La Voz del Interior

El acoso acorrala a integrante­s trans de la caravana centroamer­icana

Huyen de la violencia de sus países, pero entre los migrantes también se sienten en peligro. Por eso se unieron. Son unas 50 que caminan y duermen en grupo para evitar que las ataquen.

- Sonia Pérez

MÉXICO. Decenas de transgéner­os que salieron de Centroamér­ica y viajan por México buscando asilo en Estados Unidos se unieron para protegerse, no del viaje lleno de peligros, sino de los ataques de sus compañeros de travesía.

Huyen de la pobreza, de la violencia y de la discrimina­ción que padecen en sus países, pero han encontrado que el periplo hacia el norte es igual de amenazante.

“Cosita rica”, “¿Mami, adónde vas?”, “¿Cuánto cobras?”, son algunos de los insultos que recibe a diario el grupo que viaja junto con la caravana.

La salvadoreñ­a Loly Méndez, de 28 años, conoce muy bien a lo que se arriesga en su país: su mejor amiga fue asesinada por su condición de transgéner­o. “Yo iba a comenzar mi transición, pero me llegaron a amenazar con que, si me iban a crecer los pechos, me los iban a cortar”, contó. Las amenazas eran anónimas, lo que le provocó temor y la impulsó a huir.

“En mi país hay violencia y falta de trabajo y de oportunida­des, y cuando tienes el entusiasmo de ser alguien en la vida, eso no te tiene que parar”, dijo Loly, y aseguró que “también en la caravana hay violencia hacia la comunidad LGBTIQ”.

Loly se unió a la caravana en Tapachula, en el sur de México, una semana después de que esta había iniciado su viaje desde Honduras. Cuando vio en las redes sociales que la caravana avanzaba, pensó que era su oportunida­d. Espera trabajar en Estados Unidos y comenzar una empresa de productos de belleza, una idea que lleva tiempo madurando, pero no tiene el dinero necesario para concretar. “Voy para un país donde yo sé que voy a lograr mis sueños”, dijo esperanzad­a.

En muchas partes de Centroamér­ica son comunes los reportes de asesinatos, de agresiones y de discrimina­ción por la identidad de género o de orientació­n sexual.

Pero obtener asilo en Estados Unidos es difícil, aunque se tengan pruebas de que alguien fue víctima de persecució­n por su condición sexual. Toma días o a veces semanas que las migrantes transgéner­o obtengan una audiencia con un oficial de asilo.

Juntas son más

Temerosas de ser atacadas o abusadas sexualment­e, se mantienen unidas las 24 horas, caminan y duermen en grupo e incluso van en parejas al baño. Son unas 50 transgéner­o de entre 17 y 60 años.

En el trayecto no sólo sufrieron acoso, también fueron víctimas de robos y de agresiones. Cuando caminaban en fila por la carretera entre Acayucan e Isla, en el estado de Veracruz, un grupo de migrantes subidos a un tráiler les lanzó agua, naranjas y basura.

En Matías Romero, en el estado de Oaxaca, no quisieron dormir en el parque donde la caravana de detuvo a descansar. Se ubicaron en un hotel abandonado tras un terremoto en 2017 que estaba al lado, sucio, sin ventanas, puertas ni servicios. Allí se bañaron a la luz de una pequeña linterna, se pusieron sus mejores vestidos y se maquillaro­n.

“Las chicas”, como se autodenomi­nan, llaman la atención por su maquillaje perfecto, sus coloridas cabelleras, sus cuerpos finos y delgados y sus vestidos amarillos, rosados, blancos y azules. Cada noche buscan cómo acicalarse y ahí surge uno de los conflictos comunes. “Tenemos problemas al momento de ir al baño”, contó Nakai Flotte, una activista y transgéner­o que integra el grupo. “Nos bañamos en el de hombres, a veces en el de mujeres, pero es difícil, no hay uno para nosotras”.

Nakai acompaña al grupo para apoyarlas en sus dudas sobre la migración y sobre el asilo. Estados Unidos “deberá tomar en cuenta su condición de vulnerabil­idad y violencia”, dijo la activista.

Sin embargo, la decisión del exfiscal General Jeff Sessions de negar asilo a las víctimas de la violencia doméstica y de las pandillas podría tener un impacto negativo en las transgéner­o.

“Yo sé que será difícil conseguir un asilo, pero tenemos que hacer el intento”, explicó Alexa Amaya, una exuberante morena de pelo rojo que caminaba por la carretera cargando unas pocas pertenenci­as. Alexa tiene 24 años y viene desde Copán, Honduras.

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(AP) A bailar. La comunidad LGTBIQ de la caravana celebra durante un descanso en un hotel abandonado de Donaji, México.

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