Las cartas de nuestros lectores
Salud integral Miguel Ángel Reguera
En la espera de la muerte, Sócrates, el hombre más sabio de la antigua Grecia, dijo: “Critón, recuerda de llevarle un gallo a Esculapio”. Quizás en forma irónica hacía referencia a que la muerte todo lo cura y el Dios merecía una ofrenda, al destinarle ese remedio para su infausto juicio.
Esta también puede ser la idea que inspira a los funcionarios que diseñan las políticas de salud en nuestro país, así como a los sindicatos que administran las obras sociales, los profesionales que viven de esas organizaciones y las empresas privadas de salud.
Porque no se entiende el desinterés o la falta de servicios que padecemos, en mi caso como docente, en otros como simples asociados o clientes de prepagas, afiliados a distintas obras sociales o como simples ciudadanos que asisten a un instituto hospitalario público.
Deberíamos regalarles gallos por los turnos que demoran la atención semanas o meses; falta de especialistas o lugares de interna- ción en la zona de residencia del afiliado; obligación de pasar primero por médicos referentes o retirar bonos que serán completados con el pago de coseguros; falta de cobertura de servicios esenciales a la salud como las prótesis dentales; reducción de los descuentos en farmacias; suspensiones o cancelación de atención por falta o retraso en el pago a profesionales; todo nos garantiza un cada vez más largo camino hacia la no sanación.
Espero que las autoridades, junto con los prestadores privados y sindicatos, se pongan a trabajar en una ley de salud integral que cubra las necesidades que como seres humanos tenemos y como ciudadanos merecemos que sean garantizadas por el Estado.
Ajustes en el Estado Carlos Socci
Cada vez que hay una crisis, el Gobierno acude al sector privado para equilibrar las cuentas. Por supuesto, eso origina más impuestos que –la mayoría de las veces– quedan fijos de por vida.
Hace un tiempo, Jorge Lanata dedicó su programa televisivo a mostrar las diversas formas que tiene un gobierno para hacer el ajuste dentro del Estado.
Hay para todos los gustos. Presidentes que no terminan su mandato, diputados en la misma situación, jubilaciones de privilegio por distintas situaciones. En los casos de jubilaciones por discapacidad, en pocos años nos encontramos con más de un millón de beneficiarios. Nadie entiende que tanta gente se invalidó en tan poco tiempo.
La cuestión es que hoy la relación jubilados y aportantes casi no llega uno a dos. Y ya sabemos que para que el sistema no dé pérdidas, la proporción debe ser uno a cuatro o uno a cinco. Si esta relación no se mejora en poco tiempo, el déficit del sector jubilatorio va en camino de explotar.
Pero también hay secretarías y subsecretarías que no tienen un destino fijo y que podrían ser eliminadas del organigrama. Nadie pretende que los empleados queden en la calle. Hay maneras de indemnizarlos en cuotas.
Además, si no se tocan los privilegiados del sector estatal, seguiremos luchando para reducir su tamaño, razón principal del déficit estatal.
Central de Embalse Eduardo Butori
En la página de Opinión del lunes, se publicó un artículo sobre las bondades de la Central Nuclear de Embalse. Yo opino distinto al autor de la nota.
Para ello quiero empezar con Dioxitek, que desde hace décadas produce el dióxido de uranio, combustible que alimenta las plantas Atucha I y II y Embalse.
Lógicamente esta fábrica tiene sus propios residuos de radiación baja de uranio, pero enterrados en un “chichón” en el mismo predio del barrio Alta Córdoba. Terminó su contrato, no se le permitió su continuidad, la Provincia, el municipio y la Justicia no lograron que remediaran el predio.
Sin sorprendernos, y por arte de los políticos, consiguieron reanudar su producción hasta tanto se construya una nueva planta en Formosa; pero el “chichón” sigue.
¿Qué les pasa a nuestros gobernantes? No saben cómo solucionar la disposición final de nuestras basuras. La Justicia debió proceder contra los fumigadores con aviones de barrio Ituzaingó. La gente impidió la radicación de Monsanto en Malvinas Argentinas. Y los habitantes de Río Tercero, después de su explotada Fábrica Militar, después de varios “percances” de distintas fábricas químicas, ¿deben seguir soportando 25 años más de vida a su Central Atómica? ¿Alguien les explicó qué hacer en caso de accidente nuclear a los de Río Tercero o a todos los ubicados 500 kilómetros alrededor de la planta, incluida Córdoba capital? ¿Qué pasó con el accidente de contaminación con titrio 3 radiactivo producido en diciembre de 2017 en dicha planta?
Después de Rusia y Japón, todo el mundo decidió: planta nuclear que termina su vida, no se repone. ¿Por qué nosotros vamos en sentido contrario?