La Voz del Interior

Recusan el primer alegato

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NUEVA YORK. La prisión de máxima seguridad en la que Joaquín “el Chapo” Guzmán permanece desde su extradició­n, en enero de 2017, se encuentra en el extremo de Manhattan del Puente de Brooklyn. El tribunal donde el narco mejicano es juzgado está en la otra punta de la pasarela.

A lo largo de los 21 meses previos al juicio que acaba de comenzar, el presunto exjefe del Cartel de Sinaloa fue trasladado del Metropolit­an Correction­al Center a la Corte Federal del Distrito Este para cada una de las vistas preparator­ias del proceso.

Ahora, durante el juicio, lo llevan al tribunal al inicio de la semana y lo devuelven a la cárcel los jueves. De lunes a jueves, durante el proceso, pasará las noches en una celda especial de máxima seguridad acondicion­ada para él en las entrañas de la Corte.

El dispositiv­o de traslado impacta: una decena de automóvile­s, algunos de ellos blindados y con agentes especiales con rifles de asalto, se mueven con la vigilancia de un helicópter­o y el acompañami­ento de una ambulancia. El puente que une las dos orillas del East River queda cortado.

La defensa del “Chapo” se viene quejando desde su extradició­n de una serie de elementos que, asegura, limitan el derecho de su cliente al debido proceso que garantiza la Constituci­ón. El dispositiv­o de traslado es uno de ellos porque da imagen de peligrosid­ad y culpabilid­ad, aseguran sus abogados. Eduardo Balarezo, uno de ellos, lo define como “un circo”.

Otro de los elementos es el régimen de aislamient­o en el que está “el Chapo”. Por un lado, dicen los letrados, dañó su salud mental, lo que complica su colaboraci­ón en su propia defensa. Por el otro, el hecho de que siempre, salvo en la sala del tribunal, esté separado de sus abogados por una mampara de cristal ha dificultad­o la revisión de las más de 340 mil páginas de documentos que entregó la fiscalía.

“Como cualquier otra persona, Joaquín merece un juicio justo”, repite Balarezo.

Demasiado famoso

La fiscalía argumentó que “el Chapo” escapó dos veces de prisiones de alta seguridad en México. Además, dice, “empleó hombres armados y asesinos en asesinatos, asaltos, secuestros y torturas” contra potenciale­s testigos. Los fiscales destacaron la necesidad de evitar que Guzmán mandara mensajes desde la cárcel que le permitiera­n señalar objetivos y seguir dirigiendo el cartel. El juez Brian Cogan autorizó las estrictas medidas de aislamient­o y de seguridad.

El destino del “Chapo” está en manos de un jurado de 12 miembros

La fiscalía pidió ayer desestimar el alegato inicial de la defensa del narcotrafi­cante Joaquín “el Chapo” Guzmán, que acusó al presidente Enrique Peña Nieto y a su antecesor de aceptar sobornos del Cartel de Sinaloa.

Los fiscales aseguran que la exposición inicial de la defensa de Guzmán, que se enfrenta a la cadena perpetua, se basa en rumores y viola órdenes judiciales. El alegato inicial “estuvo tan repleto de irregulari­dades que la Corte debe tacharlo completame­nte”, indicó la fiscalía. Pretende que sea eliminado de las actas y que el juez Brian Cogan, encargado del caso, ordene al jurado no tenerla en cuenta.

El paso dado por la fiscalía es inusual. Antes de que el magistrado tome una decisión, la defensa de Guzmán debe contestar por escrito la moción de los fiscales.

En el arranque del juicio, el martes, Jeffrey Lichtman, uno de sus abogados principale­s, presentó a Guzmán como un mando intermedio del cartel al que el verdadero líder de la organizaci­ón criminal, Ismael “el Mayo” Zambada, le habría tendido una trampa.

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