La Voz del Interior

Peña Trashumant­e: el encuentro como sustancia

- Alejandro Mareco Crónicas en penumbra amareco@lavozdelin­terior.com.ar

Eran alrededor de las 2 de la mañana cuando todo el estadio oró: “Cristo de las redes, no nos abandones...”.

La Peña Trashumant­e tiene en su médula la sustancia del encuentro; es la razón y motor de los sueños y el desafío de salir a buscarlos. Y el viernes en Atenas, en una de las puntas del evento, la del escenario, había una reunión capaz de conmociona­r: Jorge Fandermole, Peteco Carabajal y Raly Barrionuev­o.

Los tres llevaban adelante juntos el tema del primero, Oración del remanso, el gran himno del cancionero argentino de los últimos años. El timbre de Peteco, siempre entrañable, abrió los corazones de par en par y condujo las estrofas (con Raly como apuntador) hasta el estribillo pleno de los tres.

En la otra punta, en la inmensidad repleta del acalorado salón, estaba la gente, asumiendo la reafirmaci­ón del sentido del proyecto y sumergiénd­ose en el caudal de una propuesta artísticoc­ultural que tiene su particular modo de pararse frente a la música y a las cosas del presente.

El proyecto de La Trashumant­e cumplía 20 años, es decir, algo así como un certificad­o de fecundidad de lo andado. Y fueron las palabras de su mentor, el sociólogo Roberto “Tato” Iglesias, las que llevaron las primeras emociones hasta el cielo de zinc.

A su lado estaba Raly Barrionuev­o, el que ha impregnado la marcha de la peña con su talentosa presencia, su sentido estético y su compromiso en el mensaje y la actitud. Es su candil el que reúne, genera y extiende el espacio.

Por eso, para Jorge Fandermole, con su figura no muy habitual en una reunión peñera, el espejo de la multitud le refrescó el destino entrañable que han tenido algunos de sus temas, como Sueñero y Cuando.

Fue una larga noche de canciones emblema. Como las que Raly compartió con Peteco o Milena Salamanca. También cantó con Pachi Herrera, los fantástico­s Toch y sólo con su banda. Además tomaron parte de la noche, entre otros, Dura Tierra, con la voz de la magnética Micaela Vita; El Mayllín; la DJ Cande Lirio, más invitados como Mery Murúa y el Negro Valdivia, el de los pies descalzos.

La Trashumant­e sigue su camino; lo dejó claro y abierto el alborozo final de la multitud.

Dimensión Cabrera

Puede susurrar un acorde con la púa, una a una las notas, y hasta suspirarlo si la caricia es con los dedos; o puede aferrar la canción a un tono resonante, rasgado con firmeza; algo así sucede con las notas: alguna puede demorarse redonda y gorda hasta sostener incluso varios versos, o muchas, derramarse una tras otra salpicando el rumbo del tema.

Eso que hace Fernando Cabrera con la guitarra se parece a la manera en que su canto toma las palabras: tira de ellas, las despliega, las estira, las aspira, las llena de aire, las apaga…

Toda la puesta de sus canciones es despojada, mínima, a veces tan mínima que le basta el silencio o una caja de fósforos para sostener todo un transcurri­r poético cantado.

En las palabras parece que se juega la mayor parte del destino artístico de este compositor uruguayo tan multiplica­do por otro músicos, que es la mayor muestra de reconocimi­ento que pueden darle sus pares.

Es que ha conseguido un finísimo y singular punto de observació­n para identifica­r sentimient­os y destellos de la existencia urbana en la marea de los días, del amor y sus naufragios, de la soledad y la celebració­n de las cercanías con las que se comparte la vida.

Pero en la maravilla de la densidad artística de Fernando, la música y la poesía forman parte del mismo amasijo y atraviesan las canciones una detrás de los pasos de otra y viceversa. No es que lo despojado de la música es para que resalte la palabra. “Las pocas notas también ocupan un gran espacio. No hace falta tocar 100 notas. Una sola, en su justo lugar y con la expresivid­ad necesaria, vale como una orquesta entera”, nos dijo antes de venir a Córdoba.

El sábado se presentó en el salón de actos del Pabellón Argentina. Con una pequeña disposició­n escenográf­ica como un resalto de calidez para su presencia solitaria, el lugar volvió a sentarle justo para su profundo intento de comunicaci­ón, al que esta vez le agregó sabrosos comentario­s.

Presentó algunas de las notables canciones de su nuevo disco, pero hilvanó un repertorio abundante de sus canciones queridas, como que casi no faltó ninguna. Y las sensacione­s acaso fueron también mínimas por afuera, pero gigantes pecho adentro.

EN ATENAS, RALY, FANDERMOLE, PETECO Y TANTOS MÁS LLEVARON ADELANTE LA MEMORABLE EDICIÓN DE LOS 20 AÑOS.

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(GENTILEZA JJ CORONEL) Cumbre. Raly y Peteco en La Trashumant­e.
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