El plus que no tiene chances de cobrar Javier
“¿Ya mí quién me paga el bono? Tendría que empezar a cobrar de acá a fin de año un extra de 50 pesos por cliente, a ver si me junto las cinco lucas para Navidad”, ironiza Javier, un bicicletero a domicilio, de 25 años. Por las mañanas, intenta terminar su tesis y desde las 15 arregla bicicletas. “Hasta que la gente me eche”, aclara.
Cobra alrededor de 300 pesos la hora, aunque si el trabajo le demanda mucho tiempo, hace precio. “En negro”, como el 33 por ciento de los trabajadores en Argentina.
Aportar para su jubilación futura es algo que ni figura en sus proyectos veinteañeros. Antes trabajaba en un call ,en blanco, pero decidió explotar sus habilidades mecánicas a cambio de un día bajo su entera organización.
No tiene patrón, no paga cargas laborales sobre su trabajo, no tiene bono. Sin embargo, con los impuestos invisibles (y no tanto) que paga todos los días contribuirá a pagar el bono de otro trabajador, que pertenece a la otra gran mitad en la que se parte la Argentina laboral.
De este lado, los cuentapropistas y los que trabajan para un patrón, público o privado, que no los quiere o no los puede registrar. También hay que contar a los autónomos y monotributistas que, sin estar “en negro”, tampoco tienen el respaldo de un empleador o de un Estado que los auxilie a fin de año con un empujón de cinco mil pesos.
Del otro lado, el universo de casi 9,2 millones de argentinos “en blanco” que, además de tener vacaciones pagas, licencias y feriados, jubilación e indemnización en caso de despido, tienen la enorme tranquilidad de cobrar el sueldo a inicios de mes.
Los seis millones de trabajadores privados penan un poco más, porque si la empresa está en problemas pueden ser válvula de ajuste, pero ninguno pasa la zozobra de no saber con cuánta plata cuenta todos los meses.
Finalmente, el bono que firmó Mauricio Macri salió tan lavado que cada empresa está facultada a hacer lo que quiera, o lo que le permitan sus comisiones gremiales internas.
El texto del decreto dice que la empresa “en crisis o con declinación en la producción” podrá negociar la adecuación de “plazos y montos”. Y, en todos los casos, quedan habilitadas las empresas a tomar el bono a cuenta de los aumentos paritarios dados o por cumplir.
Algunas dirán que el bono que pagan siempre queda absorbido por el obligatorio; otras se escudarán en que la cosa está tan mal que no hay manera, y estarán las que harán lo imposible para tirarles unos pesos a sus empleados, a sabiendas de que todo irá a gasto y que algo ayudará a mover la rueda.
Se calcula que la masa salarial total se incrementará 10 por ciento con el bono.
Estos cinco mil pesos en dos veces, no remunerativos, son una forma de habilitar que parte de los aumentos salariales, tan onerosos porque están sujetos a todos los impuestos laborales, vayan directo al bolsillo del trabajador.
Si fueran por la vía legal, para que el laburante reciba cinco mil en mano el empleador debiera pagar 7.857 pesos, entre aportes y contribuciones a Anses, obra social, Pami y ART. Con este mecanismo, con el monto de dos, paga tres bonos.
El problema es que el bono sigue siendo una muestra cabal de esa Argentina dividida.
Los que están del lado de los agraciados, de los que tienen sueldo en blanco a fin de mes, reniegan porque cinco mil son poco si te toca cobrarlos y son mucho si te toca pagarlos.
Pero los que están del otro lado la siguen viendo de afuera: sin horarios, sí, sin patrón, pero sin bono.