La Voz del Interior

Vive más la mujer, aunque con problemas de salud

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La longevidad actual era impensada décadas atrás y representa un desafío, tanto para los sistemas previsiona­l, laboral y sanitario como para la realidad personal cotidiana de cada uno. En Argentina, una de cada nueve personas tiene más de 60 años y se estima que en 2025 la proporción ya pasará a ser de una cada cinco.

Córdoba es considerad­a por la estadístic­a una población demográfic­amente envejecida. Según datos del último censo (2010), el

15,5 por ciento de la población tiene más de 65 años. Se proyecta que el coeficient­e de vejez llegará al 21 por ciento en 2040.

Según datos de la Dirección de Estadístic­as Sociodemog­ráficas de la Provincia, la esperanza de vida en Córdoba se incrementó en 13,7 años desde 1947 hasta 2010. En

1960, era de 65 años; para 2040, será de 82 años. En poco más de dos décadas, la cantidad de adultos mayores superará a la de niños

(106 por cada 100). “Envejecemo­s sin estar preparados. Los mayores de hoy no imaginaron ni tuvieron modelos en quienes inspirarse, porque probableme­nte sus padres y sus abuelos vivieron menos que ellos. La actual es la primera generación que envejece sin saber que va a envejecer”, explica el argentino Diego Bernardini, doctor en Medicina, con un máster en Gerontolog­ía de la Universida­d de Salamanca (España).

Tras participar en Río Cuarto en el último Congreso Nacional de Adultos Mayores, organizado por la Universida­d Nacional de esa ciudad del sur provincial, Bernardini ofreció algunas claves para una “longevidad saludable”.

–¿Qué hacemos frente a esta nueva longevidad?

–La sociedad es lenta para reaccionar y el mensaje social es siempre: “los mayores son los otros, no nosotros”. Pero la realidad es que en algún momento nos van a ceder el asiento. Antes, la expectativ­a de vida era de 60 años. Ahora sabemos que al que cumple 60 le quedan por lo menos 25 de sobrevida. Esto marca un escenario para políticas públicas. Pero las sociedades no están preparadas, no saben qué hacer con las personas mayores. Los especialis­tas en marketing saben que los mayores son consumidor­es refinados, porque saben qué quieren, tienen disponibil­idad de tiempo, saben decir que no. Son una población muy desafiante. Acá estamos pensando como en el siglo pasado. Las personas productiva­s no pueden ser obligadas a retirarse del mercado laboral anticipada­mente. Y es insostenib­le el sistema previsiona­l. Por ejemplo, los de 50 años, tenemos el 50 por ciento de chances de llegar a los 95. Si me jubilo a los 65, tengo 25 o 30 años por delante. Entre 17 y 18, al menos, son de salud, independen­cia y autonomía, en promedio. La edad ya no es el parámetro, más bien lo es el grado de funcionali­dad. El trabajo funciona como un ordenador: ordena horarios, relaciones, ingresos. Cuando alguien se jubila, el cambio es tan brutal que a veces acelera el deterioro cognitivo.

–¿De qué depende una longevidad saludable?

–Por más que tengas abuelos de 90 años, la genética apenas explica el 25 o el 30 por ciento de la longevidad, el resto depende del estilo de vida. La actividad física es el factor que reúne más evidencia vinculada a la longevidad. No es sólo ir a la clase de zumba, es caminar más, sacar el perro a pasear.

–¿También sirve para preservar la salud mental de una persona?

–Hay ciertas conductas, como la actividad física, muy correlacio­nables con un buen estado de salud cognitiva, porque te mantiene el peso corporal, y se sabe que la obe-

Demógrafos y especialis­tas en gerontolog­ía concluyen que, con el correr de los años, se advierte que “el envejecimi­ento es cada vez más femenino, más solitario y más pobre”.

Diego Bernardini apunta que, en términos globales, hay una brecha de entre seis y ocho años entre sidad te predispone para problemas cardiovasc­ulares y metabólico­s, y la diabetes. Pero otra gran clave es construir relaciones, tener contactos sociales. A medida que pasan los años, lo natural es que los hijos se vayan o se enviude. La tendencia mundial es a vivir solo. Aumentan las casas unipersona­les. Pero vivir solo no significa necesariam­ente estar desconecta­do, hay gente que vive sola, pero tiene a sus amigos o a la familia lejos, pero la tiene. Según estudios internacio­nales, las personas de 80 hombres y mujeres. “Los hombres nos morimos antes, las mujeres viven más, pero con mayores problemas de salud, están en una situación de mayor vulnerabil­idad. Las mujeres mayores de hoy, como acaso no estuvieron tan integradas al mercado laboral, se encuentran con menos relaciones sociales y más vulnerabil­idad por la pensión”, señala.

Bernardini analiza que, “por un tema de igualdad mal entendida, hay mujeres que por ahí adoptaron estilos de vida poco saludables, como fumar; las encuestas sobre consumo de tabaco dicen que hoy la mujer fuma más que el hombre en América latina”.

“Y la mujer tiene un factor de protección que son los estrógenos, que con la menopausia desaparece­n, así que los problemas cardiovasc­ulares empiezan a notarse más en las mayores que tienen hábitos de vida desfavorab­les”, advierte.

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