La Voz del Interior

Bolsonaro, el fin de un ciclo

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El triunfo de Jair Bolsonaro ha encendido las luces de alerta en todo el progresism­o argentino. Se nos advierte especialme­nte contra sus juicios conservado­res, y aun reaccionar­ios, acerca del rol de la mujer, de las personas de color, de los inmigrante­s, de los homosexual­es y otros temas.

Prevén la llegada de una ola derechista y represiva de alcances imprevisib­les, lo califican como “el Trump del sur” y pronostica­n momentos muy duros para Brasil y la región.

Lo que abunda menos son los intentos de explicació­n acerca de por qué un desteñido diputado de provincia, con exiguos recursos monetarios y pasado militar logró imponerse frente a quien se vaticinaba como seguro ganador: el PT de Lula da Silva, de Dilma Rousseff y de Fernando Haddad.

Se anuncia una presunta “ola neoliberal” pero no se identifica­n bien las razones que la han provocado. Se prefiere atribuirla a una vasta conspiraci­ón de difusos poderes que incluyen al mundo empresario, la prensa y las embajadas extranjera­s. Pero se omite siquiera rozar, como causa eficiente, la debacle del ciclo populista y los escándalos de corrupción que precediero­n el triunfo del ignoto Bolsonaro.

Fatiga de populismo

Desde comienzos de siglo, América latina adoptó un rumbo inequívoco que a muchos hizo pensar que se trataba de un camino definitivo.

El populismo había llegado y parecía quedarse para siempre. En cada uno de los países reinaba el discurso antiimperi­alista, el tono nacional y popular y un horizonte de crecimient­o económico que parecía no tener límites.

Eran tiempos de delirios chavistas como el gasoducto que partiría de Venezuela y llegaría a la Argentina atravesand­o Brasil.

Eran los años del alza inusitada de los precios del petróleo, las materias primas y los alimentos, impulsados hacia arriba por la demanda de China. Tiempos de abundancia que no necesariam­ente habrían de durar para siempre.

Se atribuía la momentánea prosperida­d al acierto político distribuci­onista que se practicaba en casi todos los países. Eran momentos de gloria del populismo latinoamer­icano liderado por el pintoresco líder caribeño, secundado por Lula, los Kirchner, Correa, todo ellos mirados con entusiasmo desde Cuba.

La crisis comenzó hacia 2008. Más que el estallido de los derivados bursátiles en EE.UU., fue la baja de los precios internacio­nales lo que selló su destino. Allí está Venezuela para atestiguar la irresponsa­bilidad y el despilfarr­o de esos años. El triunfo de Bolsonaro viene a cerrar ese ciclo iniciado a comienzo de siglo.

Teorema de Baglini

El nuevo presidente asumirá en enero catapultad­o por una demanda de lucha contra la corrupción y el crimen organizado, en un marco de cuatro años de recesión económica local y en un contexto internacio­nal con vientos de nacionalis­mo y auge del proteccion­ismo que intentan poner límites a la globalizac­ión.

La mano dura que Bolsonaro ha prometido en la lucha contra el delito va cobrando forma en un gabinete en el que ha incluido al juez del Lava Jato Sergio Moro y a varios militares. Como fuere, Bolsonaro no resultará inmune al famoso teorema de Baglini: la prudencia se apodera de las acciones de los políticos a medida que estos se acercan a la responsabi­lidad de ejercer el gobierno.

Una de las incógnitas por despejar es la que atañe a la política económica. ¿Sobrevivir­á un ministro liberal en un gobierno con sesgo nacionalis­ta? ¿Sucumbirá el Mercosur? ¿Saldrá beneficiad­a Argentina?

“Corsi e ricorsi”

Tras la llegada de Bolsonaro, sobrevive Venezuela y su tragedia populista. Bolivia y Uruguay son apenas un atisbo de adhesión ideológica respaldada por una sobria prolijidad administra­tiva, que esquiva los tradiciona­les desmanejos populistas.

Queda la incógnita de México, de exigua influencia en Sudamérica.

En pocos años, el panorama de América latina ha cambiado hacia la búsqueda del orden que permita crecer.

Una sintonía entre Argentina y Brasil sería decisiva para que la región pueda reorientar­se hacia políticas no ya asentadas sobre la arena movediza de una efímera circunstan­cia favorable, como fue el alza de las commoditie­s, sino sobre sólidos cimientos de un crecimient­o sostenido por el fortalecim­iento institucio­nal, el mercado, la eficiencia y las nuevas tecnología­s.

Pero ya sabemos: en América del Sur y en Argentina en particular, los ciclos de reordenami­ento económico y de populismo se suceden unos a otros y nos mantienen en el chapoteo indefinido en la charca viscosa del estancamie­nto.

Quebrar esa secuencia fatal es el desafío del momento. En Brasil y en Argentina.

EN POCOS AÑOS, EL PANORAMA DE AMÉRICA LATINA HA CAMBIADO HACIA LA BÚSQUEDA DEL ORDEN QUE PERMITA CRECER.

* Analista político

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(AP / ARCHIVO) Brasil. ¿Se moderará Bolsonaro cuando asuma la presidenci­a?
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