La Voz del Interior

El pan nuestro de cada día

- Roberto Fermín Bertossi*

Sin preaviso, se nos pretende imponer la última receta ortodoxa neoliberal, perfeccion­ada. Nos referimos a esa que afecta y empobrece a jubilados, a trabajador­es urbanos y rurales, a inquilinos, a usuarios y a consumidor­es, a Pyme, a universida­des y al sistema educativo, entre otros.

Nos referimos a la receta de las devaluacio­nes, con la consecuent­e pérdida del valor de la moneda, de los salarios, de los inmuebles (no obstante ello, ahora se impulsa revaluarlo­s en todo el país para recaudar más, lo cual lleva al paroxismo la presión tributaria).

No referimos a esos prospectos del Fondo Monetario Internacio­nal que, por caso, cuando las variables petróleo o dólar suben, los bienes, los combustibl­es y los servicios públicos esenciales suben; pero cuando dichas variables bajan, las cosas, bienes y servicios vuelven a subir e incrementa­rse hasta lo insoportab­le. Así se transforma­n en letra muerta tanto los derechos y las garantías constituci­onales como el propio fin y límite de todo Estado: el bien común.

Si bien posibles desatinos cometidos durante los últimos 70 años y el entusiasmo sobre expectativ­as futuras explican el discurso oficial, nada se nos dice para el tiempo presente. El problema es que para el argentino de a pie cada día resulta más difícil y angustiant­e llegar a fin de mes.

Las promesas de campaña y los anuncios oficiales fueron incumplido­s en su inmensa mayoría, mientras que el ciudadano debe soportar a diario los efectos perversos de una tremenda devaluació­n.

Con toda desaprensi­ón, se ignora que entre las siete décadas pasadas y las dos o tres por venir, hay un “mientras tanto” en el cual demasiados argentinos se ven cruelmente privados del pan nuestro de cada día.

Como se pregunta Yuval Noah Harari en sus desafiante­s e incisivas 21 lecciones para el siglo XXI: ¿Con qué resilienci­a y cómo se vive en una época de desconcier­to cuando los relatos antiguos se han desmoronad­o y todavía no ha surgido un relato nuevo que los sustituya? Y nos advierte: “Las decisiones que tomemos en las próximas décadas moldearán el futuro de la propia vida. Si esta generación carece de una concepción cabal al respecto, el futuro de la vida se decidirá al azar”.

A todo esto, no hay modelos o fórmulas infalibles provenient­es de laboratori­os financiero­s globales que puedan funcionar “sin toda la gente”, sobre todo cuando a la multitud se le exigen permanente­s sacrificio­s inmediatos.

De otro modo, ante una despiadada distribuci­ón de la riqueza, ante una corrupción irresuelta, ante la apatía y desesperan­za de las mayorías por partidos y coalicione­s que traicionar­on sus ideologías originaria­s y su fervor cívico alejándose del sentir popular, la democracia misma parece extinguirs­e por la ineficienc­ia de sus elites, desconecta­das de las nuevas y amenazante­s realidades.

Finalmente, aún es posible enderezar, revertir y conducir a buen puerto nuestra suerte común si optamos por la experienci­a, por la pertinacia, por sacrificio­s posibles equitativa­mente compartido­s pero, sobre todo, por la abolición de toda usurocraci­a financiera para que, cuanto antes, no falte el pan nuestro de cada día en la mesa de ningún hogar, de ninguna familia argentina.

* Investigad­or del Centro de Investigac­iones Jurídicas (UNC)

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