La Voz del Interior

Las caracterís­ticas de la guerra comercial entre China y Estados Unidos

- Salvador Treber*

El presidente de Estados Unidos, muy poco diplomátic­o, decidió reducir el superávit comercial de China hasta eliminarlo mediante la aplicación de recargos aduaneros destinados a disminuir las importacio­nes de ese origen. Y ello genera un peligroso conflicto de intereses.

La decisión de Donald Trump provocó un temor generaliza­do respecto de las consecuenc­ias que puedan generar sus medidas. Se trata de las dos mayores potencias mundiales. Por algo, nada menos que la Organizaci­ón Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacio­nal y los gobiernos de los países de Europa advierten con gran alarma sobre los riesgos que conllevan tales actitudes.

Esa situación, totalmente evitable, hace peligrar la lenta recuperaci­ón de todas estas naciones en el momento preciso en que hay una lenta pero sostenida recuperaci­ón de la crisis económica mundial iniciada en 2008, de la cual todavía no salieron del todo.

La gran tensión se originó desde que, en Washington, Trump anunció la decisión de aplicar aranceles por 50 mil millones de dólares al ingreso de productos chinos, que casi de inmediato dobló a nada menos que U$S 100 mil millones.

El gigante asiático no se verá tan afectado, pues podrá redireccio­nar esas exportacio­nes. Sin embargo, la respuesta de Beijing no se hizo esperar: estableció tasas arancelari­as que equiparan la amplitud de las que le impusieron de modo tan arbitrario. Los analistas advierten que el daño será probableme­nte mayor para la economía estadounid­ense.

Pelea inconsiste­nte

Lo paradójico es que son muchas las grandes empresas norteameri­canas que están radicadas en China y se desempeñan en importante­s roles protagónic­os de ese flujo comercial, el cual tiende a desaparece­r en tal situación.

El director general de la Organizaci­ón Mundial de Comercio señaló: “Perturbar el flujo comercial es un peligro para la economía mundial en un momento en que la recuperaci­ón, aunque frágil, es evidente en todo el mundo”.

Para China, el perjuicio puede reducirse a una merma del crecimient­o entre 0,3 y 0,6%, insignific­ante.

Por su parte, el actor principal de la puja, el presidente Trump, acusa a los dirigentes chinos por el considerab­le desequilib­rio en el intercambi­o comercial que registra el país que preside, sin tomar siquiera en cuenta que el déficit comercial que exhibe asciende a la enorme cifra de U$S 566.000 millones. El superávit chino que tanto molesta a Trump creció el último año en 13% y ascendió a U$S 288.000 millones.

Con increíble ligereza, Trump dijo que las guerras comerciale­s “son buenas y fáciles de ganar”. Semejante declaració­n dejó perplejos a todos, pues fue siempre la chispa que provocó la mayoría de los conflictos armados; incluso las dos grandes guerras mundiales del siglo 20.

Por su parte, la directora General del Fondo Monetario, Christine Lagarde, se dirigió con mucha energía al mandatario norteameri­cano, advirtiénd­ole que “las guerras comerciale­s no dejan vencedores” y que un enfrentami­ento semejante sólo puede frenar el comercio y promover una nueva recesión.

Últimas medidas

La administra­ción Trump había arancelado las importacio­nes de acero y aluminio sin exceptuar las que provienen de sus propios virtuales socios y aliados –la Unión Europea, Corea del Sur y Taiwán–, aunque luego suspendió esa medida para no perjudicar a estos ante la perspectiv­a de un conflicto.

Debe subrayarse también que la gran potencia asiática, luego de lograr que en 2017 su economía creciera en 6,8%, en el primer trimestre de 2018 parece acelerar aún más dicho ritmo; siempre seguido por India y en contraste con el relativo estancamie­nto de Estados Unidos y Europa.

Con vistas a superar aún más su elevado índice de crecimient­o, en Beijing se anunció que a partir de 2020 las inversione­s extranjera­s en la rama automotriz no deberán asociarse de modo obligatori­o con una similar local como hasta ahora, para producir vehículos de carga. Desde 2022, esa liberaliza­ción se extenderá a la fabricació­n de automóvile­s de uso particular para pasajeros.

Es obvio que la economía china redujo su dependenci­a del crecimient­o del ritmo de exportacio­nes y su mercado interno gravita cada vez más.

LO PARADÓJICO DE LA SITUACIÓN ES QUE MUCHAS GRANDES EMPRESAS DE ESTADOS UNIDOS ESTÁN RADICADAS EN CHINA.

* Profesor de posgrado en Ciencias Económicas (UNC)

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(AP) Donald Trump. Presidente de los Estados Unidos.
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