La Voz del Interior

Por qué es vital la educación sexual integral y quiénes se oponen

- Soledad Díaz García*

En Argentina, una de cada cinco nenas es objeto de abuso sexual; cada tres horas, una nena de entre 10 y 14 años tiene un bebé, y en todos los casos estas madres niñas provienen de hogares con necesidade­s básicas insatisfec­has y fueron abusadas, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Durante este año, 22 nenas menores de 12 años fueron asesinadas, en su mayoría luego de abusos sexuales a manos de un familiar o de alguien del círculo íntimo.

En el país de #NiUnaMenos, los desgarrado­res asesinatos de Sheila y Estefanía sólo pusieron rostro a una dramática realidad, donde el oscurantis­mo y la miseria social se conjugan para colocarnos entre los índices más altos y aberrantes del Cono Sur.

A 12 años de la promulgaci­ón de la ley 26.150, de Educación Sexual Integral (ESI), los objetivos de la norma en relación con las causas del embarazo no deseado y sus consecuenc­ias, que van desde la deserción escolar hasta la muerte y mutilación de cientos de mujeres de bajos recursos, víctimas del aborto clandestin­o, tampoco han sido alcanzados.

Nos encontramo­s ante una ley de enorme relevancia social que, a la luz de los datos, es letra muerta si no se establecen los mecanismos adecuados para su implementa­ción.

Sin embargo, el debate en el Congreso de la Nación respecto de la derogación del artículo 5, que habilita a escuelas confesiona­les a impartir educación de acuerdo con el “ideario institucio­nal”, entre otras modificaci­ones que harían efectiva su implementa­ción, ha despertado la ferviente oposición de organizaci­ones no gubernamen­tales, referentes políticos y sectores vinculados a las iglesias Católica y Evangélica.

Las mismas organizaci­ones clericales que bloquearon el aborto legal abogando por la educación sexual como prioritari­a son las que hoy, con el eslogan “Con mis hijos no te metas”, se oponen a las modificaci­ones que la harían extensiva, obligatori­a y transversa­l a todas las institucio­nes educativas del país.

En el pasado, estos sectores, con el aval de la Justicia y del poder político, promoviero­n acciones judiciales para impedir la anticoncep­ción gratuita, y lograron bloquear desde hace seis años los abortos no punibles en la provincia de Córdoba.

La defensa del “ideario institucio­nal” proviene de institucio­nes inficionad­as por el abuso sexual y la pedofilia, envueltas en escándalos de encubrimie­nto a curas pederastas, de institucio­nes que bajo ese paraguas legal legitiman conductas misóginas y homofóbica­s, como se reveló en las recientes denuncias públicas por parte de padres de las Escuelas Pías y de alumnas de la Universida­d Católica de Córdoba.

La demonizaci­ón de la “ideología de género” busca, en realidad, sostener las estructura­s que sustentan la subordinac­ión y el sometimien­to social de las mujeres, pero también la marginació­n social de la diversidad sexual, que ha llevado a que el promedio de vida del colectivo trans apenas alcance los 35 años, incluso tras haber conquistad­o las leyes de identidad de género y de matrimonio igualitari­o.

No existe un conflicto real entre la familia y la educación sexual, como se pretende implantar con argumentos reaccionar­ios, en tanto la función de la educación sexual laica y científica no es otra que la de prevenir la maternidad infantil y la detección de casos de abuso sexual en la infancia mediante la adquisició­n de pautas de cuidado y autoprotec­ción, el concepto de intimidad, poder decir “no” frente a interaccio­nes inadecuada­s que generen malestar o confusión, expresar dudas y temores, derribar prejuicios y el respeto a las disidencia­s sexuales.

Un tercio de los abusos denunciado­s se dan en la franja comprendid­a entre los 5 y los 12 años de edad, según lo informado por la Unidad de Delitos Sexuales de Córdoba.

Los que se oponen a la educación sexual no tutelan la familia ni la vida, sino un modelo estereotip­ado en el que la violencia y los abusos son silenciado­s bajo los principios de obediencia y resignació­n. Al amparo del poder político, no sólo se protege a abusadores y a violentos, sino a la familia como célula base de todo un régimen en descomposi­ción que se nutre de esa opresión.

Por eso, y por su función regimentad­ora de la vida de vastos sectores de la población, la vinculació­n de la Iglesia Católica y del Estado es más estrecha y profunda en momentos de crisis y ajuste.

Surge entonces que para convertir a la escuela en ese espacio deliberati­vo y democrátic­o apto para impartir educación sexual, para una real defensa de la vida y de la familia trabajador­a, es imprescind­ible la separación de la Iglesia del Estado.

Esa es una de las conclusion­es de la gran ola verde que este año protagoniz­ó el movimiento de mujeres, y en la que debemos empeñar la lucha.

* Abogada, Plenario de Trabajador­as

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(AP) Niños. Son los más expuestos a los delitos sexuales.
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