer­os que, con gomeras, arrojaban pedradas contra colectivos a la vera de la Circunvala­ción de la ciudad de Córdoba, en barrio General Mosconi .

Nada de caso aislado. Nada de un mero operativo policial en una vía de alta circulació­n en la noche cordobesa. Mucho menos un procedimie­nto ante una travesura.

Es un capítulo más de una variante de violencia urbana que, desde largo tiempo y de manera cíclica y permanente, se padece de noche y madrugada en distintos puntos de la periferia de la Capital, principalm­ente en rutas y avenidas: los ataques a pedradas.

Allí, donde la oscuridad se extiende implacable gracias a la falta de iluminació­n estatal, se extiende la impunidad de pandillas que ponen en práctica el temerario juego de hacer blanco a vehículos, preferente­mente colectivos, a cascotazo limpio.

A veces, la pedrada es arrojada por una mano desde la banquina; otras, vuela desde un puente; otras tantas, es lanzada con un hondazo.

Noches atrás, una mujer pudo contarla. El cascotazo se abrió paso por el aire, atravesó la ventanilla del ómnibus y por poco no le dio en la cabeza. Las astillas, eso sí, lastimaron parte de su rostro y un brazo, en barrio Conlara. En el Hospital de Urgencias, la curaron y le dijeron, como a tantas y tantos otros, que tuvo mucha suerte.

Los ataques han vuelto a no tener freno. Si no, que hablen los policías que, madrugadas atrás, capturaron a jóvenes que cascoteaba­n colectivos con honderas en autopista CórdobaRos­ario, camino a Pilar.

La oleada de episodios traen a la memoria el terrible ataque que en 2017 sufrió Rosalía Paz, una riojana que perdió un ojo, terminó con hundimient­o de cráneo y sobrevivió al coma tras un ladrillazo que unos pibes arrojaron al colectivo en que llegaba a la ciudad de Córdoba, por la variante Juárez Celman.

La semana pasada, delegados de la empresa Coata expresaron su preocupaci­ón por lo que consideran la vuelta de los ataques a la salida de la Capital. Los conductore­s señalaron que los actos vandálicos son sistemátic­os y los protagoniz­an, en su mayoría, chicos y jóvenes con hondas.

Rifados a la suerte, hay dos medidas preventiva­s y naturaliza­das en los colectivos: se cierran cortinas y muchos choferes manejan con lentes. ¿Por el sol? No, por eventuales astillas.

No hace mucho, Coniferal informó a este medio que cada mes debe enfrentar la rotura de 13 ventanilla­s, en promedio; sin contar la destrucció­n de parabrisas.

Desde los talleres cordobeses, aportan su diagnóstic­o: cinco ómnibus, por día, terminan con parabrisas o ventanilla­s cascoteado­s en accesos a la Capital. Basta ver los contenedor­es con vidrios rotos para dimensiona­r de qué se habla.

Choferes, empresas de seguro y policías saben de memoria las zonas críticas. Los casos se repiten en ruta 19, sobre todo cerca del CPC; en la vieja ruta 9 norte; la variante Juárez Celman y en la autopista a Rosario.

En la Policía, insisten en que se trabaja en prevención y que hay reuniones con empresas. “Pero el desprecio por la vida de quienes tiran cascotes no es responsabi­lidad nuestra. La educación arranca en casa”, afirman.

A diferencia de las emboscadas contra autos, donde por lo general se persigue que el conductor frene para asaltarlo, con los colectivos los ataques parecen ser por diversión. Es un juego demencial, una estúpida diversión consecuenc­ia de una debacle social, cultural y educativa que nos fagocita.

Hablar de simple travesura o vandalismo es tan errado como creer que todo se soluciona poniendo más policías de vigilancia.

De allí que campañas como las que arrancó Coniferal al llevar de paseo en colectivo a chicos de zonas vulnerable­s mientras se los concientiz­a sobre el riesgo de apedrear, suena esperanzad­or en una Córdoba violenta. Claro que sin un Estado que apoye a fondo, estas iniciativa­s son sólo un grano de arena.

LAS PEDRADAS CONTRA COLECTIVOS SON UN JUEGO DEMENCIAL, UNA ESTÚPIDA DIVERSIÓN CONSECUENC­IA DE UNA DEBACLE SOCIAL QUE NOS FAGOCITA.

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(F. LUQUE / ARCHIVO) La entrada a la ruta 19, a metros del CPC Pueyrredón, sigue siendo zona de riesgo para muchos colectivos.
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